lunes, 15 de enero de 2024

Una doble vida (À double tour, 1959). Claude Chabrol


Retrato de la burguesía francesa de provincias. Leda, la amante del señor Marcoux, es asesinada. Su familia prefiere dejar que la policía inculpe a un inocente que no pertenece al circulo familiar, pero el prometido de la hija de Marcoux no está de acuerdo.

Chabrol desentraña como pocos el espectro de las conciencias, y acierta como ninguno a poner en escena la mecànica y las motivacions que gobiernan la mano del criminal, las causas y consecuencias de su acción. Y lo materializa todo de manera que el contenido no desborde al continente. La cámara guarda en cada instante la distancia requerida: no se inmiscuye en el desarrollo, aparentemente cabal, de los acontecimientos. El cine de Chabrol se orienta, con preferencia, al estudio de las pasiones: la acción constituye, antes que un término, un hito en el proceso psicológico de sus personajes. (Carcival en ABC del 4 de septiembre de 1973) 

El tercer largometraje de Claude Chabrol fue la adaptación de una novela de Stanley Ellin, autor que ha sido versionado por Joseph Losey ("The Big Night"), Clive Donner ("Fango en la cumbre") o John Guillermin ("Castillo de naipes"). Obra muy característica de la primera época de su director, está construida con rigor pero adolece de una excesiva frialdad expresiva. (Fotogramas)

El desdoblamiento de la historia –y del título- se ve reflejado en los propios personajes. Cada uno de los miembros de la familia tiene una personalidad latente que sale a la luz cuando los hechos se desbocan. Los espejos de la mansión son eficaces en la muestra de ese lado oscuro. Chabrol los utiliza para subvertir la imagen real de los personajes que se atreven a mirarse en ellos; o para distorsionar la figura de alguien que se dispone a cometer un asesinato. La cámara de Chabrol y las angulaciones de sus encuadres van tejiendo un clima turbador que define las diferentes pulsiones. Hasta que llega el crimen.
Para Claude Chabrol la estructura negra y el posible whodunit son herramientas adecuadas para usarlas en beneficio de la definición de los caracteres, y no sólo del suspense. Esta puede ser la principal habilidad de un enorme director, cinéfilo empedernido que ama su profesión; que práctica el clasicismo desde la más sorprendente modernidad. (El blog de Ethan)

La tercera película de Chabrol, recibida en su momento como un pastiche de Hitchcock, ahora parece Chabrol puro: su primer trabajo de demolición sobre la familia burguesa con tensiones internas: el padre (Dacqmine) se entrega a una aventura clandestina, la madre (Robinson) se preocupa por lo que dirán los vecinos, la hija (Valérie) lucha con sus inhibiciones y el hijo (Jocelyn) es dominado por la madre. Belmondo es divertido como el intruso grosero y escandalosamente desclasado que actúa como catalizador, incitando a padre e hija a un reconocimiento abierto de sus necesidades sexuales, pero parece provenir de otra película más abierta, en desacuerdo con el sutilmente detallado (y bellamente interpretado) retrato de represiones y malestares sociales. Vista a la luz de los trabajos posteriores de Chabrol, la película ha ganado considerablemente en importancia. La mejor de varias escenas impresionantes es el asesinato de la amante (Lualdi), una frágil muñeca de porcelana envuelta para regalo en una casa de estilo japonés. Glacial, casi serena en su inevitabilidad, esta escalofriante secuencia revela los primeros atisbos de la influencia de Fritz Lang que florecería más tarde en la obra de Chabrol. (TM en Time Out)

Una doble vida a menudo se olvida en las discusiones sobre los inicios de la carrera de Chabrol, tal vez porque es muy distinta de la sensación de tosquedad y de filmación en las calles de sus dos primeros largometrajes y de la estética igualmente de bajo coste de su magistral cuarta película, Les bones femmes. Esta película fue la primera producción de gran presupuesto de Chabrol, un tributo brillante y elegante a Hitchcock que, tonal y estilísticamente, se parece mucho más a las películas que haría a finales de los años 60 y 70 que al resto de sus primeros esfuerzos. Dejando a un lado su condición de caso atípico, À double tour es una película rica, fascinante y oscuramente divertida que, como gran parte de los mejores trabajos de Chabrol, es francamente salvaje en su sátira. (Only the cinema)

