viernes, 28 de mayo de 2021

Vente a Alemania, Pepe (1971). Pedro Lazaga

 
 
Peralejos, un tranquilo pueblo del Alto Aragón, es un lugar donde nunca pasa nada. Un día regresa al pueblo para pasar las vacaciones Angelino (Sacristán), un emigrante que conduce un magnífico Mercedes y cuenta maravillas sobre Alemania y sus mujeres. Pepe (Landa), fascinado por las historias de su amigo, decide emigrar también, pero su sueño empieza a las cinco de la mañana, limpiando cristales, y concluye a las doce de la noche pegando carteles. 

El milagro alemán para los emigrants, ya se sabe, consiste en madrugar, trabajar mucho, vivir sometidos al reloj, en un medio duro, frente a un idioma impenetrable y correr de un tajo a otro. Todo esto está bien contado y constituye lo «más serio de esta película para reír. Lo demás es juguete cómico, mímica a la manera de aquellas comedias de García Alvarez, Jackson Veyan o Vital Aza, donde, como en «Francfort», de este último, se cultivaba la «versión tetralingüe» para conseguir el efecto cómico (...) Escribió Chesterton que «el más despreciable de todos los temores modernos era el de parecer sentimental». Vicnte Escrivá (el guionista) no tiene ese miedo, como no le importa exaltar a su tierra con fundamento, oportunidad y gracia fresca y natural, con secuencias en el campo y en el pueblo del Alto Aragón, que son la égloga, frente a la bruñida, trepidante y esquiva ciudad alemana, que es Babel. (Antonio de Obregón en ABC del 27 de enero de 1971)

Bromear con el sino de un millón largo de españoles esparcidos por las naciones industriales y capitalistas de la Europa occidental es algo que resulta poco menos que inaceptable. Y más aún cuando, para hablarnos de esos españoles, se hecha mano del retruécano, la situación equívoca, el chiste fácil, la comicidad barata, la sal gruesa, los lugares comunes y cuantos aditamentos precisan unos guionistas faltos de ideas genuinas. (...) En el aspecto cinematográfico, la cinta ha sido realizada con esa soltura elemental del que tiene la mano rota realizando títulos análogos. En su propia fluidez halIamos todas las autolimitaciones conscientes y voluntarias. (Alberto Armengol en La Vanguardia del 18 de marzo de 1971)

El apogeo turístico que vivió España en la década de 1960 solo favoreció a los pueblos de la costa; en el interior se vivió otro fenómeno, el de la emigración. Pedro Lazaga ("La ciudad no es para mi") hizo un retrato de esta época de la historia nacional, desmitificando, a la vez, la creencia de que los trabajos en el extranjero eran mejores y la libertad sexual, asequible para todos. (Playcine ABC)

El tono principal es de comedia siguiendo las peripecias de Alfredo Landa en tierra alemana con compañía de José Sacristán y en conflicto con su “novia” Tina Sáinz, pero no faltan tampoco subtramas de corte dramático-sentimental con la presencia de Antonio Ferrandis (como exiliado nostálgico) y la pareja formada por Fernando Guillén y Gemma Cuervo (joven pareja en busca de mejora social). En este último aspecto sus ansias personales tienen un tratamiento tópico y los personajes no poseen demasiada dimensión, por lo que sus reflexiones y deseos no transmiten las emociones pretendidas. (Antonio Méndez en AlohaCriticón)

Comedia de medio pelo, en la línea de las baratas películas de los 70, que recrea la inmigración de la época desde España hasta Alemania. La trama ligera, al estilo Pedro Lazaga, no da para mucho, pero Alfredo Landa está como pez en el agua con su personaje de Pepe, un pueblerino hispánico cuya idiosincrasia resulta surrealista y patética en el mundo germano. Le da buena réplica José Sacristán. (Decine21)

Mención aparte merece el personaje de don Emilio (Antonio Ferrandis), exiliado republicano y médico de profesión al que se muestra en todo momento como un individuo huraño y resentido, un tipo raro, enfadado con el mundo, pero, en el fondo, deseoso de volver a su Oviedo natal aunque el orgullo le impida admitirlo. La estampa del vencido no puede ser más denigrante, a la vez que el mensaje implícito resulta altamente reaccionario. Vendría a decir algo así como que tanto los que se marchan al extranjero empujados por necesidades económicas como los que se fueron en su día por motivos ideológicos no dejan de ser pobres gentes dignas de compasión. (Cinefilia Sant Miquel) 

Película estrenada en Madrid el 14 de enero de 1971 en los cines Capitol, Salamanca, Monumental, Argüelles y Murillo; en Barcelona, el 16 de marzo de 1971 en los cines Borrás, Bosque y Regio Palace.

