Marcello Rubini es un desencantado periodista romano, en busca de celebridades, que se mueve con insatisfacción por las fiestas nocturnas que celebra la burguesía de la época. Merodea por distintos lugares de Roma, siempre rodeado de todo tipo de personajes, especialmente de la élite de la sociedad italiana. En una de sus salidas se entera de que Sylvia, una célebre diva del mundo del cine, llega a Roma, cree que ésta es una gran oportunidad para conseguir una gran noticia, y, en consecuencia, la perseguirá por las noches por diferentes lugares de la ciudad.
La dolce vita resulta hoy, más que en el momento de su estreno, “para casi todos”, excesivamente larga, con sus secuencias dilatadas, con un amontonamiento de imágenes y de diálogos, cargando secuencias bien imaginadas. Su complejidad exigiría una mayor capacidad de síntesis, aunque algunos de sus “episodios” estén ya en las antologías del cine de nuestra época, con su carga de crueldad y de lirismo, con sus insistencias en una vertiente filosófica y existencial. (Pedro Crespo en ABC del 10 de junio de 1981)
Obra crucial en la obra de Fellini, por cuanto inicia su etapa más fructífera. A partir de una serie de situaciones extremas, ofrece una aguda sátira de la burguesía romana y de su entorno de vividores. su abigarrada formulación consigue redimir los resultados de un moralismo excesivamente esquemático. (Fotogramas)
En "La Dolce Vita", Fellini critica la decadencia romana, pero no ofrece otra alternativa que el aburrimiento; expone la frivolidad y la insignificancia de todo, sin ofrecer una visión superior. En consecuencia, la película puede verse como una obra esencialmente desesperanzada, pero ciertamente no lo parece, porque la cinematografía es exuberante. Fellini cree todo lo que Marcello cree, pero no puede deprimirse, porque sabe algo más: sabe que es un artista. "La Dolce Vita" rebosa de la emoción de un cineasta que descubre repentina y completamente su poder. (Mick LaSalle en San Francisco Chronicle)
Fellini, maestro siempre de la ilusión, presenta todo esto como si se tratase de un acontecimiento espontáneo, sin estructura alguna, por impredecible que parezca el comportamiento. Esto es falso, por supuesto, es parte del truco. Los espejos y los cables deben permanecer invisibles. Como pieza del cine italiano, es una expansión de posibilidades, un esfuerzo totalmente en pantalla ancha. Hay un chiste en la película cuando alguien le pregunta a Anita Ekberg si el neorrealismo italiano está muerto. Su traductor no se molesta en traducir la pregunta, simplemente le dice rápidamente que diga que está vivo. Fellini, por supuesto, se muestra descarado, porque La dolce vita va más allá del neorrealismo hacia algo más parecido al hiperrealismo, un estilo más apropiado para los nuevos tiempos. Es apropiado, entonces, que Otello Martelli, quien también filmó clásicos neorrealistas como Paisà y Stromboli, esté detrás de la cámara en esta, lo que le permite a Fellini mantener un pie en la tradición mientras remodela el cine para el futuro. (Jamie S. Rich en CriterionConfessions.com)
A primera vista, puede parecer difícil entrar en esta película de 180 minutos, especialmente para quienes no conocen las películas de Federico Fellini. Pero el cinéfilo superará este pequeño obstáculo y vivirá la experiencia de muchos grandes momentos de la historia del cine. La famosa escena de la fuente donde Sylvia (Anita Ekberg) se baña con su voluptuoso vestido negro que representa el nacimiento de Venus del agua. También está la magnífica cinematografía de las calles de Roma donde Marcello conduce su descapotable. No olvidemos la fiesta y la música. Una visita a una casa embrujada y la inevitable escena final en la playa. Si esos momentos no son suficientes para ver esta película, este cinéfilo perderá la fe en sus películas. (Michaël Parent en Le Mot du Cinéphiliaque)
Es sin duda el sentimiento de desconcierto que siente el espectador al ver la película lo que está en el origen del escándalo que ha provocado. Aunque algunos afirmaron en su momento que La Dolce Vita era una película sobre el libertinaje, no hay duda de que los detractores de la película se sintieron avergonzados por la maestría de Fellini, tal vez inconscientemente. Pero esta forma tan fragmentada en realidad sólo refleja un fondo y un mensaje en total armonía con la puesta en escena. ¿Cómo no ver en La Dolce Vita una denuncia del fascismo, de la rigidez de la sociedad italiana de aquella época? La Dolce Vita pertenece a esa categoría de películas que intentan tomarnos de la mano para llevarnos a territorios desconocidos; con el riesgo de dejar a muchos espectadores al lado del camino. Una película atrevida, pero esta cualidad a veces puede resultar un defecto: porque sí, La Dolce Vita a veces fascina, intriga, aburre. (Leopold Saroyan en DVD Classik)
Radiografía de una época perdida, lejos de hacer sonar trompetas moralistas (evidentemente Fellini ya no sería Fellini si jugara a ese juego), La dolce vita es una observación desencantada, febril y llena de ansiedad. Una película resacosa, lúcida y perturbadora. La muerte está ahí, en una trama omnipresente, el paso del tiempo y el cuestionamiento del sentido de la existencia constantemente implícitos. Más allá del desciframiento que cada uno pueda hacer de él, este fresco de una vida dulce sólo por eufemismo quedará en la historia del séptimo arte como la película madura de Fellini, aquella en la que inaugura y domina -con tanta brillantez- el lenguaje personal que será a partir de ahora su marca registrada. Guión desestructurado, perfección en blanco y negro, escenas antológicas, excesos controlados, deslumbrante belleza formal, sin olvidar la inquietante música de Nino Rota. Gran cine. (Marianne Spozio en À voir, à lire)
Una película atemporal, una larga noche felliniana enriquecida por la música de Nino Rota que, con toda su habitual discreción, consigue transcribir a la perfección la infinita elegancia y tristeza que emanan de esta obra eterna. Una obra sobre el fracaso, concluida por el fracaso: fracaso de la noche, fracaso de las relaciones humanas, fracaso del amor, fracaso del deseo, fracaso del lenguaje, fracaso de todos los artificios que parecen aniquilados por el amanecer. Todo desaparece, salvo aquella última mirada de ternura dirigida por Marcello Mastroiani, con los ojos marcados por las ojeras, a una muchacha que, como todos los demás, pasaba por allí. (Jules Chambry en Lemagducine.fr)
Película estrenada en Madrid el 8 de junio de 1981 en los cines Pompeya, Gayarre y Bahía.
Reparto: Marcello Mastroianni, Anita Ekberg, Anouk Aimée, Yvonne Furneaux, Alain Cuny, Annibale Ninchi, Walter Santesso, Magali Noel, Lex Barker, Jacques Sernas, Nadia Gray.