Estrenada en Estados Unidos como Leda en 1961, Variety calificó À double tour como una "elegante novela policíaca", con "buen trabajo de cámara y dirección astuta". Vista hoy, la cámara en picado y la excentricidad de los personajes de À double tour se hacen eco tanto de las películas más personales y obsesivas de Alfred Hitchcock como de los coloridos melodramas de los años 50 de Douglas Sirk. (Per-Olof Strandberg en DVDBeaver)

1959. El año del nacimiento de "la Nueva Ola". Claude Chabrol forma parte de esta generación de cineastas, de tono liberado y de experimentación visual. "Una doble vida" tiene en su germen lo que marcará el futuro de su cine, con una pintura vitriólica de la moral burguesa, un crimen escabroso y réplicas mordaces. Pero contiene demasiadas inconsistencias para reclamar algún interés. La primera parte, sobre el comportamiento social anticuado de esta familia provenzal, carece de profundidad y juega más bien con efectos teatrales que difícilmente son creíbles. Por otro lado, la fotografía es adecuada, con bellos planos exteriores, y la puesta en escena se adapta bien a los interiores. En cuanto a la segunda parte dedicada a la resolución del crimen, fracasa por falta de suspense. No me atrevo a imaginar lo que un guión más elaborado podría haber producido: Jean-Paul Belmondo, ya con el talante risueño, domina un reparto muy pálido, aparte quizás del personaje del hijo con complejo de Edipo. Olvidable. (Akamaru en Allociné)

Un pequeño Chabrol de los inicios que contiene las semillas del gran Chabrol por venir: ya tenemos un cuadro mordaz de costumbres en el interior de una familia burguesa de Aix en Provence y un crimen. Pero le falta profundidad en el tratamiento de los personajes y el guión, bastante descuidado, no deja lugar al suspense: todo está convenido, es predecible y carece de sutileza. El reparto es bastante flojo, los actores no son muy buenos, a excepción del descarado Belmondo, pero mal utilizado. Es símbolo de una película fallida, la presencia ensordecedora y casi permanente de una música pesada que no se impone en absoluto e intenta exagerar el drama o la emoción cuando la cámara no puede filmarlos. No deja de ser interesante, debe verse como un ejercicio de estilo al inicio de una carrera que nos parece prometedora. (Kinophil en Allociné)

À double tour en 1959, según algunos observadores, fue el toque de salida para el cine de Claude Chabrol y la Nueva Ola, claramente presente en los créditos. "Audaz", "manierista", "pesada", la película provocó un coro de insultos tras su estreno: sin embargo, sigue siendo bastante decisiva en la filmografía de un director que rápidamente fue tildado de entomólogo de la burguesía. Aquí y con frecuencia, no sólo revela los mecanismos de la alta sociedad, sino también la mezcla de toda la sociedad, escalonada, pervertida por todos lados, e intenta encontrar ahí un suplemento del alma a través de la belleza. (Ariane Beauvillard en Critikat)

Película estrenada en Madrid el 3 de septiembre de 1973 en el cine Galileo dentro del circuito de arte y ensayo.

Reparto: Jean-Paul Belmondo, Madeleine Robinson, Antonella Lualdi, Jacques Dacqmine, Jeanne Valérie, Bernadette Lafont, André Jocelyn.


1 comentario:

  1. Es cierto que, en más de una ocasión, a Chabrol se le acusaba de copiar a Hitchcock, como si fuera demérito que un pintor imitase a Velázquez o Matisse, por ejemplo. Pues anda que no tiene mérito hacer cine como los clásicos si consigues hacerlo bien y Chabrol lo hace muy bien y además, por más que les pese a algunos, con su propio estilo.

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