viernes, 12 de julio de 2024

Mi noche con Maud (Ma nuit chez Maud, 1969). Éric Rohmer


Jean-Louis, un ingeniero católico de treinta años, descubre un día a la salida de misa a Françoise, una mujer rubia, y presiente que algún día se casará con ella, pero la pierde entre la multitud. Por otra parte, su viejo amigo Vidal, marxista convencido, lo lleva a casa de Maud, una bella divorciada.

Aún tratándose de una obra equilibrada, interesante y de un asunto audaz, cae en un cerebralismo excesivamente intelectualista y de una verbosidad exuberante. En la mayor parte de su proyección, es teatro filmado, aun cuando alcance, como tal teatro, una estimable calidad. En su exuberancia dialéctica y didáctica, los personajes hablan por los codos con un verdadero desbordamiento logomáquico. (...) A partir de este instante en que cesa el verbalismo y comienza la acción, es cuando la película cobra interés humano y fuerza emocional. (A. Martínez Tomás en La Vanguardia del 29 de marzo de 1970)

Eric Rohmer pone entre la pantalla y el espectador, barreras de pedantería, de pretensiones, de lecturas mal digeridas, de trascendentalismos deliberados y se le observa cansado de tanto ponerse de puntillas para parecer intelectual. Y es lástima, porque técnica, fotográficamente, su experiencia y estilo merecen mejor tema, sobre todo algo más claro, porque los personajes principales: un católico practicante, un ingeniero, un marxista –y por tanto sin creencias religiosas- y una muchacha agnóstica (ahora se emplea este termino para muchas actitudes, cuando el agnosticismo es, concretamente, la filosofía que no admite el conocimiento de lo absoluto, ni el de las causas primeras) se arman un gran lío entre tan complicadas cuestiones, y el público no sabe por dónde va a tirar el director, pues deja que cada cual siga su camino sin resolver nada, por lo que hay una desproporción entre el argumento, la acción –el desenvolvimiento del suceso, según las reglas del arte cinematográfico- y los problemas religiosos que se plantean que quedan sin solución, aunque en el caso de Jean-Louis son tan nobles y decididos, y en el de Vidal, tan rotundos y concretos, con figuras un tanto misteriosas y vulgares como Maud y Françoise. (Antonio de Obregón en ABC del 31 de marzo de 1970)

Este "cuento moral" es el que posee mayor profundidad filosófica. Basándose en Pascal, Rohmer planteó las contradicciones de un intelectual católico a través de su relación dialéctica con una atractiva librepensadora. Estructurado a partir de una serie de brillantes diálogos, se apoya en un estilo sobrio y un ritmo reposado pero impecable. Resulta un ejercicio apasionante pese a su fría apariencia. (Fotogramas)

No es lo mismo pasar una noche con Maud que pasarla en casa de Maud, y es que la traducción española del título conduce a la confusión, parece más cercana e íntima de lo que en realidad es esa noche. Las interpretaciones mayoritarias de la película hablan de la prueba de fuego que para Jean-Louis (Jean-Louis Trintignant) supone superar la noche con Maud sin aprovechar la aventura sexual que se le propone, reafirmando así una especie de combate moral en el que habría salido vencedor pues su castidad no habría sucumbido en aras de mantener una vida cristiana. Personalmente creo que lo que la película retrata es al arquetipo del hipócrita revestido de falso moralista. (Miguel Martín en Cinema esencial)

"Mi noche con Maud", de Eric Rohmer, trata sobre el amor, la fe católica, el lenguaje corporal y los juegos a los que juega la gente. Es, sin duda, la mejor película que he visto sobre esos cuatro temas. También es una película inteligente y refrescante: no es que sea ideológica ni académica (ni mucho menos), sino que es reflexiva y revela un profundo conocimiento de la naturaleza humana. Por favor, no la veas una noche en la que simplemente quieras desconectarte: espera a que estés bastante sereno y estés a punto de hablar de ello después. Se merece esa atención y la recompensa. (Roger Ebert)

Pocos directores son tan hábiles como Rohmer a la hora de captar la desordenada moralidad de la vida, lo que da un toque especial a los debates filosóficos que disfrutan sus personajes, largas charlas que (como en la vida real) paradójicamente camuflan e iluminan los motivos y deseos de cada persona. Mi noche con Maud probablemente no sea el mejor lugar para iniciarse en el cine de Rohmer, pero los espectadores experimentados apreciarán sus embriagadores placeres. (Matt Brunson en Film Frenzy)

Cualquiera que sea la forma en que la leamos, Mi noche con Maud sigue una rica tradición de la literatura francesa (pensemos en Pascal, Marivaux o Stendhal) en la que un personaje central amante de la libertad soporta un conflicto entre el deseo y la moral social. Y ésta es una película muy literaria: Rohmer la publicó como un cuento en 1974. Es un gran director en su estilo literario, pero echo de menos las imágenes, el ingenioso trabajo de cámara y el montaje de otros grandes directores. Supongo que es una herejía decirlo, pero muchos críticos lo hacen: Rohmer no es muy cinematográfico, a pesar de su excelente director de fotografía, Néstor Almendros. Rohmer evita las tácticas habituales del cine para dejarnos centrados en el argumento moral y en un retrato realista del mundo actual en el que debemos tomar decisiones morales. (Norman Holland en A Sharper Focus)

