José y Elena, que habían sido novios de jóvenes, se encuentran años después y vuelven a enamorarse, pero ahora los dos están casados. Su clandestina historia de amor está determinada además por las circunstancias del momento que les ha tocado vivir: los últimos años del régimen franquista y los comienzos de la Transición.
José Luis Garci, director debutante con una considerable experiencia como crítico y guionista, ofrece en «Asignatura pendiente» un balance favorable entre errores y aciertos. Son éstos —los aciertos— mucho mayores y más significados que aquéllos. Aunque sí quepa reprocharle que, junto a una buena dirección de actores y a un elogiable sentido para mover la cámara, adopté algunas soluciones excesivamente simplistas y con cierto regusto teatral. Con todo, tenemos ya un nuevo director español, un nuevo realizador del que se puede esperar otras buenas películas. (Pedro Crespo en ABC del 21 de abril de 1977)
Esta asignatura, aprobada con amplio margen por José Luis
Garci, aparece como un filme distinto, una película lograda muy
sabiamente armonizando fórmulas clásicas de comedia, con hallazgos
personales de un estilo actual y moderno. Si se buscaba
hacer un cine popular, aquí está; si se quería conseguir una historia
sobre el amor perdido y recuperado demasiado tarde, aquí la tenemos; si
se intentaba hacer un filme apuntando al incierto porvenir de este país
nuestro, aquí aparece también, simbolizando en esa pareja anónima que,
al final, se nos queda frente a frente, en su refugio de amor deshecho.(Jesús Fernández Santos en El País del 21 de abril de 1977)
Su película es auténtica, asoma en ella una realidad sin máscara ni disfraz. A tal realidad, el público se siente cercano, se identifica. Es, en este sentido, un espectáculo cinematográfico completo. José es abogado laboralista. En octubre da 1975 descubre su pasado en el reencuentro de un amor de adolescencia. José quiere recuperar un tiempo perdido, cree vencer con ello todas las frustraciones nacidas con los niños de la posguerra. Esta mirada hacia otras como balance de una existencia a la que se le ha quedado a deber casi todo la realiza Garci con soltura, sin alardes, sin concesiones a la galería. Las alusiones, las connotaciones políticas son oportunas, precisas y a menudo se añaden a la óptica del humor con que se abordan muchas situaciones. El humor es indispensable en la narración de Garci y González Sinde. Pero con idéntico pulso sabe ser sentimental. Porque también el sentimiento forma parte de nuestra vida. (Ángeles Masó en La Vanguardia del 1 de mayo de 1977)
Se convirtió en uno de los grandes éxitos comerciales de nuestro cine, pese a que la sinceridad de su exposición no siempre estuviera exenta de blandura. (Carlos Aguilar)
Asignatura pendiente, con su renuncia al suspense y a la caracterización psicológica, se aproxima así la languidez narrativa de ciertas películas francesas de los años 60, como Besos robados (François Truffaut, 1968) o Un hombre y una mujer (Claude Lelouch, 1966), en las que se buscaba una evocación realista y abierta, personal y poética, antes que un discurso causal cerrado según códigos convencionales. Curiosamente, un crítico de la revista La actualidad española relacionaba la película con Claude Lelouch, y el crítico (amigo de Garci), Eduardo Torres-Dulce, relaciona en otro texto al director con François Truffaut. En ninguno de los casos, no obstante, es por razones de estructura: Marías hace referencia al diálogo y Torres-Dulce a aspectos psicológicos y emocionales de la personalidad del creador. (Pablo Manzano en Sombras de luna)
Con su estilo tributario del cine clásico, a mitad de camino entre el denso drama intimista modelo Ingmar Bergman y la comedia costumbrista con trasfondo dramático (impagable el personaje de Trotski, el ayudante de José en el despacho, interpretado por Antonio Gamero, el rojo exacerbado que se ve en la diatriba de aceptar la propuesta de matrimonio de su compañera), la película sigue siendo hoy una de las cumbres de su director. Las referencias musicales y cinematográficas a clásicos son constantes para la construcción del edificio de nostalgias que supone la cinta; el pulso dramático, como siempre en Garci, sale airoso del peligro de cruzar esa fina línea entre lo emotivo y lo cursi, entre lo sentimental y el blandibú... (39 escalones)
Aquel suceso de taquilla, gran éxito también de crítica, se revela hoy sin embargo como un ejercicio oportuno aunque también oportunista, muy de su momento, perdido su sentido totalmente una vez superado el tiempo histórico y la emoción sociológica que, es verdad, refleja con acierto. (Enrique Colmena en Criticalia)
En definitiva, la filiación de la película a la raíz castiza de la comedia costumbrista y su formalización representativa heredera directa de la comedia norteamericana y, por lo tanto, del clasicismo más ortodoxo, así como su inscripción temporal en el espacio de la Transición Democrática y el deseo de ofrecer una cierta mirada inquieta sobre la disyuntiva presente/pasado desde el punto de vista de la cultura popular como definidora de un cierto aire generacional, confieren a la película de José Luis Garci un valor y una personalidad inigualables. (Andrés Peláez Paz en Antología crítica del cine español)
Película estrenada en Madrid el 18 de abril de 1977 en los cines Carlos III y Princesa; en Barcelona, el 29 de abril de 1977 en el cine Astoria.
Reparto: José Sacristán, Fiorella Faltoyano, Antonio Gamero, Silvia Tortosa, Héctor Alterio, Simón Andreu, María Casanova.
Una especie de parábola sobre el paso de la dictadura a la democracia, muy en la línea de Garci.
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