viernes, 10 de mayo de 2024

Las campanas de Santa María (The Bells of St. Mary's, 1945). Leo McCarey


El padre O'Malley acaba de llegar a su nuevo destino como sacerdote del colegio de monjas y la parroquia de Santa María, en un barrio humilde de Nueva York. Pronto se verá enredado en los problemas del barrio y de los alumnos, lo que le lleva a formar un coro para sacar a los chicos de la calle. La vida del colegio le lleva a estrechar la relación con la hermana Benedicta, superiora del convento y directora del colegio, y a participar de las ilusiones de la congregación: que un millonario done un moderno edificio cercano como nueva sede del vetusto colegio.

Si no fuese por las escenas infantiles no comprenderíamos bien el buen éxito de esta película en su país de origen. En esas escenas hay una que sobrepasa en cuanto a sinceridad, ausencia de artificio y emoción genuina a todas las escenas que ha dado hasta la fecha el arte (si lo es) del cinematográfo. Nos referimos a la comedieta de Navidad que traman y representan los niños del colegio. Junto a esta escena, el resto de la película –aun siendo, ésta, mejor que muchas otras triunfantes en Madrid- queda relegado en la penumbra de la memoria. (N. en ABC del 18 de noviembre de 1947)

Realizada la cinta con un arte impecable, abundando en una fotografía excelente y en una finalidad de ternura cristiana, los tipos y la situaciones encajan a la perfección y sólo cabe oponer a su dilecto empaque ciertas reiteraciones y una innecesaria frondosidad dialogal. (Ardila en Pueblo del 18 de noviembre de 1947)

Podrá señalarse que la cinta, desde un punto de vista rígidamente analítico, tiene demasiado diálogo y que está realizada a base de secuencias con planos cortos, lo que impide un ágil desarrollo en un puro sentido dinámico, pero tales reparos, si es que realmente pueden existir en una consideración completa que comprenda las necesidades de forma que el fondo impone, se olvidan pronto, porque late en la película con trémulo pulso de dulzura el encanto emocionante de su sencillez (...) Junto a una realización  fluida y tersa, en la que sólo disuenan unos decorados y forillos de no alta calidad... (Horacio Sáenz Guerrero en La Vanguardia del 22 de noviembre de 1947)

Excelente comedia que parte de una anécdota mínima y más bien risible: un cura (Crosby) y una monja (Bergman) en busca de dinero para construir una escuela. Este endeble planteamiento no fue óbice para que se consiguiera un admirable encadenamiento de situaciones con una prodigiosa coherencia narrativa. La inteligente utilización de un sentimentalismo ingenuo pero eficaz y una religiosidad tan aparente como superficial la convierte en una obra poco convencional, pese a estar basada en puras convenciones. (Fotogramas)

Magistral secuela -la primera en optar al Oscar a la mejor producción- de la multi oscarizada (7 estatuillas) Siguiendo mi camino, en la que se obran prodigios, o cabría señalar milagros dada la adscripción de sus protagonistas, con un argumento que sobre el papel induciría a imaginar un insufrible folletín con trasfondo religioso. Pero el perfecto sentido de la medida, la genialidad y la fina ironía de su director, el genial Leo McCarey, aderezadas de un suave y delicado tinte de romanticismo, más ingentes cargas de emotividad, dan como resultado una obra maestra del cine sentimental. (José Luiz Vázquez en Lanza)

The Bells of St. Mary's es un himno sencillo y sincero a una época más simple, cuando Estados Unidos apenas emergía de las profundidades de la Segunda Guerra Mundial, las líneas entre el bien y el mal estaban claramente trazadas y había una esperanza inherente por un futuro más brillante y pacífico. La película probablemente les parecerá cursi y trillada a los más jóvenes, y si uno es completamente franco, esta continuación realmente no ha envejecido tan bien como Going My Way. Dicho esto, Crosby y Bergman están en plena forma, discutiendo con los demás de manera suave pero directa, y los niños son absolutamente adorables. Las lecciones morales aquí son demasiado obvias, pero se transmiten con delicadeza y con una buena dosis de impacto emocional. Después de todo, puede que en realidad no sea Navidad, pero The Bells of St. Mary's puede ayudarte a sumergirte en el espíritu navideño, sin importar la época del año que sea. (Jeffrey Kauffman en Blu-ray.com)