¿Deberíamos decirlo? No nos aburrimos ni un momento a lo largo de estos 115 minutos que son tanto un crudo “retazo de vida” como una extraña mezcla de cine “independiente” y “popular”, yendo tanto en contra del cine underground y experimental como del cine comercial de la época. Rohmer persistió y firmó así su enfoque neorrealista y neoexperimental de la teología. (Francis Moury en Stalker)

Sin música, austera y en un bello blanco y negro que resalta tanto el interior burgués de Maud como las calles nevadas de Clermont-Ferrand, la película se compone de varios diálogos largos. Los más importantes son el que sostiene Jean-Louis con Vidal en un café, luego con este último y Maud, y finalmente entre Jean-Louis y Françoise (Marie-Christine Barrault), en el coche y luego en una residencia de estudiantes. Rohmer describe un entorno que conoce bien, el de los intelectuales, académicos o escritores de provincias, a los que todavía no se les llamaba bohemios burgueses. Con Vidal y Maud, Jean-Louis analiza la apuesta de Pascal, la gracia, el cálculo de probabilidades, las convicciones religiosas... Rohmer es el único cineasta que sabe cómo escribir y filmar diálogos de este tipo sin resultar aburrido ni pesado ni un solo momento. La inteligencia del guión y el humor de las situaciones contribuyen en gran medida al éxito de una historia sin concesiones ni adornos. Como suele ocurrir con Rohmer, los valores de los personajes se contradicen con sus acciones. (Gérard Crespo en À voir, à lire)

El minuto veintiséis de Mi noche con Maud da origen a uno de esos placeres para el espectador que permiten ver grandes películas sin pensarlo dos veces. Y, puesto que se trata del cine de Eric Rohmer, para disipar muchos malentendidos. Es a Jean-Louis Trintignant a quien debemos este momento de gracia. A Maud, que le pregunta si es "católico practicante", insistiendo, asombrada e incisiva, en el segundo término de la expresión, el joven responde con un "Bueno, sí" acompañado de una sonrisa fugaz y vacilante donde podemos leer vergüenza, orgullo, humildad, codicia y triunfo, todo a la vez. Sutileza infinita de un actor consumado, al servicio de una obra que no lo es menos. (Thierry Méranger en Le Monde del 12 de enero de 2010)

Película estrenada en España el circuito de arte y ensayo. En Barcelona el 28 de marzo de 1970 en el cine Balmes; en Madrid, el 29 de marzo de 1970 en el cine Alexandra.

Reparto: Jean-Louis Trintignant, Françoise Fabian, Marie-Christine Barrault, Antoine Vitez.

jueves, 4 de julio de 2024

Dulce pájaro de juventud (Sweet Bird of Youth, 1962). Richard Brooks

Un fracasado aspirante a actor regresa a su ciudad natal convertido en el gigoló de una estrella en declive que promete introducirlo en el mundo del cine. Pero lo que realmente desea es recuperar el amor de su antigua novia, la hija del cacique local.

No menos méritos reúne la cinta de referencia tanto en lo que se refiere a la elaboración del guión, de extraordinaria calidad— lo que es fácil de comprender habida cuenta la rara calidad del modelo en que se ha inspirado —como por la excelente y cuidada elaboración cinematográfica a que la ha sometido Richard Brooks, director de sobresalientes méritos. (...) En el aspecto formal, la película exhibe también grandes méritos, si bien cinematográficamente hablando, estos aparecen condicionados por un claro predominio de lo teatral tanto en el desarrollo de las secuencias, por lo general de lenta elaboración, como, por la abundancia del diálogo. Pero ello sucede con la aquiescencia del guionista y director, consciente de que el tema sólo puede dar así sus mejores posibilidades. La cámara, extraordinariamente sensible, logra extraer de cada escena el máximo fruto y contribuye a crear una atmósfera enrarecida, de dolorosa sensibilidad. (J. Pedret Muntañola en La Vanguardia del 24 de febrero de 1963)

“Dulce pájaro de juventud” es una película admirable por su factura, por su realización y por su contenido. Richard Brooks, el director que puso en pie cinematográficamente la resonante obra teatral, no perdió en el canje ninguno de los humanos y sombríos matices del desesperanzado episodio. (....) Película de amargo trance, de sugestión fuerte y de perfecta realización total... (Gabriel García Espina en ABC del 19 de marzo de 1963)

Adaptación de una de las obras más emblemáticas de Tennessee Williams, en la que se abordó más la dimensión política que la estrictamente psicológica. A través de una rigurosa estructura melodramática presenta el conflicto entre un ambiguo personaje y su amenazador entorno. El romántico desenlace cierra coherentemente el tono de dosificada desmesura que preside la progresión narrativa. (Fotogramas)