Reparto: Alfredo Landa, José Sacristán, Tina Sáinz, Antonio Ferrandis, Gemma Cuervo, Fernando Guillén, Manuel Summers, Josele Román.


viernes, 21 de mayo de 2021

Qué noche la de aquel día (A Hard Day's Night, 1964). Richard Lester

Película-documental sobre los Beatles. Por primera vez han decidido romper todas las reglas: saltarse el programa, ignorar sus obligaciones y saborear la libertad. Pero, para ello, tendrán que dar esquinazo a sus admiradores, esquivar a los periodistas y desobedecer a sus mánagers. Primera incursión de los Beatles en el cine, que resultó ser una interesante comedia de aventuras y rock & roll.

Pero si la película es sólo medianamente graciosa, y los "Beatles" no descuellan como intérpretes, no se puede negar que como cantantes actúan siempre de modo admirable, sin que, por otra parte, su gracia, su estilo personalisimo y su ritmo insuperable puedan justificar de ningún modo esa histeria colectiva que conocemos a través de la Prensa mundial, de la que se nos ofrecen en la pantalla, hasta la saciedad hasta el agobio, repetidas muestras a cargo de niños y de niñas que les escuchan entre alaridos de júbilo o delirantes congojas. (G. Bolín en ABC del 15 de septiembre de 1964)

La película tiene una planificación rápida, nerviosa, hecha de primerísimos planos en su mayoría, que contribuye a crear la atmósfera de auténtico documental. Numerosos «gags», ingeniosos algunos, más cerebrales otros, y la presencia de un veterano cómico inglés, Wilfrid Brambell, condicionan, por su parte, el clima festivo y despreocupado que impera en todo el film. El guión acusa ciertas lagunas, sobre todo en la segunda mitad, pero en conjunto y examinada objetivamente, la cinta es original e inteligente. (Jaume Figueras en La Vanguardia del 24 de septiembre de 1964)

United Artists concebía ¡Qué noche la de aquel día! como una película coyuntural: tuvo un presupuesto modesto (menos de 200.000 libras esterlinas de la época) y se filmó en blanco y negro. Por las limitaciones económicas y el apretado calendario de los músicos, su rodaje fue veloz y el resultado final se aproximó al free cinema, la nouvelle vague, el cinema vérité y otras tendencias del momento; en realidad, se siguió rigurosamente el guión y apenas hubo improvisaciones. Los estadounidenses seguramente tenían en mente la locura de los Hermanos Marx, mientras los propios Beatles, que no conocían a Groucho y compañía, se veían continuadores de los Goons, la pandilla televisiva de Peter Sellers, que también fueron dirigidos por Lester. (Diego A. Manrique en El País del 22 de diciembre de 2001)

El primer film de los Beatles vino a ser como un falso documental de su vida cotidiana, en el que se introducían elementos distorsionadores dentro de la más pura tradición surrealista. La frescura de su exposición y su brillante formulación visual han resistido fácilmente el paso del tiempo, hasta el punto que hacen olvidar su carácter coyuntural y lo convierten en uno de los films más representativos de su época. (Fotogramas)

Richard Lester y Alun Owen crearon con este retrato de la inicial Beatlemanía una de las películas pop más influyentes de la historia del cine musical, no sólo por su estética, que mixtura el documental con la nueva ola francesa y los guiños al cine cómico mudo (por ejemplo a los Keystone Cops de Mack Sennett), sino también por su enfoque cómico, fresco, despreocupado, autoparódico, con elementos de absurdo en muchas de sus situaciones y de sátira al estrellato rock. (Antonio Méndez en AlohaCriticón)

