miércoles, 31 de enero de 2024

Indianápolis (To Please A Lady, 1950). Clarence Brown


Mike Brannan (Clark Gable) es un arrogante corredor de coches que despierta el odio o la admiración del público. Su mala reputación se la ganó tras ser acusado de provocar un accidente fatal durante una carrera. Decidida a comprobar qué hay de cierto en todo ello, la dura columnista Regina Forbes (Barbara Stanwyck) trata de entrevistarlo, pero él se niega.

Todos los pasajes que recogen el aspecto del deporte constituyen un documental de por sí interesante, apasionante incluso para los profanos, aunque, a juicio mío, alguno de estos trozos resulte un tanto largo, o tal vez reiterativo, lo que no aminora la excelencia de las imágenes, ni la fuerza del movimiento de éstas. Lo que en realidad es la comedia también está pergeñado con habilidad; las escenas son ligeras y el diálogo ágil y sencillo (...) Quiero decir que la cinta mantiene prendida a su acción la curiosidad del espectador, y que, por ende, es entretenida. (Donald en ABC del 28 de noviembre de 1952)

La anécdota (...) sigue una ruta total y absolutamente convencional, aunque nos llegue sobredorada de suntuosas decoraciones, cuando conviene, y de episodios “periodísticos” estupefacientes. (...) Pero hay en la película algo que arrumba todo aquello y estremece literalmente al espectador en su butaca: estamos hablando de las carreras de automóviles que se interpolan en el curso del asunto (...) Clarence Brown es el cuarto nombre ilustre de la película y a fe que si en muchas ocasiones su dirección sólo apunta destellos en que se le puede reconocer, en otras muchas demuestra que sigue siendo un gran realizador, dueño de los mejores secretos de la cámara y de su lenguaje. (Horacio Sáenz Guerrero en La Vanguardia del 11 de marzo de 1953)

Lo cierto es que las películas de automovilismo han resultado casi siempre algo plomizas como demuestran Grand Prix (1966), 500 millas (1969) y Un instante, una vida (1977). Indianápolis tampoco fue una excepción, a pesar de estar dirigida por un maestro como Clarence Brown (1890-1987), que comenzó en el cine mudo y tuvo sus mayores éxitos en los años 30 (Ana Karenina (1935)), retirándose completamente de la profesión en 1952. (Decine21)

El poder estelar de estos dos grandes actores, quizás apenas pasado su mejor momento, sigue siendo la razón para ver esta película humilde, llena de clichés pero entretenida. (...) El aire de cansancio y bajo presupuesto ciertamente daña al film, pero Stanwyck y Gable aún generan mucho respeto, atención y admiración, por supuesto. Aquí son una pareja simpática y formidable, que comparten una química atractiva en la pantalla, y la película puede ser rutinaria, pero sigue siendo atrayente. Para darle un poco de realismo, el clímax de la carrera se filmó en el Indianapolis Motor Speedway. (Derek Winnert)

El director Clarence Brown (“Intruder in the Dust”/”The White Cliffs of Dover”/”Idiot's Delight”) mantiene el rumbo de esta nadería que gira en torno a las carreras de bólidos, mientras que los guionistas Marge Decker y Barre Lyndon dejan que las escenas de acción en la pista hablen más que las palabras. No vale mucho como melodrama, pero las secuencias de acción son muy entretenidas. (...) A pesar de las excelentes imágenes de las carreras (la escena culminante se rodó en el circuito de Indianápolis), las atractivas actuaciones de las estrellas y la historia confeccionada para agradar al público, la película no fue un éxito de taquilla. El estudio lo atribuyó a la nueva popularidad de la televisión. (Dennis Schwartz)

Lo que se desarrolla a partir de ese odio a primera vista está plagado de clichés de la escuela cinematográfica del falso glamour, y los actores parecen encontrarlo tan vergonzoso como lo encontraría un público adulto. (Moira Walsh en America Magazine)

Excepto por algunas buenas escenas de carreras, hay poca emoción en esta historia del duro piloto y la columnista. Todo esto se ha hecho demasiadas veces antes. (Bob Thomas en Associated Press)

Gable y Stanwyck hicieron otra película juntos al comienzo del cine sonoro. Se llamaba Night Nurse y Barbara era la protagonista y Gable era un actor secundario prometedor. Una generación después, ambos eran leyendas de la pantalla. Hubiera esperado que MGM les hubiera dado algo mejor. No es que sea una mala película, las secuencias de carreras son bastante buenas y emocionantes. Pero To Please A Lady es definitivamente una película de serie B. Tengo la teoría de que Gable quería hacer este film por puro placer. Después de la Segunda Guerra Mundial, Gable y el marido de Stanwyck, Robert Taylor, se dedicaron a las carreras: motos, automóviles, lo que sea. MGM puso fin a esto, ya que no quería que dos de sus propiedades más caras arriesgaran su cuello por diversión. (Bkoganbing en IMDB)

Stanwyck interpreta a una mujer fría, altiva y desalmada, Gable interpreta a un lobo solitario, poco apreciado por el público, que tiene un carácter fuerte. Los dos juntos podrían echar chispas; pero esta pareja no funciona. Falta calidez entre ellos, las escenas tiernas, que podrían llevarnos por el camino de la simpatía, son rápidamente interrumpidas por una discusión y no se hace nada para que sean siquiera aceptables para nosotros. Una película seria, sin un toque de humor para aportar un segundo grado que pueda ser beneficioso para el conjunto. Gable congelado en una sonrisa que pretende ser encantadora, y Stanwyck, sin verdadero encanto, busca seducir... así se resume la película. (Mistermyster en Allociné)

El título inglés, un tanto estúpido, sugiere que se trata de una película romántica. De ninguna manera. Los personajes interpretados por Gable, macho arrogante, y Stanwyck, empresaria y líder, son indefectiblemente cínicos y su romance tiene algo de desesperado. Ahora bien, el interés principal de la película proviene de las carreras de autos de principios de la década de 1950, presentadas de manera espectacular. (Traversay1 en Allociné)

¿Qué se puede decir realmente de esta historia de amor en un contexto de periodismo sensacionalista y, especialmente, de carreras de coches? Bueno, lo que más recordamos son las escenas de carreras de autos, bastante exitosas, y el encanto de la pareja Clark Gable-Barbara Stanwyck. De lo contrario, no resulta muy memorable. Nótese, sin embargo, la escena encantadora y original de la conversación telefónica frente a un espejo. Es un film fácil de ver y eso no es tan malo. (Plume231 en Allociné)

Película estrenada en Madrid el 27 de noviembre de 1952 en el cine Rex; en Barcelona, el 9 de marzo de 1953 en el cine Fantasio.

Reparto: Clark Gable, Barbara Stanwyck, Adolphe Menjou, Will Geer, Roland Winters.


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