Aún tratándose de una obra equilibrada, interesante y de un
asunto audaz, cae en un cerebralismo excesivamente intelectualista y de una
verbosidad exuberante. En la mayor parte de su proyección, es teatro filmado,
aun cuando alcance, como tal teatro, una estimable calidad. En su exuberancia dialéctica
y didáctica, los personajes hablan por los codos con un verdadero
desbordamiento logomáquico. (...) A partir de este instante en que cesa el verbalismo
y comienza la acción, es cuando la película cobra interés humano y fuerza emocional.
(A. Martínez Tomás en La Vanguardia del 29 de marzo de 1970)
Eric Rohmer pone entre la pantalla y el espectador, barreras
de pedantería, de pretensiones, de lecturas mal digeridas, de
trascendentalismos deliberados y se le observa cansado de tanto ponerse de
puntillas para parecer intelectual. Y es lástima, porque técnica,
fotográficamente, su experiencia y estilo merecen mejor tema, sobre todo algo
más claro, porque los personajes principales: un católico practicante, un
ingeniero, un marxista –y por tanto sin creencias religiosas- y una muchacha agnóstica
(ahora se emplea este termino para muchas actitudes, cuando el agnosticismo es,
concretamente, la filosofía que no admite el conocimiento de lo absoluto, ni el
de las causas primeras) se arman un gran lío entre tan complicadas cuestiones,
y el público no sabe por dónde va a tirar el director, pues deja que cada cual
siga su camino sin resolver nada, por lo que hay una desproporción entre el
argumento, la acción –el desenvolvimiento del suceso, según las reglas del arte
cinematográfico- y los problemas religiosos que se plantean que quedan sin
solución, aunque en el caso de Jean-Louis son tan nobles y decididos, y en el
de Vidal, tan rotundos y concretos, con figuras un tanto misteriosas y vulgares
como Maud y Françoise. (Antonio de Obregón en ABC del 31 de marzo de 1970)
Este "cuento moral" es el que posee mayor profundidad filosófica. Basándose en Pascal, Rohmer planteó las contradicciones de un intelectual católico a través de su relación dialéctica con una atractiva librepensadora. Estructurado a partir de una serie de brillantes diálogos, se apoya en un estilo sobrio y un ritmo reposado pero impecable. Resulta un ejercicio apasionante pese a su fría apariencia. (Fotogramas)
No es lo mismo pasar una noche con Maud que pasarla en casa de Maud, y es que la traducción española del título conduce a la confusión, parece más cercana e íntima de lo que en realidad es esa noche. Las interpretaciones mayoritarias de la película hablan de la prueba de fuego que para Jean-Louis (Jean-Louis Trintignant) supone superar la noche con Maud sin aprovechar la aventura sexual que se le propone, reafirmando así una especie de combate moral en el que habría salido vencedor pues su castidad no habría sucumbido en aras de mantener una vida cristiana. Personalmente creo que lo que la película retrata es al arquetipo del hipócrita revestido de falso moralista. (Miguel Martín en Cinema esencial)¿Deberíamos decirlo? No nos aburrimos ni un momento a lo largo de estos 115 minutos que son tanto un crudo “retazo de vida” como una extraña mezcla de cine “independiente” y “popular”, yendo tanto en contra del cine underground y experimental como del cine comercial de la época. Rohmer persistió y firmó así su enfoque neorrealista y neoexperimental de la teología. (Francis Moury en Stalker)
Sin música, austera y en un bello blanco y negro que resalta tanto el interior burgués de Maud como las calles nevadas de Clermont-Ferrand, la película se compone de varios diálogos largos. Los más importantes son el que sostiene Jean-Louis con Vidal en un café, luego con este último y Maud, y finalmente entre Jean-Louis y Françoise (Marie-Christine Barrault), en el coche y luego en una residencia de estudiantes. Rohmer describe un entorno que conoce bien, el de los intelectuales, académicos o escritores de provincias, a los que todavía no se les llamaba bohemios burgueses. Con Vidal y Maud, Jean-Louis analiza la apuesta de Pascal, la gracia, el cálculo de probabilidades, las convicciones religiosas... Rohmer es el único cineasta que sabe cómo escribir y filmar diálogos de este tipo sin resultar aburrido ni pesado ni un solo momento. La inteligencia del guión y el humor de las situaciones contribuyen en gran medida al éxito de una historia sin concesiones ni adornos. Como suele ocurrir con Rohmer, los valores de los personajes se contradicen con sus acciones. (Gérard Crespo en À voir, à lire)
El minuto veintiséis de Mi noche con Maud da origen a uno de esos placeres para el espectador que permiten ver grandes películas sin pensarlo dos veces. Y, puesto que se trata del cine de Eric Rohmer, para disipar muchos malentendidos. Es a Jean-Louis Trintignant a quien debemos este momento de gracia. A Maud, que le pregunta si es "católico practicante", insistiendo, asombrada e incisiva, en el segundo término de la expresión, el joven responde con un "Bueno, sí" acompañado de una sonrisa fugaz y vacilante donde podemos leer vergüenza, orgullo, humildad, codicia y triunfo, todo a la vez. Sutileza infinita de un actor consumado, al servicio de una obra que no lo es menos. (Thierry Méranger en Le Monde del 12 de enero de 2010)
Película estrenada en España el circuito de arte y ensayo. En Barcelona el 28 de marzo de 1970 en el cine Balmes; en Madrid, el 29 de marzo de 1970 en el cine Alexandra.
Reparto: Jean-Louis Trintignant, Françoise Fabian, Marie-Christine Barrault, Antoine Vitez.
Quizá uno de los atractivos del cine de Rohmer es lo enigmático que resulta a veces.
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