Es posible que Alun Owen, quien escribió el guión, se lo haya sacado todo de la cabeza, pero Richard Lester ha dirigido un film tan enérgico que parece surgir de forma espontánea. Una secuencia musical, por ejemplo, cuando los chicos salen a toda velocidad por una puerta y corren excéntricamente por un patio de recreo decorado con la melodía de su canción "Can't Buy Me Love", tiene un ritmo surrealista que se acerca a la poesía audiovisual. Seguro que el frecuente y descarado "yeah-yeah-yeah" de los chicos cuando empiezan a cantar, puede ser irritante. Para los oídos que no lo escuchan, tiene una monotonía estúpida. Pero siempre se ve aliviado por composiciones pictóricas que sugieren parodias o, al menos, una conciencia inteligente del absurdo de la locura de los Beatles. A menos que conozcas a estos chicos, es difícil identificarlos, excepto Ringo Starr, el de la nariz grande, que protagoniza una secuencia cómica descarada por su cuenta. Pero todos son buenos, sorprendentemente naturales en el estilo de realidad cinematográfica que mantiene el Sr. Lester de manera experta. Y Wilfrid Brambell, como el anciano, es elegante, un irlandés deliciosamente cómico. Muchos otros también son divertidos. Es bueno saber que hay personas en este mundo, incluidos ellos mismos, que no se toman a los Beatles en serio. (Bosley Crowther en The New York Times del 12 de agosto de 1964)

A Hard Day’s Night es una película loca y poco convencional, cargada de vitalidad e inventiva por el director Dick Lester, hábilmente filmada y puesta a punto. No se ha hecho ningún intento por convertir a los Beatles en Laurence Olivier; están en su mejor momento cuando la película tiene un aire engañoso de espontaneidad improvisada. (Variety)

La inocencia de los Beatles y "A Hard Day's Night", por supuesto, no iba a durar. Por delante estaba la presión aplastante de ser el grupo musical más popular de todos los tiempos, y el coqueteo con el Oriente místico, y la ruptura, y las consecuencias de las drogas de los años 60, y la muerte de John Lennon. Los Beatles atravesarían un largo verano, un otoño de desilusión, un invierno trágico. Pero, oh, qué hermosa primavera. Y todo está en una película. (Roger Ebert)

Inspirada en igual medida por Godard y los Goons, la película es mejor recordada por su trabajo de cámara espasmódico y sus múltiples bromas por minuto. Así que es fácil olvidar que este descarado jugueteo también contiene un discurso rabioso sobre la brutalidad policial y una escena en la que los muchachos acosan con desprecio a un miembro de la aristocracia. Si a eso le añadimos una serie de apartes homoeróticos de Lennon y un giro todopoderoso en la explotación comercial de los consumidores adolescentes, la reputación de la película como algo divertido parece cada vez más inestable. Así que, además de posicionar 'A Hard Day's Night' en la parte superior de la pirámide de las películas musicales, también deberíamos verla como el pináculo de la Nueva Ola británica de la década de 1960, y un film que sobrevivirá a todos aquellos sombríos y condescendientes dramas "serios" del norte. (Time Out)

Esta comedia despeinada y enérgica está brillantemente dirigida y puesta en imágenes por Richard Lester: cámara al hombro, montaje ultrarrápido, un blanco y negro deslumbrante que nos hace olvidar la indigestión por la sobreoferta técnica con la que nos alimentan regularmente en los últimos tiempos. Es una buena película, simplemente. (Nicole Saint-Bois en Ouirock.com)

Película estrenada en Madrid el 14 de septiembre de 1964 en los cines Fuencarral, Imperial y Benlliure; en Barcelona, el 22 de septiembre de 1964 en el cine Fémina.

Reparto: The Beatles, Wilfrid Brambell, Norman Rossington, Victor Spinetti



lunes, 17 de mayo de 2021

Noche de vino tinto (1966). José María Nunes

 

Un chico y una chica, ambos deprimidos por problemas sentimentales, se encuentran en un bar. Pese a no conocerse de nada, inician un recorrido por las tascas de la ciudad, por las cuales el muchacho pasó tantas horas en compañía de su ex-novia. A medida que va avanzando la noche, ambos van conociéndose mejor, tanto uno al otro como a sí mismos. 