Las memorables interpretaciones de Paul Newman y Geraldine Page en las secuencias que comparten se convierten en el aspecto más destacado de la película. Brooks construye estas secuencias mediante una estudiada puesta en escena, unas brillantes composiciones del espacio en las que fluyen los diálogos de Williams. Ambos intérpretes vierten en la pantalla la sabiduría que habían adquirido de estos personajes en el teatro. Estos vibrantes momentos se convierten en la mayor virtud del film, pero también en uno de los mayores obstáculos que arrastra en su conjunto, debido al contraste con el decreciente interés que generan las tramas secundarias que rodean a la pareja, referentes a la relación de Chance con su pasado. Estos tramos, necesarios para completar el largometraje, están rodados de una forma más rutinaria, y la galería de personajes secundarios resulta algo maniquea. (Miguel Laviña Guallart en La última película)

Este cínico y deslumbrante drama tiene un fuerte aspecto de artificial, y el final feliz que le da Brooks es inverosímil y absurdo. Si hay algo que decir sobre todo esto, es que la vida es una maraña de derrotas y el lenguaje que usa Williams para gritarlo tiene una extraña y loca cualidad poética. Lo más honesto de la obra de teatro es que el fétido héroe consigue al final lo que se merece. En esta película no sólo se ahorra esa desolación, sino que consigue a su antigua y leal novia en su lugar. (...) "Dulce pájaro de juventud", a pesar de todas sus gráficas escenas y la vigorosa interpretación de sus papeles principales, tiene el tono de una telenovela manipulada, en la que el culebrón está hecho simplemente de lejía, eso es todo. (Bosley Crowther en The New York Times del 29 de marzo de 1962)

Ofrece pocos indicios de lo que hizo que la obra original fuera interesante (especialmente en la producción teatral de Elia Kazan), a pesar del hecho de que se pide a Paul Newman y Geraldine Page que repitan sus papeles originales. (Jonathan Rosenbaum)

Al igual que La gata sobre el tejado de zinc, la obra recibió un tratamiento de limpieza y repaso, de modo que el merecido castigo de Newman (no se había dado cuenta al irse de la ciudad de que había dejado embarazada a Shirley Knight) ya no llega a través de la castración, sino simplemente arruinando un poco su bonito rostro. Todavía podría haber funcionado el film, pero la dirección de Brooks se queda un tanto impasible ante todas estas pasiones sórdidas y ardientes. Sin embargo, se ven reflejadas en toda su extensión por un excelente reparto. Geraldine Page, en particular (como Newman, repitiendo su papel de Broadway) está asombrosa e ingeniosamente desmesurada en su interpretación de la reina del cine que envejece y busca refugio en una neblina de bebida, drogas y sexo. (Tom Milne en Time Out)

Si la presencia de Richard Brooks detrás de la cámara no deja de plantear una serie de límites (el cineasta aún no había encontrado el estilo de sus últimas películas y a menudo sobrecargaba sus films a nivel psicológico), la atmósfera específica del mundo del dramaturgo está perfectamente interpretada: incomunicabilidad, ridículos sueños de gloria, frustración sexual... Todos los ingredientes parecen unirse para hacer justicia a esta neurosis, tal vez complaciente para algunos, pero irresistiblemente fascinante. (Clément Graminiès en Critikat).

Al mismo tiempo que es muy clásica en su puesta en escena (nótese algunos bonitos fundidos que permiten a los personajes sumergirse en su pasado), la película resulta a veces muy dura y presenta personajes desquiciados y torturados. Es difícil no caer bajo el hechizo: Paul Newman (simplemente magnífico, como siempre) y Geraldine Page echando chispas. El único inconveniente: los fans de la obra original lamentarán que esta adaptación sea mucho más suave que el original. El final y otros elementos sulfurosos se han cambiado por completo para ofrecer al espectador una especie de final feliz y no impactar demasiado. Si la adaptación hubiera sido fiel, hubiera sido una verdadera obra maestra. (Gaspard Granaud en Popandfilms.fr)

Géraldine Page y Paul Newman ya representaron la obra en Broadway y tenían experiencia. Richard Brooks ya adaptó a Tennessee Williams con La gata sobre el tejado de zinc, hace dos años. Es casi una apuesta segura sobre el papel. Una vez más, Brooks elige un tema que le permite mellar a Estados Unidos en una airada acusación contra la violencia y el humo y los espejos que a veces es el cine. Del drama original, el cineasta bajó el tono de lo nauseabundo y la perversión para mantener pura la oscuridad. Paul Newman oscila con elegancia entre el cinismo y la ternura, el Sur es racista y pegajoso, la decadencia es inevitable y Estados Unidos es decididamente cruel. (Cinémathèque Française)

Película estrenada en Barcelona el 22 de febrero de 1963 en el cine Coliseum; en Madrid, el 18 de marzo de 1963 en los cines Rialto, Fantasio y Conde Duque.

