martes, 28 de mayo de 2024

La piscina (La piscine, 1969). Jacques Deray


Jean-Paul y Marianne disfrutan de unas tranquilas vacaciones en una villa cercana a St. Tropez. Todo marcha a la perfección hasta que Marianne invita a su ex amante Harry y a su hija Penélope, a pasar unos días en la casa. Pronto la tensión empezará a crecer entre los cuatro y, bajo una aparente cordialidad, se creará un clima de celos y sospechas.

Da la impresión en este filme de que hasta los casi imperceptibles matices del gesto están previstos, calculados. La sagacidad del realizador, su disposición para el cine, campean en todo momento. He aquí una película con cuatro actores magníficos, un director que domina su oficio y un fotógrafo que ha bebido en esas Fuentes del color que en Francia se llaman: Renoir, Manet, Monet, Sisley, Pisarro... He aquí también una película ajustada como un motor de coche que “anda bien”, porque parece que todo existia en realidad y no había más que filmarlo... Más de la mitad de esta narración puede decirse que es extraordinaria, una lección para el público y para profesionales. (Antonio de Obregón en ABC del 3 octubre de 1969)

No es una gran película, pero tiene ciertos evidentes incentivos. Mezcla de erotismo y crónica negra, con un crimen en el centro de la trama, se comprende que atraiga y sugestione a un público que, cada vez busca más las emociones fuertes; un público estragado por los excesos crecientes del tremendismo y la amoralidad. (...) La parte de la intriga policíaca que tiene “La piscina” iguala, si es que no supera su interés sexual. El “suspense” sumado a los ingredientes eróticos, imprimen al film un sabor áspero y ácido. (A. Martínez Tomás en La Vanguardia del 14 de noviembre de 1969)

Con el transcurso de la historia, mucho más drama que thriller con música de cóctel de Michel Legrand, se acentúan las tensiones, todo de forma equilibrada, sin estridencias, hasta llegar al aspecto de crimen y negrura psicológica que podría elevar/perturbar el fondo de sus conflictos pero que no termina de convencer por su cómoda resolución. Pero bueno, cierto que las cosas suelen resolverse de esa manera. (Antonio Méndez en Aloha Criticón)

Cahiers du cinéma, siempre preocupada por separar el trigo de autor de la paja del mero realizador, colocó firmemente a Deray en la segunda categoría. “Siempre ha habido, en Jacques Deray”, reprendió en su reseña de La piscina de febrero de 1969, “un deseo de geometría, una inclinación por tener todo exacto al milímetro, colocado con demasiado cuidado”. El crítico continúa identificando una “aridez” en las relaciones entre “personajes que carecen de un contexto”. Ciertamente, la trama de La piscina es tan escasa como un bikini, y tal vez igual de decadente, si se considera cuan completamente ignora la protesta social. los movimientos que habían alcanzado su punto máximo apenas unos meses antes de que se rodase. “¡Sous les pavés, la plage!” (¡Bajo los adoquines, la playa!), fue el grito de guerra de mayo del 68, mientras estudiantes y trabajadores tomaban las calles de París en un intento iconoclasta por conseguir la libertad representada por la arena. Pero la película de Deray ya está en la playa y la turbulenta política de la época parece muy lejana. “Esta agitación, de calles y de ideas no cambia nada para mí”, escribió Deray en sus memorias. (Jessica Kiang en Criterion)

Es emocionante imaginar a estos personajes en manos de los más importantes cineastas franceses de la época, considerar la mezcla de encanto resplandeciente y burla mordaz con la que Claude Chabrol habría dotado a sus maniobras cruzadas, la empatía hacia la muchacha abandonada y el romanticismo trágico de un amor empañado que François Truffaut habría puesto en primer plano. En cambio, bajo la dirección de Deray, la perversidad y el peligro de estas maquinaciones (en la medida en que sean discernibles) se interpretan como un cinismo barato y frívolo. (En su mayor parte, estos temas permanecen tan bajo la superficie que no está claro si el propio Deray era consciente de ellos). La historia pasa de escena en escena, sin ningún interés en las implicaciones de los acontecimientos tal como se describen, sin sensación de que los personajes tienen alguna existencia o que el drama tiene alguna extensión más allá de los puntos de la trama fijados en la pantalla. La película está construida de manera tan tensa que no se puede filtrar ni una sola idea; es un mecanismo hecho con un ojo puesto en la elegancia, tan obsesivo que funciona sin funcionar, como un reloj sin manecillas. (Richard Brody en The New Yorker)