"Noche de vino tinto" es un tipo de film libre, descarado en su expresión formal, estéticamente bello, experimental de arriba abajo, que no se da entre nosotros con la frecuencia con que se produce en otros países. Esta clase de películas oxigenan el ambiente y las polémicas que provocan no son sino un síntoma de su razón de existir. No confundamos el término "experimental" con un sinónimo de "vacilante". "Noche de yino tinto" es más sólida de lo que una visión superficial podría depararnos. (Martínez Redondo en ABC del 19 de enero de 1968)

Nunes   parece   querer   dar  sentido  y profundidad   a  la  noche  a  través  de sus dos   personajes  y  conferir   a  éstos  una peculiar   significación  en  este   ambiente de   sombras.   Pero   ni  los  protagonistes adquieren   a   nuestros   ojos   un   relieve psicológico    convincente,   ni   la    ronda nocturna   se  define  en  el  sentido  apetecido.  Todo  queda  a  medio  camino, con algunas  escenas  estimables  por su  interés   y   otras,   muchas,   perdidas   en  la grandilocuencia,   la   falta   de  rigor  lógico  y  de  la  necesaria   eficacia   expresiva. (J.P.M. en La Vanguardia del 31 de marzo de 1967)

Treinta y seis días estuvo en cartel Noche de vino tinto (1966) en el momento de su estreno: todo un éxito, si se tiene en cuenta el carácter experimental de una cinta que acabaría erigiéndose en uno de los títulos emblemáticos de la denominada Escuela de Barcelona. Sin embargo, o quizá precisamente a causa de ello, ha sido la película más proyectada de un cineasta que a menudo se prodigó en el circuito de cineclubs para presentarla en memorables sesiones de cinefórum. (Cinefilia Sant Miquel)

La película vista hoy, testimonio de una Barcelona que ya no existe y que supone un personaje más dentro del argumento, es moderna y distinta y esto lo atestigua la planificación con cámara en mano y fija, las transiciones con rapidísimas panorámicas que confieren un ritmo rápido a las secuencias. Se palpa que Nunes tenía muchas ganas por hacer algo más que una película, su cometido era involucrarnos en un mar de sensaciones difíciles de olvidar, seguir de su mano la senda de una forma de narrar distinta, de una visión del cine fuera de todo cliché. (Juan Avellán en Lo que Coppola quiera)

Viendo Noche de vino tinto recordé a Alain Resnais y su Hiroshima, mon amour (1959) y pensé en "Barcelona, mon amour" como título alternativo para el film de Nunes, por el esfuerzo a la hora de alcanzar la ruptura de la linealidad temporal, de los recuerdos que se convierten en imágenes desde la conversación de los dos noctámbulos que comparten atracción durante esa noche de bares, calles y vino en la que se conocen y, supuestamente, se sinceran, aunque en sus palabras, en las expresiones que emplean y en el afán de redundar su intención de alcanzar el cielo del vino tinto, se pierden y nos pierden. Lo que no se puede negar es la intención, algo siempre valorable y plausible, pues sin ella no existe un punto de arranque y sus posibles resultados. (Va de vagos)

Director maldito por excelencia, José Mª Nunes ha cultivado un cine personalísimo que ha encandilado o irritado por igual. Esta es posiblemente su obra que tuvo mayor repercusión, generando cierto culto en los albores del arte y ensayo. Dos personajes se entregan a una noche de copas en un continuo ejercicio de divagación más o menos metafísica. Sus imposibles diálogos no impiden que el conjunto posea un notable poder de seducción. (Fotogramas)

Película estrenada en Barcelona el 26 de marzo de 1967 en el Publi Cinema ; en Madrid, el 18 de enero de 1968 en el cine Gran Vía.

Reparto: Serena Vergano, Enrique Irazoqui, Anne M. Settimó, Rafael Arcos.


miércoles, 5 de mayo de 2021

Giulietta de los espíritus (Giulietta degli spiriti, 1965). Federico Fellini

 

Giulietta, que duda de la fidelidad y del amor de su marido, acude a reuniones espiritistas buscando consejo y esperando una señal que le muestre que su marido aún siente cariño por ella y que puede recuperarlo. Por casualidad, conoce a Susy, una perniciosa mujer que sólo vive para el amor y que está a punto de destrozar las ilusiones de Giulietta.

