jueves, 4 de diciembre de 2014

The Roaring Twenties (1939). Raoul Walsh


Estados Unidos, Ley Seca, años 20. Relato sobre los diferentes caminos que siguen tres veteranos que se conocen durante la Primera Guerra Mundial (1914-1918). Cuando regresan a América tras luchar por su país, tropiezan con el problema del desempleo y con grandes difícultades económicas. Uno de ellos (Lynn) seguirá con decisión el buen camino; otro (Cagney), amargado por la falta de futuro, no encuentra más salida que el contrabando ilegal de licor; el tercero (Bogart) se convierte en un implacable gángster.

El filme narra la ascensión y caída de un gángster, Eddie Bartlett (James Cagney), dedicado al contrabando de licor en la época de la Ley Seca, y se desarrolla en un espacio de tiempo muy amplio, el que media entre el final de la I Guerra Mundial (1918) y el crack de Wall Street (1929) y la posterior elección presidencial de Franklin Delano Roosevelt (1932). Para cubrir este lapso temporal, el director recurre a menudo al resumen mediante hábiles efectos de montaje, utilizando en ocasiones material de archivo grabado en la época. Este hecho, unido a la utilización de titulares de periódico y a la voz en off que va comentando la historia y explicando los hitos fundamentales en la historia de la prohibición, confiere a la película un tono cercano al del documental. En la película se critica sin tapujos la Ley Seca y su indudable efecto en el incremento de la criminalidad, así como la corrupción policial imperante (un agente de policía entra en un bar clandestino ante la indiferencia general y se limita a reprochar a un parroquiano que haya dejado el vehículo mal aparcado).
El personaje central tiene una ética ambigua, moviéndose entre los extremos de la honradez, personificada en su antiguo camarada de trincheras Lloyd Hart (Jeffrey Linn), y la falta absoluta de escrúpulos de George Gally (Humphrey Bogart), otro compañero de armas. Tras haber combatido en la I Guerra Mundial, se encuentra sin empleo y sin recursos al regresar a casa; de forma accidental traba conocimiento con Panama Smith (Gladys George), quien le abre las puertas del mundo del contrabando. A pesar de ser abstemio (hecho cuya comicidad se destaca en la cinta), su ascensión en el mundo del contrabando de licor adulterado es vertiginosa. Los primeros anuncios de su caída llegan cuando la mujer que ama, Jean Sherman (Priscilla Lane), una inocente chica de los suburbios a quien Bartlett colma de regalos y apadrina en su carrera como cantante, lo rechaza para casarse con el abogado Lloyd Hart, poniendo así de manifiesto como la vida del gángster es incompatible con la felicidad conyugal. George Gally traiciona a Bartlett y tras del crack de la Bolsa acaba apoderándose de la organización y dejando al protagonista en la miseria; Bartlett, sin embargo, consigue finalmente redimirse matando a George y a varios de sus hombres para proteger la felicidad de Lloyd Hart y Jean Sherman, por lo cual -final imprescindible en cualquier película de gángsters de la época- es asesinado a tiros y expira en mitad de la calle, en brazos de Panama Smith. La frase final de la película, pronunciada por el personaje de Panama, "He used to be a big shot" ("Solía ser un pez gordo") acentúa el carácter moral de la cinta.

Magnífico guión de Jerry Wald, Richard Macaulay y Robert Rossen para uno de los últimos y mejores filmes de gangsters que la Warner produjo en la década de los treinta, indiscutible obra maestra.
A mencionar también la magnífica labor de todo el reparto, en especial James Cagney (que ofrece una de las mejores interpretaciones de su carrera) y Humphrey Bogart (que por aquellos años realizaba papeles de secundario).
Memorable la secuencia final del filme, en la que Cagney cae rodando por la escalinata de una iglesia de Nueva York después de haber sido disparado, como representación del fracaso del gangsterismo.

Llama la atención la abundante critica social del film a una ley que más que ayudar a los ciudadanos, invita a delinquir. Y cómo en el argumento gangsteril se insertan a las mil maravillas las tramas románticas, ya sea con la antigua ‘novia de la guerra’, o con la clásica mujer fatal de club nocturno, Panamá (Gladys George), que en el fondo tiene un corazón de oro.
El film abunda en frases de ésas para esculpir en piedra, líneas de un guión modélico, en el que intervino Robert Rossen. Como aquello que suelta Panamá a Eddie: “Pienso que eres un tipo bastante decente. Me gusta hablar con tipos decentes. Son difíciles de encontrar.” Eso sí, este título fue ignorado en los Oscar. Ni una solitaria nominación. Aunque no olvidemos que 1939 ha dado seguramente la mejor cosecha de películas de la historia del cine.

El director reúne en esta película la mayor parte de las virtudes de otros directores en su riquísimo y milagroso estilo: la concisión y crueldad escénica de Fritz Lang, el dominio en la composición de escenas y del ritmo narrativo de Hitchcock, la importancia de los secundarios, el dibujo de personajes, la americanidad y la llana, económica y conmovedora exposición de Ford... El tempo narrativo es perfecto, un lujoso producto de la más exquisita elaboración cinematográfica que puede existir: arte profundo y a la vez suave entretenimiento, seriedad nada pretenciosa, exquisito resultado que enriquece el alma de todas las generaciones que la observen absortos, totalmente sumergidos en ese torrente de la mejor pasión vitalista magistralmente puesta en escena por Raoul Walsh. (Opera 0 en Film Affinity)

Título español: Los violentos años 20.

Reparto: James Cagney, Priscilla Lane, Humphrey Bogart, Gladys George, Jeffrey Lynn, Frank McHugh.

 

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