Reparto: Paul Newman, Geraldine Page, Shirley Knight, Ed Begley, Rip Torn, Mildred Dunnock, Madeleine Sherwood. 

viernes, 28 de junio de 2024

Cuando el destino nos alcance (Soylent Green, 1973). Richard Fleischer


En el año 2022, la población de Nueva York, unos cuarenta millones de habitantes, vive en condiciones miserables. La humanidad ha contaminado y calentado el planeta hasta el punto de que las plantas y los animales prácticamente han desaparecido, y el único sustento disponible es un alimento sintético a base de pláncton, el 'soylent green'. Un día, un caso de asesinato lleva al duro policía Thorn y a su viejo amigo Roth hasta la empresa que lo fabrica.

Fleischer ha construido una película extraordinaria. La descripción es vigorosa. Percibimos claramente un mundo sin flores, sin pájaros, sin animales salvajes; un mundo sin libertad, sin pan; un mundo en el que una sociedad brutal, egoista e indiferente, ha organizado el suicidio en condiciones confortables, porque esos cadáveres voluntariós son recuperables y convertibles en alimentos, en “Soylent Green”. (...)Los decorados, el movimiento de masas, la entonación colorista, algunas visiones futuristas, la hermosura de las mujeres-mueble (...) redondean una película extraordinaria, una obra de ciencia ficción futurista y sociológica que nos conmueve. “Soylent Green” es un alarido de alarma que nos estremecerá y que nadie escuchará de una manera positiva. La Humanidad busca su ruina con la más eficaz de la inconsciencias. (Lorenzo López Sancho en ABC del 22 de febrero de 1974).

Fleischer, que ha logrado en esta película efectos sobrecogedores, cae en la ingenuidad de presentarnos la misma sociedad que conocemos, pero ya en un punto de degradación y decadencia irremediables. (...) Se limita a exponernos el cuadro de esa posible degradación futura como si la humanidad no hubiese sido capaz de hacer nada para remediarla. Ni siquiera modificar sus métodos de vida, y se hubiese sentido presa de circunstancias sociales y ambientales que le impidieron reaccionar. Una hipótesis, por supuesto, falsa. Con todo, la película es interesante y hace reflexionar, pensar, temer... En cualquier caso es una advertencia terrorífica. (A. Martínez Tomás en La Vanguardia del 30 de junio de 1974)

Adaptación de una novela de Harry Harrison, en la que se desarrolla una intriga policial en un contexto futurista. Su planteamiento tiene ciertos puntos de contacto con "Blade Runner", de la que podría ser considerada un antecedente, aunque sigan caminos divergentes. La labor de Fleischer resulta sólida, aunque se eche en falta una mayor dosis de inspiración, sobre todo para crear un sentido opresivo de la atmósfera. (Fotogramas)

Poseedora pues de una belleza puntual que juega a contrarrestar la sobrecogedora brutalidad de su final —un final de un nihilismo completamente desazonador—, sobran los motivos para calificar a 'Cuando el destino nos alcance' como un clásico imprescindible de la ciencia-ficción de todos los tiempos; una calificación ésta sobre la que volveremos de forma intermitente en lo que queda de década de los setenta y que aquí adopta esa carga de verismo sociológico y anticipación con la que siempre han jugado los mejores ejemplos del género. (Sergio Benítez en Espinof)

Por desgracia, el guión, la dirección y los protagonistas que participan en esta lucha por la supervivencia suelen ser tan sintéticos como el "Soylent Green". Por supuesto, hay motivos para ver el próximo siglo con cierto temor, pero "Soylent Green" nos presenta un melodrama esencialmente simple y poderoso con mucha más eficacia que el potencial de destrucción aparentemente estúpida de los recursos de la Tierra por parte del hombre. (A.H. Weiler en The New York Times del 20 de abril de 1973)

La película no está a la altura de lo que promete; si las implicaciones de la sociedad de 2022 se hubieran seguido hasta el final, éste habría sido más inquietante de lo que es. Pero sospecho que el final, que no es una gran sorpresa, obedece a las convenciones de la ciencia ficción y a la novela original de Harry Harrison en la que se basa la película. Esta se ve bien. Al parecer, se gastó mucho dinero en ella (lo que no es nada nuevo para el director Fleischer, cuyos créditos incluyen "Dr. Dolittle" y "¡Tora! ¡Tora! ¡Tora!", sobre las que cuanto menos se diga, mejor). La escena más impresionante es una de las últimas, cuando Robinson decide que ha llegado su momento de morir. Va al "Hogar", un gigantesco centro de eutanasia, donde recibe 20 minutos de su color favorito (naranja) y películas envolventes de cómo solía ser la vida en la Tierra. Su actuación aquí es tremendamente digna, y aún más conmovedora cuando nos damos cuenta de que esta escena de muerte fue la última que filmó. (Roger Ebert)