El enfoque calculado de La piscine y su larga duración pueden convertirse en un obstáculo insuperable para muchos espectadores. Con poca acción durante la mayor parte de la película, esta historia de ebullición lenta es más un estudio perspicaz de personajes que un thriller trepidante. La película de Deray, al igual que su relajado reparto, se toma su tiempo para absorber la atmósfera, poniendo en cambio énfasis en la cruda sensualidad y los instintos primarios sometidos que se esconden debajo de estos intercambios aparentemente inocentes. Un buen ejemplo de la pasión que impulsa al cine francés, La piscine, aunque quizás no sea tan revolucionaria como sus contemporáneas, ofrece una deliciosa dosis de realismo entrelazado con una pizca de suspense observacional. Sin embargo, es la forma tranquila y calculada en que se desarrollan estos acontecimientos lo que contradice el verdadero horror de esta historia de asesinato y desconfianza. (Patrick Gamble en CineVue)

Ésta es una de las grandes particularidades (y aciertos) del largometraje del director francés. La falta de diálogos, su misma supresión, sustituidos por las miradas. Sensuales, rebeldes, evasivas, provocativas, dignas o acusatorias, desafían al espectador y confieren a determinadas secuencias una fuerte intensidad. Además, Jean-Claude Carrière declaró haber escrito principalmente diálogos indirectos, alejados de los conflictos entre los personajes, para que la puesta en escena pudiera centrarse más en el juego (de la mirada) de los actores más que en los diálogos, contenidos en las ocho únicas páginas del guión. Diálogos indirectos, por no decir inútiles o casi inútiles, que cuentan deliberadamente banalidades. Éste es el otro tema, quizás más enterrado, de La piscine. (Damien LeNy en DVD Classik)

La sensación de agradable languidez que se instaura al principio de la película se irá volviendo poco a poco insoportable. Los cuatro personajes van y vienen alrededor de este rectángulo de agua clorada, buscando sentido a sus intercambios, ocultando miradas, y nada parece detener la inevitable caída hacia el enfrentamiento de los resentimientos, hacia la explosión de los secretos revelados. Cada diálogo, cada movimiento puede ser interpretado y sugerir algo mucho más oscuro que el aburrimiento, y mucho más insidioso que el simple cansancio que acompaña a los días soleados. Todo el mundo esconde algo y la convivencia adquiere el aspecto de una prisión. (Le bleu du miroir)

Acostumbrado a que las ciudades sean protagonistas de sus películas (De Rififi a Tokio, Borsalino, Un Homme est mort, Un Papillon sur l'shoulder, Le Marginal, Un Crime…), La Piscine no se desarrolla en un entorno urbano sino en un lugar bien identificado que le sirve de escenario: una casa. Allí pasa todo y nos quedamos dentro de este lugar con los protagonistas que no pueden escapar. La película marca un punto de inflexión, un abandono temporal del universo policial por el del “drama psicológico en aislamiento”. No hay acertijos que resolver. La piscina también coquetea con la abstracción. La llegada de los juerguistas señala claramente el final de los años 60. Los personajes han llegado al final de sus (des)ilusiones, hacen gala de un cinismo evidente. A través de la moral de los personajes, la película da una mirada muy justa al final de una época: los años 60. Los acontecimientos de Mayo del 68, que tuvieron lugar unos meses antes del inicio del rodaje, parecen haber cambiado ciertas cosas en la sociedad. (Luc Larriba en Revus et corrigés)

Película estrenada en Madrid el 2 de octubre de 1969 en el cine Coliseum; en Barcelona, el 11 de noviembre de 1969 en los cines Astoria y Fantasio.

Reparto: Alain Delon, Romy Schneider, Maurice Ronet, Jane Birkin, Paul Crauchet, Steve Eckardt.


1 comentario:

  1. Un film que destaca por su tratamiento de la seducción, los celos, la lujuria, el flirteo, la naturaleza competitiva de los hombres y su sofisticada visión amoral del amor.

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