El mayor activo de la película es sin duda la habilidad de McCarey, que parece a la vez tranquila y aguda, divertida y sensiblera, pegajosa y estilizada. Era tan hábil como Capra para producir este tipo de risas y lágrimas que complacieran al público, y lo hizo, creo, con ligereza de corazón y un enfoque general en la comedia para atraer a la gente y bajar sus defensas, para que estuvieran a gusto. Aunque los diversos segmentos irregulares de esta película la convierten en una de las menos satisfactorias de McCarey a nivel artístico, es totalmente comprensible por qué es la más popular. (Jeffrey M. Anderson en Combustible celluloid)

The Bells of St. Mary's es una producción increíblemente hermosa de pies a cabeza. Es el tipo de película bellamente montada que muchos considerarían una “película de prestigio” de la época. En el centro está el director McCarey con los toques más ligeros que permiten que la película nunca parezca dura ni sermoneadora. De hecho, como todas las películas de McCarey, transmite un mensaje, pero nunca lo transmite de manera que uno se sienta manipulado. (A.W. Kautzer en The Movie Isle)

Una dramaturgia flexible, invisible, de gran habilidad e inventiva, presenta la acción en forma de una serie de escenas muy largas que parecen independientes entre sí, ya que tienen su propia duración y contenido, su propia emoción. En realidad, están profundamente unidas por una inspiración y un propósito común: poner en práctica una concepción sonriente de la espiritualidad y del bien como catarsis permanente, como remedio providencial para todos los males físicos y morales de la humanidad. Cada una de estas escenas (el discurso inaugural de O'Malley ante una asamblea de monjas a quienes la visión de un gato jugando con el sombrero del sacerdote les hace reír; la lección de boxeo dada a un niño por la hermana superiora; la representación del belén interpretado por bebés, etc.) aparece como una brillante improvisación, creada en el puro presente del rodaje por un cineasta cuya alegría de expresar sólo es comparable a la firmeza de sus convicciones (Jacques Lourcelles en Ciné-club de Caen)

La dirección elegante, flexible e invisible de Leo McCarey, la magnífica fotografía en blanco y negro de George Barnes y el preciso y fino guión de Dudley Nichols, guionista de varias películas de grandes cineastas como John Ford, George Cukor, Michael Curtiz , Henry Hathaway, Howard Hawks, Fritz Lang o Anthony Mann, están al servicio de una inventiva y brillante dramaturgia que mezcla comedia y melodrama, risas y lágrimas. El cineasta concentra todo su talento en mostrarnos la fuerza de la fe, la bondad y el amor que defienden la hermana Benedict y el padre O’Malley. (Jacques Déniel en Causeur)

Las campanas de Santa María es una extraña mezcla de catecismo moral y fantasía desenfrenada. Bing Crosby, el gran crooner sobre el que Sinatra modelará su imagen y su carrera, retoma el personaje del sacerdote cantante que había creado dos años antes para el mismo McCarey en la superproducción Going My Way (1943). Pero la presencia de Ingrid Bergman lo cambia todo, creando una atmósfera ambigua, casi sexual. Al comienzo de la película, durante el discurso de Bing Crosby ante un grupo de monjas, vemos a un gatito (casi fuera de campo) jugando con el canotier del sacerdote. El gatito hace reír a las monjas. El clima está establecido. No dejaremos de sonreirnos hasta el final. (Louis Skorecki en Libération)

Película estrenada en Madrid el 17 de noviembre de 1947 en el cine Palacio de la Música; en Barcelona, el 21 de noviembre de 1947 en el cine Coliseum.

Reparto: Ingrid Bergman, Bing Crosby, Henry Travers, William Gargan, Ruth Donnelly, Joan Carroll, Martha Sleeper, Rhys Williams. 

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