Aunque no se puede elogiar plenamente a Soylent Green por su capacidad para predecir el futuro, su clarividencia sobre los efectos del calentamiento global resulta inquietante. La película en su conjunto es irregular: sus elementos de ciencia ficción son intrigantes, pero la investigación del misterio del asesinato es, en el mejor de los casos, aburrida y, en el peor, tediosa. No obstante, Soylent Green inventa un mundo convincente y lo puebla de detalles que lo hacen parecer más vivido que muchas composiciones futuristas. Y, aunque el final es lo suficientemente conocido como para eliminar cualquier factor de impacto en su revelación, es fácil ver cómo el público podría haberse horrorizado al conocer la verdad sobre Soylent Green hace casi cincuenta años. (James Berardinelli en Reel Views)

Una maravillosa advertencia sobre los riesgos que todos corremos si el delicado equilibrio de la sociedad humana se alterara, Soylent Green es una de las obras maestras de la ciencia ficción. Su mensaje nada pomposo es transmitido con convicción por un conjunto impecable de actores, así como por la dirección seca y segura de Richard Fleischer, quizás nunca más moderno y atemporal al mismo tiempo que en esta película. Este último incluso se permite vislumbrar el abismo, también poco edificante, sobre el lugar del cine en nuestras vidas, durante la proyección en el Hogar, donde las imágenes del paraíso terrenal remiten directamente a la naturaleza mentirosa del Séptimo Arte. (Tobias Dunschen en Critique Film.fr)

Con Soylent Green, Richard Fleischer nos ofrece uno de sus últimos diamantes, testimonio de su talento como director, de su agudo sentido narrativo y estético. Una película que marca irremediablemente a todos sus espectadores, incluso cuarenta años después de su rodaje. He aquí la prueba de que, treinta años después del inicio de su carrera, y a pesar de una completa convulsión en el mundo de Hollywood, este director de tantas obras maestras todavía estaba en la cima de su arte. Si bien se trata de su última gran película, todavía nos reservaba agradables sorpresas, ya que pocos meses después del rodaje de Soylent Green nos ofreció The Don is Dead, otra película profundamente conmovedora en el contexto totalmente diferente del cine sobre la mafia. (Philippe Paul en DVD Classik)

Soylent Green es la adaptación de la novela homónima de Harry Harrison, publicada en 1966, que aborda el tema de la superpoblación. Richard Fleischer sitúa el problema demográfico al margen de su película. Para él, la catástrofe es menos malthusiana que ecológica. Basta mirar los extraordinarios créditos iniciales de la película para comprender hacia dónde nos quiere llevar el director de 20.000 leguas de viaje submarino y Viaje fantástico: rápidamente aparecen varias fotografías, la América de los padres fundadores, una naturaleza resplandeciente, luego, de repente, el ritmo de las imágenes se ralentiza a medida que se afianza la revolución industrial. Entonces no aparecen más que vertederos y barrios marginales. El mítico espacio americano, que parecía infinito, se cerró de repente. (Samuel Blumenfeld en Le Monde)

Película estrenada en Madrid el 20 de febrero de 1974 en el cine Paz; en Barcelona, el 28 de junio de 1974 en el cine Regio Vistarama Palace.

Reparto: Charlton Heston, Edward G. Robinson, Leigh Taylor-Young, Chuck Connors, Joseph Cotten, Brock Peters, Paula Kelly, Whit Bissell.

viernes, 21 de junio de 2024

La habitación verde (La chambre verte, 1978). François Truffaut


A finales de los años 20, en un pequeño pueblo francés vive el periodista Julien Davenne, viudo desde hace diez años. Todas las cosas de su mujer las ha guardado en la habitación pintada de verde y cuando un incendio la destruye, construye una pequeña capilla dedicada a su mujer y a otros seres queridos.

Adaptación de dos novelas de Henry James que constituyó el mayor fracaso comercial en la carrera de su director. Recrea una serie de obsesiones necrofílicas y fetichistas que se desarrollan en un tono al borde de la claustrofobia. El resultado es apasionante, pese a la desazón que se desprende de sus imágenes. Film inédito en España. (Fotogramas)

Se trata de una película más melancólica que lúgubre, sensación fomentada por la fotografía del genial Néstor Almendros que en ocasiones utiliza únicamente luz de velas para iluminar algunas escenas. Y seguramente por ello acabó siendo el mayor fracaso de taquilla de la carrera de Truffaut. Era una obra demasiado personal y que ahondaba demasiado en un tema que nunca ha sido especialmente del agrado del gran público. Pero aunque no sea una de sus mejores películas, creo que a nivel de contenido es una de las más profundas de su carrera y que como mínimo consigue su propósito de hacernos reflexionar sobre la muerte y la importancia del recuerdo. (El gabinete del doctor Mabuse)

