viernes, 17 de mayo de 2024

Becket (1964). Peter Glenville

Inglaterra, siglo XII. Drama histórico en el que se narran los enfrentamientos entre Enrique II Plantagenet, rey de Inglaterra, y Thomas Becket, que llegó a ser canciller y después arzobispo de Canterbury (desde 1162). Las desavenencias entre ambos comienzan cuando en 1164 (Constitución de Clarendon) el rey lleva a cabo una reforma del sistema judicial que reduce substancialmente las prerrogativas de la Iglesia. Adaptación de una obra de Jean Anouilh.

Todo el aparato que los medios del cine tienen a su orden ha sido utilizado por Glenville para abrigar con amoroso cuidado el tesoro literario del “Becket”. Pero este abrigo que le cubre y envuelve en colores, en vestiduras, en paisajes, en escenografías, bellísimos, no aturde en ningún momento el íntimo fluir de la historia, ni el laberíntico discurso mental del Rey ni la majestad sobrehumana del prelado. Sino que todo ello, en bloque, sirve de encuadre admirable a esa vena que late conmovida y tràgica en las almas y en las vidas de estos dos enormes y fraternales enemigos. (Gabriel García Espina en ABC del 23 de octubre de 1964).

Nos parece una de las más bellas realizaciones del cine moderno. Sorprende por su belleza plástica, por la grandeza de su concepción artística y también por su apasionante trama argumental. (...) El origen teatral de la película es ostensible. En cierto modo la película viene a ser teatro filmado, pero un teatro magnificente y deslumbrante, en el que a las cualidades puramente teatrales se agregan aquellos otros atractivos que sólo son posibles en el cine. (...) Es un film fuerte, áspero, en el que tal vez se recargan un poco las tintas sombrías, pero de una belleza y de una grandeza literalmente impresionantes. (A. Martínez Tomás en La Vanguardia del 12 de noviembre de 1964)

Académica versión del drama de Jean Anouilh que, partiendo de hechos históricos, plantea el conflicto entre la conciencia moral y las exigencias políticas. El plato fuerte de la función son las excelentes interpretaciones, aunque el conjunto evidencia una formulación algo engolada y un tono escasamente vibrante. (Fotogramas)

Peter Glenville construye Becket como si fuera una gigantesca representación teatral, en lo que la película tiene de relato de “exposición de ideas”, pero sin descuidar por ello elementos estrictamente cinematográficos. De ahí esa utilización de los excelentes recursos puestos a su disposición, y que se traduce en un tratamiento visual y plástico de elevada categoría, sobre todo en lo que concierne a las escenas en interiores: hay momentos en los cuales muchas de las escenas entre Becket y Enrique que transcurren en la corte de este último tienen un cariz gótico y siniestro, casi de película de terror, reforzado por los opresivos decorados, la manera de iluminarlos y el sentido de lo claustrofóbico exhibido Glenville en su planificación. Por el contrario, el momento culminante del relato, esto es, el asesinato de Thomas Becket en la catedral de Canterbury juega con los gigantescos espacios abiertos del interior de un templo convertido, así, en una especie de suntuoso altar de sacrificios en el cual el protagonista pierde la vida por mantenerse fiel a sí mismo: es decir, por haberle llevado la contraria a su amado rey por primera y última vez. (Tomás Fernández Valentí en El cine según TFV)

A pesar de su gran cantidad de nominaciones al Oscar, son las actuaciones de Peter O'Toole y Richard Burton las que hacen de Becket una película realmente increíble. Todo, desde la escenografía hasta la partitura, parece simplemente apoyar a estos artistas. Pocas películas pueden presumir de dos actuaciones increíblemente poderosas y auténticas como las que se muestran aquí. Los actores le dan a la película un sentimiento poético: el diálogo fluye de sus lenguas con enorme gracia, porque tanto O'Toole como Burton son actores clásicos y de gran talento y en Becket se hallan en la cima de su arte. (Martin Liebman en Blu-ray.com)

Además de las actuaciones, titánicas como ya se ha dicho, Becket es una obra compleja que trata, al menos en parte, de las relaciones del pueblo francés conquistado con el vencedor nazi: ¿colaborar o no? – que todavía funciona después de tantas décadas, incluso si Jean Anouilh (el escritor de la obra original) tiene que retorcer un poco la historia para que los acontecimientos encajen. Y la inyección de Anouilh de un subtexto homosexual también es una distorsión de los acontecimientos reales, aunque añade una chispa a lo que es, después de todo, una historia de amor que acabó mal. (Steve Morrissey en MovieSteve)

Con todas sus maniobras políticas, Becket se desarrolla como un juego de ajedrez. Cada movimiento es deliberado y estratégico. Curiosamente, solo unos minutos después de percibir esta metáfora del ajedrez, se volvió seriamente descarada cuando dos personajes de hecho juegan una partida de ajedrez mientras hacen referencia a un caballo derribando a un alfil. (...) La película efectúa un excelente trabajo al sumergir a su audiencia en el mundo medieval, un gran testimonio de su diseño de producción. El guión contiene diversos argumentos filosóficos, políticos y religiosos, lo que hace que la película provoque la reflexión. (Matt Foster)

Todo el interés de la película reside en su interpretación porque, desgraciadamente, la puesta en escena es poco imaginativa y parece impregnada de cierta pesadez. La historia pone gran énfasis en transformar la cercanía entre el rey Enrique II y Thomas Becket en una atracción homosexual inconfesada. (L'oeil sur l'écran)

Como en Un león en invierno (1968), los defectos del estancamiento teatral se compensan en gran medida con la dramaturgia aquí expuesta y la riqueza de los diálogos, del mismo modo que la dirección artística está muy cuidada, con un vestuario soberbio y decorados reales de iglesias románicas, no de cartón piedra. A pesar de su extensión (la ceremonia de coronación de Becket podría haberse acortado), el film sigue siendo una hermosa película histórica que proporciona información sobre un episodio de la historia inglesa, magníficamente interpretada por un dúo de grandes actores que ciertamente soportan todo el peso de la película, pero bien apoyados por John. Gielgud como el rey Luis VII de Francia, Paolo Stoppa como el Papa Alejandro III, Gino Cervi y Pamela Brown. Cabe señalar que la película recibió 12 nominaciones al Oscar pero, curiosamente, sólo ganó el Oscar al mejor guión. (Ugly en Sens critique)

Peter Glenville pinta un cuadro político interesante acerca del papel de la Iglesia que aún no está separada del Estado y todos los problemas y cuestiones éticas que esto genera. Es un fresco cautivador, pero todavía le falta algo para convertirse en una gran película; Una puesta en escena demasiado sumaria, algunas escenas demasiado largas (la ceremonia de coronación de Becket hubiese quedado mejor si se hubiera acortado), una banda sonora bastante insípida y quizás una interpretación un poco demasiado teatral por parte de Peter O'Toole en algunos momentos. Lástima, aunque sigue siendo una  hermosa realización y cuenta con el inmenso carisma de sus dos protagonistas. Buena pelicula. (Un visiteur en Allociné)

Película estrenada en Madrid 22 de octubre de 1964 en el cine Palafox; en Barcelona, el 10 de noviembre de 1964 en el cine Comedia; en Palma, el 3 de noviembre de 1964 en la Sala Rívoli.

Reparto: Richard Burton, Peter O'Toole, John Gielgud, Gino Cervi, Paolo Stoppa, Donald Wolfit, Martita Hunt, Sian Phillips, Pamela Brown.

1 comentario:

  1. Unos acontecimientos que marcaron el devenir futuro de Inglaterra.

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