"Giulietta",  con  algunas  limitaciones   que   veremos,   es  una   pel·lícula importante;  de  una  belleza  sugestiva  fuera de toda  duda.  El  enfoque  vital  de  este  realizador  nunca  ha  sido  directo,  su  visión  de las    cosas   es  personalísima,    exuberante. Aún  en  sus  films  más  sencillos  de  forma, no  puede  dejar   al  margen  un  simbolismo que  llega   a   ser  más  o  menos  hermético según  lo  sea  el  tema.  "Giulietta"  es,  por naturaleza—y   con  Jung   define  Fellini  su tarea—una  búsqueda  en la  oscuridad.  Búsqueda  de  una  verdad  femenina  determinada.  Incapaz   de  toda   postura   realista,   el autor  se  ayuda   de  símbolos.  Quizá,  como la  mente  humana, esta_película  no  tanga secretos  para  un   psiquiatra. (...) Cuando  Giulietta  ve perderse   a   sus  fantasmas   en   la   lejanía,respiramos.  Un  poco  más y  el  caos.  Pero hasta   esas  secuencias  finales   hemos  presenciado  un  film  de  grandes  valores  estéticos  y  en  él  se  nos  ha   dado  una   aventura  humana  que  interesa,  aunque  no  lleguemos  a  descifrar  todas  las  claves.  (Martínez Redondo en ABC del 23 de diciembre de 1966) 

 Todo esto es, sin duda, fantástico, brillante, incluso en muchos momentos, cautivador. Esa exaltación de lo erótico y de lo femenino que transpira toda la película, no deja de tener un sentido profundo y una espectacularidad trascendente. Los oropeles, los maquillajes, los raros indumentos multicolores, incluso los diálogos, obedecen a una especie de simbología delirante. Fellini, en esta orgía de imágenes y colores, que es su último film, se repite y se copia a sí mismo. Encontramos en él reminiscencias muy visibles de "La dolce vita" y de "Ocho y medió", pero el conjunto de la película no puede negarse que es de una originalidad sin precedentes. Lo que yo no me atrevería a sostener es que sea divertida. Hacia el final de la proyección —que dura más de dos horas— apuntan el aburrimiento y la fatiga.Giulietta Masina es la gran figura central de la película. Todo gira en torno a ella. La pequeña actriz revela de nuevo una singular grandeza íntima, como en "La strada" o en "Cabiria". (A. Martínez Tomás en La Vanguardia del 4 de febrero de 1967)

Tras la espléndida "8 y medio", Fellini intentó una operación similar, centrándose en un personaje femenino construido a la medida de su esposa. La evocación de los fantasmas de esta mujer se realiza con una exuberancia formal realmente brillante. Sin embargo, y en relación con su precedente, tiende en exceso a frivolizar el estimulante material. (Fotogramas)

Lo más importante de la cinta, lo que obliga a verla como mero escaparate, como una antigua atracción de feria, como una parada de monstruos en la que ver desfilar diferentes criaturas, todas ellas con una parte humana y otra soñada, imaginada (no necesariamente la más evidente), es que la película constituye junto al cine de Buñuel, de Hitchcock y de Bergman, quizá una de las mejores y más logradas zambullidas por parte de un cineasta en el inexplorado mundo del inconsciente, ese mágico y desconocido plano de la existencia donde reinan los sueños, los absurdos, los secretos de lo inconfesable o de lo incomprensible, lo que nos da miedo de nosotros mismos, lo que también nos llama con una fuerza irresistible.(39 escalones)

Dentro de un marco narrativo simple e ingenuamente romántico sobre la desesperación de una esposa por los engaños de su marido, el director Federico Fellini ha reunido una fantasía de una opulencia imperial que hace que los antiguos musicales de Vincente Minnelli para la Metro parezcan películas de entrenamiento del ejército. En la libertad de su forma y en su carnaval de imágenes, Giulietta recuerda constantemente a 8 1/2. Sin embargo, la película se suma algo menos que sus partes individuales. El espectáculo físico, fotografiado en brillante tecnicolor, puede ser tanto la fuerza de la película como su debilidad. (Variety)

Lo que 8 1/2 hizo por un director de cine burgués, Giulietta de los espíritus, lo hace por su homóloga, una ama de casa burguesa, paranoica y reprimida (interpretada, por supuesto, por la esposa de Fellini). Es decir, es un desfile chillón e hiperbólico, en el que una 'realidad' compuesta de sesiones espiritistas, vecinas estrellas de cine, parientes tiránicos y una gran cantidad de culpa católica es invadida gradualmente por 'flashbacks' y 'fantasías'. El encanto general trae la ligereza de la recompensa psicológica, y la forma en que las diferentes vetas de imágenes se entrelazan le da a la película una fuerza de la que luego Fellini lamentablemente careció. (Time Out)