Si en Fahrenheit 451 Truffaut rendía homenaje a la propia biblioteca personal, en esta película aparecen fotografías de Jean Cocteau o Maurice Jaubert. El guiño de Truffaut a seres importantes de su vida, que han sido maestros, está presente en la película, es una forma de inmortalizarlos a través de su mirada en las fotografías, como si la vida se instala dentro de la muerte, los seres que respiran en la estancia vuelven de nuevo a lo que fueron, al peso que tuvieron en su existencia. No hay que olvidar una foto de Henry James, doblemente homenajeado, porque utiliza sus cuentos como base para la película pero también su rostro para revivirlo en esa habitación verde. Incluso aparece Oskar Werner, actor que había trabajado con el cineasta francés en Jules et Jim y en la citada Fahrenheit como el bombero que debe quemar los libros para que nadie tenga recuerdos del mundo de la cultura, en una sociedad aséptica y automatizada. Dice Julien a Cecilia que se trata de un soldado alemán que murió en la Primera Guerra Mundial. El físico de Werner, rubio y de ojos azules, encaja en esa mentira que une la ficción y la realidad con maestría. (Pedro García Cueto en Cinecritic)

De manera muy consciente, Truffaut nos mantiene a un paso de distancia del dolor de Julien Davenne, de modo que, aunque lo apreciamos y lo creemos, nunca nos identificamos con él ni sentimos compasión por él. Estamos separados para siempre del dolor que se refleja en la pantalla, de la misma manera que estamos separados del rostro de Julien que vemos en una toma especialmente extraordinaria: los rasgos distorsionados por el cristal ondulado de una puerta. Es el rostro de una de esas criaturas atormentadas de Edvard Munch, justo después del grito de terror. La obsesión de Julien, que comienza con la pérdida de su esposa, finalmente se extiende para incluir a todos los muertos que alguna vez fueron importantes para él. Mientras se los recuerde, seguirán vivos, dice. (Vincent Canby en The New York Times del 14 de septiembre de 1979)

La habitación verde es un cambio de estilo poco habitual en este autor: un retrato oscuro y devastador de un hombre consumido por un dolor tan profundo que es incapaz de experimentar la belleza y la alegría de la vida. También es una película muy ambiciosa y provocadora, no sólo sobre la obsesión miope y autodestructiva de un hombre con la pérdida y la mortalidad, sino también sobre el homenaje a las personas que han afectado su vida y que ha perdido para siempre. La admisión de que la vida de Truffaut ha sido alterada por las imágenes indelebles que lo rodean es un gesto de profunda reverencia, y no de vanidad. (Senses of Cinema)

La habitación verde, de François Truffaut, es un oscuro estudio de personajes extrapolado tres relatos de Henry James, que cuenta una retorcida historia de amor a través del prisma de un dolor tan poderoso que obliga a un hombre a prácticamente retirarse de la experiencia humana. A la tragedia de la pieza se suma la ironía de que la pérdida lleva al protagonista a un contacto íntimo con una mujer que está rota de la misma manera, pero no en el mismo grado; por lo tanto, la promesa de renovación se cierne sobre la historia de un hombre resignado al olvido. Al abordar estos temas sombríos en su estilo literario característico, Truffaut crea una experiencia que a veces es más intelectual que visceral, por lo que algunos espectadores encontrarán la pieza gélida y tal vez incluso impenetrable. Para aquellos dispuestos a aceptar el desinterés de Truffaut en tocar acordes que complazcan al público mientras interpreta esta sonata en particular, La habitación verde es intrigante. (Peter Hanson en Every70s Movie)

Truffaut eligió interpretar él mismo al personaje principal “para que la película fuera más íntima” y, de hecho, es difícil determinar hasta qué punto se compara con Julien Davenne. Durante la entrevista con el secretario del obispado, es innegable que es el cineasta quien habla: ésta no es una película sobre el culto a los muertos y no hay nada religioso en su enfoque. En realidad, Truffaut se mantiene firme en su negativa a olvidar, en su deseo de seguir viviendo con los muertos. La película es seria, un poco morbosa, la obsesión del protagonista tiene algo de preocupante y la inserción de un alter ego femenino más flexible en sus posiciones (y con el que se supone que debemos identificarnos) no quita nada al malestar. (L'Oeil sur l'Ecran)

La capilla es también el museo íntimo y personal de Truffaut. Mezcla retratos de hombres y mujeres que le importaban, incluidos escritores, artistas y actores, a quienes conocía personalmente o no. Juega con anacronismos y guiños: Oscar Lewenstein, que desempeñó en Les deux Anglaises et le Continent el papel de árbitro durante el proyecto de matrimonio de Claude y Muriel, se presenta aquí como un "campeón del 'arbitraje de conflictos', Oskar Werner, con quien Truffaut discutió en el set de Fahrenheit 451, se convierte en un soldado alemán que murió en combate. También hay retratos de Proust, Cocteau, Queneau, Prokoviev, Oscar Wilde y Serge Rousseau, un amigo íntimo del cineasta que aparece al final de Baisers Volés. Maurice Jaubert, compositor de muchas bandas sonoras de películas clásicas de los años 30 y que murió en 1940, también tiene su retrato, y es su música la que el espectador escucha en La chambre verte. Las fotografías que adornan las paredes de la capilla permiten así a Truffaut dedicar un culto al propio cine y, por tanto, a las imágenes. El cine, a través de sus fotogramas, fija el retrato de actrices y actores para darles un presente eterno. Es el propio Truffaut quien se expresa a través de su personaje cuando revela la capilla iluminada a Cécilia. (Cinegraphe)

