viernes, 12 de julio de 2024

Mi noche con Maud (Ma nuit chez Maud, 1969). Éric Rohmer


Jean-Louis, un ingeniero católico de treinta años, descubre un día a la salida de misa a Françoise, una mujer rubia, y presiente que algún día se casará con ella, pero la pierde entre la multitud. Por otra parte, su viejo amigo Vidal, marxista convencido, lo lleva a casa de Maud, una bella divorciada.

Aún tratándose de una obra equilibrada, interesante y de un asunto audaz, cae en un cerebralismo excesivamente intelectualista y de una verbosidad exuberante. En la mayor parte de su proyección, es teatro filmado, aun cuando alcance, como tal teatro, una estimable calidad. En su exuberancia dialéctica y didáctica, los personajes hablan por los codos con un verdadero desbordamiento logomáquico. (...) A partir de este instante en que cesa el verbalismo y comienza la acción, es cuando la película cobra interés humano y fuerza emocional. (A. Martínez Tomás en La Vanguardia del 29 de marzo de 1970)

Eric Rohmer pone entre la pantalla y el espectador, barreras de pedantería, de pretensiones, de lecturas mal digeridas, de trascendentalismos deliberados y se le observa cansado de tanto ponerse de puntillas para parecer intelectual. Y es lástima, porque técnica, fotográficamente, su experiencia y estilo merecen mejor tema, sobre todo algo más claro, porque los personajes principales: un católico practicante, un ingeniero, un marxista –y por tanto sin creencias religiosas- y una muchacha agnóstica (ahora se emplea este termino para muchas actitudes, cuando el agnosticismo es, concretamente, la filosofía que no admite el conocimiento de lo absoluto, ni el de las causas primeras) se arman un gran lío entre tan complicadas cuestiones, y el público no sabe por dónde va a tirar el director, pues deja que cada cual siga su camino sin resolver nada, por lo que hay una desproporción entre el argumento, la acción –el desenvolvimiento del suceso, según las reglas del arte cinematográfico- y los problemas religiosos que se plantean que quedan sin solución, aunque en el caso de Jean-Louis son tan nobles y decididos, y en el de Vidal, tan rotundos y concretos, con figuras un tanto misteriosas y vulgares como Maud y Françoise. (Antonio de Obregón en ABC del 31 de marzo de 1970)

Este "cuento moral" es el que posee mayor profundidad filosófica. Basándose en Pascal, Rohmer planteó las contradicciones de un intelectual católico a través de su relación dialéctica con una atractiva librepensadora. Estructurado a partir de una serie de brillantes diálogos, se apoya en un estilo sobrio y un ritmo reposado pero impecable. Resulta un ejercicio apasionante pese a su fría apariencia. (Fotogramas)

No es lo mismo pasar una noche con Maud que pasarla en casa de Maud, y es que la traducción española del título conduce a la confusión, parece más cercana e íntima de lo que en realidad es esa noche. Las interpretaciones mayoritarias de la película hablan de la prueba de fuego que para Jean-Louis (Jean-Louis Trintignant) supone superar la noche con Maud sin aprovechar la aventura sexual que se le propone, reafirmando así una especie de combate moral en el que habría salido vencedor pues su castidad no habría sucumbido en aras de mantener una vida cristiana. Personalmente creo que lo que la película retrata es al arquetipo del hipócrita revestido de falso moralista. (Miguel Martín en Cinema esencial)

"Mi noche con Maud", de Eric Rohmer, trata sobre el amor, la fe católica, el lenguaje corporal y los juegos a los que juega la gente. Es, sin duda, la mejor película que he visto sobre esos cuatro temas. También es una película inteligente y refrescante: no es que sea ideológica ni académica (ni mucho menos), sino que es reflexiva y revela un profundo conocimiento de la naturaleza humana. Por favor, no la veas una noche en la que simplemente quieras desconectarte: espera a que estés bastante sereno y estés a punto de hablar de ello después. Se merece esa atención y la recompensa. (Roger Ebert)

