El cómico francés Fernandel encarna a Don Camilo, y Gino Cervi a Peppone, personajes creados por el escritor italiano Giovanni Guareschi. En Brescello, una pueblo del valle del Po, los conflictos y enfrentamientos entre Don Camilo, el párroco local, y Peppone, el alcalde comunista, son constantes.
Aparte de haber sabido mantener sin desmayo el aire de farsa divertida e irónica que corresponde a esta historieta, Duvivier tuvo el gran acierto de emplear para la animación de las dos figuras capitales a dos actores que en su tiempo gozaron ampliamente de las condiciones que exigía la ocasión. Fernandel, el gran Fernandel, que hizo un don Camilo irreprochable, en verdad ejemplar, y Gino Cervl, el gran actor italiano dinámico y proteico, sensible a los más variados matices del humor, y que se identificó materialmente con la figura de Peppone, tal vez porque, en e lfondo, se sentía un poco así. (A. Martínez Tomás en La Vanguardia del 12 de diciembre de 1978)
Prohibida su exhibición hace veinticinco años, como ejemplo de una censura política aún más miope que la censura moral, se estrena ahora, bajo la etiqueta de«autorizada para todos los públicos» esta primera versión de la célebre novela de Giovanni Guareschi. A veintiocho años de distancia, este «Don Camilo», de Julien Duvivier, se nos aparece como una película de reducido valor artístico, estructurada sobre una apariencia formal correcta, aunque exenta de brillantez. Sus imágenes carecen de auténtica fuerza y lo mismo sucede con el guión, aunque, en su día, Julien Duvivier y Rene Barjavel procuraron respetar escrupulosamente tanto la atmósfera como el texto del relato de Guareschi. (Pedro Crespo en ABC del 4 de marzo de 1979)
Especialmente remarcables son los episodios de la escuela nocturna, el de la huelga en la finca de La Grande (con un montaje diferente para la versión francesa, en la que se incluye el momento en el que Don Camilo ayuda a parir a una vaca) o el del partido de fútbol. Al éxito de la película ayudó el gran carisma y química de los dos protagonistas, Fernandel y Gino Cervi quienes, desde entonces, nunca pudieron desvincularse de los personajes que encarnaron. Tampoco falló el guión, en el que intervino, sin acreditarse, el veterano Oreste Biancoli, en el que se sacaba punta a las recurrentes pullas dialécticas que se dedican el cura y el alcalde. Don Camillo permanece como una de las cintas más divertidas y entrañables de aquellos años. (José A. Muñoz en Revista de letras)
Don Camilo permanece como una producción comercial bien resuelta por un cineasta que sabía llevar a cabo un largometraje de tono reaccionario en su enfoque, pero equilibrado en la mirada justa hacia sus personajes, menos pétreos de lo que aparentan, unidos por el bien de la mayoría de congéneres, al mismo tiempo que por la oposición a la tiranía de los millonarios que poseen las tierras y fortunas. Esas narraciones que conseguían con facilidad los directores clásicos, sin necesidad de panfletos, escenas redundantes o demás tentaciones demagógicas más propias de los cineastas modernos. (Pablo Vázquez Pérez en Cine maldito)
Don Camilo es una película para disfrutar y para guardar con cariño. Retrata perfectamente el nacimiento de un nuevo orden mundial, con estratos sociales que necesitan ser renovados o que deben desaparecer porque ya no tienen sentido. Son el cura y el alcalde dos personajes de la misma moneda, la cara y cruz que representaron la Italia de los cincuenta; y aunque han intentado exterminarse a la largo de medio siglo siguen, con más o menos altercados, conviviendo en armonía. El final de la película resume perfectamente ese tipo de simbiosis de «sin ti pero contigo». (Rubén Soler)
Película estrenada en Barcelona el 5 de diciembre de 1978 en el cine Roma; en Madrid en el cine Arniches el 23 de febrero de 1979.
Reparto: Fernandel, Gino Cervi, Franco Interlenghi, Vera Talchi, Leda Gloria.
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