¿Será por esta dimensión reflexiva o por su lado morboso que La chambre verte fue un rotundo fracaso comercial? O, como escribió en su momento Claude Mauriac (1978), porque "sólo algunos ancianos, algunos jóvenes y François Truffaut, que en nuestro tiempo es como un extranjero de otra época", todavía recordaban a los muertos de 1914-1918 a finales de los años 1970? Es difícil de responder. Esta película profundamente melancólica, seria y modesta, sin duda el logro más personal del cineasta, en la que puso lo mejor de sí mismo (de ahí su profunda amargura ante el rechazo del público), es una puesta en abismo de la especificidad del cine. Las imágenes animadas, como se decía desde las primeras vistas de los Lumière en 1895, contribuyen a “devolver la vida a los muertos”. En este sentido, La habitación verde, como todas las películas cuyos protagonistas ya no están, muestra seres que rondan las salas oscuras, esas capillas ardientes del séptimo arte donde se mantiene el culto al cine y a sus actores. Una especie de placer necrófilo que no es ajeno a toda verdadera pasión por el cine, como la de ciertos cinéfilos de la Cinémathèque française, “ese lugar donde”, escribió François Truffaut a Abel Gance, “la mayoría de las veces vamos con la impresión de ir a tu casa". (Marie Martin y Laurent Véray en Érudit)

Película no estrenada comercialmente en España. TVE la pasó el 16 de octubre de 1985 en el espacio Sesión de noche dentro de un ciclo dedicado a François Truffaut.

Reparto: François Truffaut, Nathalie Baye, Jean Dasté, Jean-Pierre Moulin, Antoine Vitez, Jeanne Lobre, Serge Rousseau, Marcel Berbert.

martes, 18 de junio de 2024

Asesinato por decreto (Murder by Decree, 1979). Bob Clark


Londres, 1888. En el barrio de Whitechapel se producen una serie de violentos y sanguinarios crímenes que tienen algo en común: las víctimas son siempre prostitutas asesinadas en oscuros callejones. El asesino será pronto conocido con el nombre de Jack el Destripador. En Baker Street, Sherlock Holmes y su ayudante el Doctor Watson empiezan a investigar por su cuenta los horribles crímenes que tienen aterrorizada a la ciudad. A pesar de que el jefe de Scotland Yard preferiría no hacerlo, no tiene más remedio que pedirles ayuda para resolver el caso. 

El ritmo de Clark, su lenguaje narrativo es excelente, pero sin concesiones al gran público. (...) Más que un filme policíaco al uso, «Asesinato por decreto» es una cinta que llega a desvelar la instrumentación del estado moderno y sus posibilidades de alargar un brazo criminal hasta límites insospechados. De esta manera, la cinta convence plenamente. Si sólo se busca la evasión, puede decepcionar, porque Clark no busca los recursos fáciles. (Angeles Masó en La Vanguardia del 3 de octubre de 1979)

Bob Clark no se luce precisamente como realizador; ni el uso de unos aberrantes “ojos de pez” ni de unos interminables y caprichosos “travellings”, añaden otra cosa que pretenciosidad a las imágenes de este “Asesinato por decreto”, salpicadas de espectacularidades superficiales y presentado con un montaje sólo medianamente habilidoso. Con todo, la película se sigue sin agobios ni especiales aburrimientos. (Pedro Crespo en ABC del 8 de octubre de 1979)

El director, Bob Clark, conduce el relato con corrección, aunque recreándose quizá en exceso en los brumosos decorados del Londres de los barrios bajos, escenario siempre tan agradecido para este tipo de crímenes novecentistas. Es verdad que la narración adolece de ciertas lagunas, más achacables al guion que a su puesta en escena. Clark dirige con buena mano a un muy entonado grupo de estrellas, que avalan el film con su presencia; especialmente destacable nos parece la ajustada composición de James Mason como el doctor Watson. Una intervención episódica de John Gielgud sirve para confirmar su gran clase de actor indiscutible. La fotografía de Reginald Morris, como decíamos, se recrea en los paisajes sórdidos del Londres finisecular, creando una notable, a ratos incluso agobiante atmósfera de suspense. (Enrique Colmena en Criticalia.com)

Clark sabe mantener el ritmo de la acción de forma pausada pero imparable: basado en un guión muy bien escrito, el misterio es desarrollado por Clark ofreciendo los datos necesarios para que el espectador vaya percibiendo los vericuetos de la solución, huyendo de la trampa fácil y la especulación circense sin rechazar momentos de acción física en unos lugares recreados como es usual en una producción británica con casi tanto mimo como en el apartado del vestuario, aunque ciertamente algún añadido piloso está un pelín exagerado, o eso me pareció. Hay quien asegura que estos Holmes y Watson son los mejores: para mí esa es una motivación añadida que me impele a darle un repasito, máxime cuando, por fin, uno puede disfrutar de la versión original subtitulada de una aventura que, seguramente, hubiera complacido y atemorizado a Sir Arthur Conan Doyle. (El bloc de Josep)