Pocos directores son tan hábiles como Rohmer a la hora de captar la desordenada moralidad de la vida, lo que da un toque especial a los debates filosóficos que disfrutan sus personajes, largas charlas que (como en la vida real) paradójicamente camuflan e iluminan los motivos y deseos de cada persona. Mi noche con Maud probablemente no sea el mejor lugar para iniciarse en el cine de Rohmer, pero los espectadores experimentados apreciarán sus embriagadores placeres. (Matt Brunson en Film Frenzy)

Cualquiera que sea la forma en que la leamos, Mi noche con Maud sigue una rica tradición de la literatura francesa (pensemos en Pascal, Marivaux o Stendhal) en la que un personaje central amante de la libertad soporta un conflicto entre el deseo y la moral social. Y ésta es una película muy literaria: Rohmer la publicó como un cuento en 1974. Es un gran director en su estilo literario, pero echo de menos las imágenes, el ingenioso trabajo de cámara y el montaje de otros grandes directores. Supongo que es una herejía decirlo, pero muchos críticos lo hacen: Rohmer no es muy cinematográfico, a pesar de su excelente director de fotografía, Néstor Almendros. Rohmer evita las tácticas habituales del cine para dejarnos centrados en el argumento moral y en un retrato realista del mundo actual en el que debemos tomar decisiones morales. (Norman Holland en A Sharper Focus)

¿Deberíamos decirlo? No nos aburrimos ni un momento a lo largo de estos 115 minutos que son tanto un crudo “retazo de vida” como una extraña mezcla de cine “independiente” y “popular”, yendo tanto en contra del cine underground y experimental como del cine comercial de la época. Rohmer persistió y firmó así su enfoque neorrealista y neoexperimental de la teología. (Francis Moury en Stalker)

Sin música, austera y en un bello blanco y negro que resalta tanto el interior burgués de Maud como las calles nevadas de Clermont-Ferrand, la película se compone de varios diálogos largos. Los más importantes son el que sostiene Jean-Louis con Vidal en un café, luego con este último y Maud, y finalmente entre Jean-Louis y Françoise (Marie-Christine Barrault), en el coche y luego en una residencia de estudiantes. Rohmer describe un entorno que conoce bien, el de los intelectuales, académicos o escritores de provincias, a los que todavía no se les llamaba bohemios burgueses. Con Vidal y Maud, Jean-Louis analiza la apuesta de Pascal, la gracia, el cálculo de probabilidades, las convicciones religiosas... Rohmer es el único cineasta que sabe cómo escribir y filmar diálogos de este tipo sin resultar aburrido ni pesado ni un solo momento. La inteligencia del guión y el humor de las situaciones contribuyen en gran medida al éxito de una historia sin concesiones ni adornos. Como suele ocurrir con Rohmer, los valores de los personajes se contradicen con sus acciones. (Gérard Crespo en À voir, à lire)

El minuto veintiséis de Mi noche con Maud da origen a uno de esos placeres para el espectador que permiten ver grandes películas sin pensarlo dos veces. Y, puesto que se trata del cine de Eric Rohmer, para disipar muchos malentendidos. Es a Jean-Louis Trintignant a quien debemos este momento de gracia. A Maud, que le pregunta si es "católico practicante", insistiendo, asombrada e incisiva, en el segundo término de la expresión, el joven responde con un "Bueno, sí" acompañado de una sonrisa fugaz y vacilante donde podemos leer vergüenza, orgullo, humildad, codicia y triunfo, todo a la vez. Sutileza infinita de un actor consumado, al servicio de una obra que no lo es menos. (Thierry Méranger en Le Monde del 12 de enero de 2010)

Película estrenada en España el circuito de arte y ensayo. En Barcelona el 28 de marzo de 1970 en el cine Balmes; en Madrid, el 29 de marzo de 1970 en el cine Alexandra.

Reparto: Jean-Louis Trintignant, Françoise Fabian, Marie-Christine Barrault, Antoine Vitez.

1 comentario:

  1. Quizá uno de los atractivos del cine de Rohmer es lo enigmático que resulta a veces.

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