Giulietta Masina fue una actriz maravillosa (ver "La Strada" y "Noches de Cabiria"), pero ¿es mi imaginación, o parece infeliz durante gran parte de "Giulietta de los espíritus"? Se dijo que Masina y Fellini estaban atravesando una temporada difícil de su matrimonio cuando se hizo la película (la fama internacional había transformado a Fellini de un director italiano trabajador en una estrella que recibió sus nuevos privilegios con los brazos abiertos). Ciertamente, Fellini no la presenta como alguien con quien sería divertido estar casado. Es una figurita burguesa orgullosa de su casa, mansa, desaliñada, sexualmente tímida. Mientras Giulietta se abre paso escena tras escena entre fantasías de harén y mujeres opulentas, no parece más que una ama de casa involuntariamente arrastrada por su marido a un espectáculo de striptease que él está seguro de que ambos disfrutarán. Esta percepción de la infelicidad retraída de Giuiletta agrega un matiz melancólico a la película. Ella es la aguafiestas. ¿En qué estaba pensando mientras hacía la película? ¿Que primero su esposo hace alarde de su gusto por el erotismo grotesco y luego espera que su esposa protagonice una película en la que está rodeada por todo eso? La última toma de la película muestra a Giulietta dejando su libro en casa y caminando hacia los bosques cercanos. El director y su esposa discutieron sobre el significado de esta escena. Para Fellini, significaba que era libre. Para Giulietta Masina significaba que estaba sola, abandonada y sola. (Roger Ebert)

Federico Fellini continuó su magistral 8 1/2 con un ejercicio similar de flujo de conciencia, éste en color y que trata de la alienación de una ama de casa de mediana edad (Giulietta Masina, la esposa de Fellini y la estrella de sus primeros años, en La strada y Las noches de Cabiria). Los resultados son difíciles de manejar, desiguales y demasiado largos, por decir lo menos. Las encantadoras secuencias de fantasía y el uso del color psicodélico no pueden compensar su estructura suelta, que se convirtió en el defecto fatal en muchas películas posteriores de Fellini. Además, uno nunca siente que Fellini entienda a su heroína en profundidad. (Jonathan Rosenbaum)

"Giulietta de los espíritus" se presenta a menudo como la contraparte femenina de "8 1/2". Después de haber analizado y exteriorizado su inconsciente, Federico Fellini ha decidido efectivamente abordar el de su esposa. Quería llevar a la pantalla las obsesiones, las fantasías, los sueños más locos de su esposa, buscando comprenderla mejor, diseccionando la influencia en particular de su infancia y su educación en su personalidad. ¡Y el resultado es más que extraordinario! Dando rienda suelta a su abundante imaginación, el maestro conecta secuencias oníricas, repletas de exuberante simbolismo y mostrando una permanente originalidad. “Giulietta de los espíritus” es la primera película en color de Fellini, y lo menos que podemos decir es que ha aportado un notable trabajo de investigación gráfica, abriéndose su paleta a los más variados matices. Su puesta en escena es admirable en maestría e ingenio, notable influencia en muchos directores (Lynch, Kubrick, ...) que nunca han podido igualarlo en la brillante extravagancia de sus visiones. Muchos pasajes siguen siendo memorables, el largometraje se baña constantemente en una atmósfera lúdica y fascinante, completamente alucinada. Una maravilla de sutileza y creatividad, “Giulietta de los espírituss” es sin duda una de las grandes películas de Federico Fellini. ¡Una obra maestra deliciosa! (Arthur Debussy en Allociné)

Película estrenada en Madrid el 22 diciembre de1966 en los cines Pompeya, Palace y Gayarre; en Barcelona, el 2 de febrero de 1967 en el cine Montecarlo.

Reparto: Giulietta Masina, Sandra Milo, Mario Pisu, Valentina Cortese, Lou Gilbert, Caterina Boratto, Silvana Jachino, Luisa della Noce, José Luis de Vilallonga, Waleska Gert, Fredrich Ledebur, Sylva Koscina.