"Murder by Decree" es una película divertida y sin complicaciones, que no está al nivel de "The Seven-Per-Cent Solution" (1976) de Nicholas Meyer, pero sin duda está muy por delante de muchas otras películas actuales que se hacen pasar por entretenimiento popular. El guión de Hopkins es divertido sin ser condescendiente, más consciente de la historia, tal vez, de lo que lo fueron los misterios de Conan Doyle, pero siempre aprecia la fortaleza de los personajes originales y la etiqueta observada en el curso de cada investigación. (...) La resolución final del misterio no es ni más ni menos convincente que la de docenas de otros casos de Holmes que probablemente hayas disfrutado, aunque éste intenta un poco establecer analogías con el caso Watergate. Sin embargo, la resolución de cualquier caso de Holmes nunca ha sido tan importante como la persecución en sí, y cuando la persecución es tan entretenida como ésta, no tiene mucho sentido mirar atrás. (Vincent Canby en The New York Times del 9 de febrero de 1979)

El ecléctico director Bob Clark, que a aquellas alturas de su carrera acababa de escapar del gueto de las películas de terror de bajo presupuesto, es el encargado de orquestar toda la película. Como es lógico, Clark envuelve Murder by Decree con suficientes sombras y humo como para alimentar una docena de fiestas de terror. La película incluye mucho acecho en lugares oscuros, así como interrogatorios a sospechosos en habitaciones ornamentadas, por lo que el contraste entre lugares elegantes y sórdidos le viene bien a la historia. Aun así, resulta un poco larga y Plummer es bastante frío, lo que hace difícil obtener mucha emoción mientras se ve la película. En consecuencia, el grado de interés que tengas por Murder by Decree dependerá de lo intrigante que te parezca el misterio central y de lo satisfactorio que te parezca el final, que puede atar las cosas demasiado bien para algunos gustos. (Peter Hanson en Every 70s Movie)

Tal como está escrita, Murder By Decree es un thriller verdaderamente cautivador, en el que Holmes se adentra en el caso y la conspiración para descubrir la verdad. El director de la película, Bob Clark, que hizo la brillante película de terror Black Christmas (1974), dirige la película con seguridad, tanto en términos de mantener el ritmo de la historia como en la creación de una atmósfera verdaderamente inquietante durante los asesinatos, pero también en Londres nocturno. Lo ayuda un brillante diseño de producción. La película se considera un thriller, pero yo diría sin duda que, debido al diseño y la atmósfera, también debería considerarse una película de terror, que evoca el horror de la Hammer en su máxima expresión. (Kevin Crighton en The Grump of Horror)

Visualmente, la reconstrucción es elegante (magníficas tomas de maquetas y pintura mate en las vistas panorámicas de Londres), pero lamentamos que Clark se muestre tan blando en los momentos de suspense y acción (que, sin embargo, sabe conducir notablemente) cuya ejecución (un secuestro a plena luz del día, el duelo final) alivia un poco la tensión. Muy interesante, por tanto, aunque sobre el tema prefiramos la miniserie de 1988 con Michael Caine, o From Hell (2001) de los hermanos Hughes con una atmósfera más opresiva. (Justin Kwedi en DVD Classik)

Incapaz de contar con claridad los entresijos de una trama enrevesada, Bob Clark muchas veces se pierde y nunca logra explicar cómo el excelente detective logra desenredar los hilos de la historia. Prueba de la torpeza general, el cineasta se ve obligado a pasar el último cuarto de hora de la película multiplicando flashbacks para dar sentido a todo lo que precede. Ciertamente, el discurso dirigido contra la monarquía británica es bastante audaz, pero nos hubiera gustado que estuviera respaldado por una mecánica policial impecable, lo cual está lejos de ser el caso. (Virgile Dumez en CinéDweller.com)

La película se pierde un poco en las explicaciones de la trama, especialmente en el final fallido que pesa considerablemente sobre la película, por lo demás bastante bien equilibrada. El director Bob Clark nos ofrece una producción elegante. La película tenía un presupuesto limitado (4 millones de dólares) pero no se nota en pantalla. La reconstrucción del Londres de la época victoriana está absolutamente lograda. En términos de reparto, Christopher Plummer interpreta a un Sherlock bastante atípico, porque demuestra sus emociones mucho más de lo habitual. ¡Así vemos a Holmes perder los estribos e incluso llorar ante la injusticia del destino de una joven! Una herejía para cualquier fan del famoso detective. (Nicolas Botti en Cinéma de Rien)

Película estrenada en Barcelona el 1 de octubre de 1979 en los cines Excelsior, Palacio Balañá. Río y Pedro IV; en Madrid, el 8 de octubre de 1979 en el cine Avenida.

Reparto: Christopher Plummer, James Mason, David Hemmings, Susan Clark, Anthony Quayle, John Gielgud, Frank Finlay, Donald Sutherland, Geneviève Bujold.