martes, 2 de junio de 2020

Lancelot du Lac (1974). Robert Bresson


Después de la búsqueda del Grial, que fue un fracaso, Lancelot du Lac regresa a la corte del Rey Artús (Arthur). Guenièvre, esposa del rey, siguió siendo su fiel amante, lo que hace que Lancelot crea que ésta es la razón de su fracaso. Mordred, celoso, fomenta un plan contra él para confundir a los dos amantes ante el rey. Guenièvre no niega sus sentimientos, pero Lancelot muestra lealtad a su rey: le da la reina a Arthur y luego se va para defender la causa de su señor contra Mordred.

Lancelot du Lac es, para quien esto escribe, una de las más bellas, puras y pasionales historias de amor de la historia del cine, además de la más auténtica aproximación al mundo medieval jamás filmada. (Cinema esencial)

Lancelot du Lac es una película negra, desesperanzada. Que hace especial hincapié en lo más negro de la humanidad, su bestialidad, su violencia. Sí, estamos ante un film que es todo sangre, palabras soltadas como eructos repletos de bilis, sentimientos negros y desesperados. Armaduras, espadas y una humanidad inexistente arrojándose al vacío por auténticas nimiedades y sinsentidos. No, no hay ninguna épica en Lancelot du Lac, solo amargura y pesimismo y, como reflejo de todo ello, un último plano demoledor, con una masa de armaduras caídas, muertas, formando una pila metálica que nos remite al desguace donde ha ido a parar toda la humanidad. (Cine maldito)

Pero Bresson aún va más allá en el inolvidable final, cuando Lanzarote, malherido, cosificado definitivamente, envuelto en su armadura, se acerque a los cadáveres de sus compañeros y, tras exclamar “¡Ginebra!,” se desplome sobre ellos. Tras un nuevo plano del carroñero sobrevolando en silencio, tras un momento de quietud sobre los caídos donde nada ocurre, tras ese asomo de eternidad, la armadura que contiene a Lancelot se desmorona del todo, provocando el ruido sordo de las corazas que entrechocan: un solo ruido que condensa la impresión de derrota absoluta y que es uno de los efectos más lacerantes de toda la carrera del cineasta. Fin. No hay redención posible: sólo la carne mutada en mera chatarra. (Fernando Usón en Capricho cinéfilo)

Bresson, igual que Dreyer y Ozu, fue depurando a lo largo de su carrera un lenguaje basado en la renuncia y la sobriedad: sólo el ascetismo estilístico podía conducir al hallazgo de la belleza más pura. Lancelot du lac es, en ese sentido, una obra incuestionablemente consecuente con sus planteamientos teóricos; aunque debe situarse por debajo de sus obras mayores. (Ricardo Pérez Quiñones en Esculpiendo el tiempo)

Uno de los films más sorprendentes de su director, en el que abordó la mitología más popular de la épica medieval desde una mirada sobria y casi ascética. Rehuyendo toda espectacularidad -en este sentido resultan admirables las elipsis con que resuelve las secuencias estrictamente épicas-, se libró a un ejercicio apasionante con el que pretendió deslindar el Mito y la Historia, para llegar a unas conclusiones algo escépticas. (Fotogramas)

Pertenece con Pickpocket y Au hasard Balthazar al más alto nivel del logro de Bresson. (Dave Kehr en Chicaco Reader)

Toda la película está filmada en colores irresistiblemente austeros y una mirada embelesada que se desliza hacia abajo desde el cielo y termina, horriblemente fija en cuerpos blindados que yacen en el barro. (Michael Wilmington)

Es increíblemente hermosa, fascinante, agotadora, edificante, increíble: todas las cosas que podrías esperar de una obra maestra. (Time Out)

Reparto: Luc Simon, Laura Duke Condominas, Humbert Balsan, Vladimir Antolek-Oresek, Patrick Bernard.

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