viernes, 20 de octubre de 2023

El bazar de las sorpresas (The Shop Around the Corner, 1940). Ernst Lubitsch


Alfred Kralik es el tímido jefe de vendedores de Matuschek y Compañía, una tienda de Budapest. Todas las mañanas, los empleados esperan juntos la llegada de su jefe, Hugo Matuschek. A pesar de su timidez, Alfred responde al anuncio de un periódico y mantiene un romance por carta. Su jefe decide contratar a una tal Klara Novak en contra de la opinión de Alfred. En el trabajo, Alfred discute constantemente con ella, sin sospechar que es su corresponsal secreta.

Ernst Lubitsch tiene un sexto sentido. El cinematográfico. Sabe llegar a la nota justa para crear films inolvidables de exactitud maravillosa. Ahí están “Ángel” y  “El desfile del amor”, dos películas magníficas, a las que hay que sumar esta de “El bazar de las sorpresas”, a la que nosotros calificaríamos de película de la suavidad. Porque es el triunfo rotundo de lo normal. Sin desquiciamientos. Sin efectos sensibleros. Todo justo. Medido. Normal. Y, sobre todo, humano. (...) Cámara y decorados cumplen su cometido con perfección. Y hasta ese movimiento de comparsería que entra y sale del almacén está graduado con difícil acierto. La cámara busca el ángulo más difícil y llega uno a olvidarse por entero de que lo sobre la pantalla se ve es pura fotografía, para hacernos vivir la ilusión de una realidad. Hay momentos de emoción insuperable por su misma sencillez. (...) Al buen éxito de esta maravillosa película contribuye en no poca medida la excelente interpretación de un cuidadísimo reparto. (Enrique del Corral en ABC del 27 de diciembre de 1944)

¡Qué maravillosa suavidad tiene esta película de Lubitsch! Este es el comentario que salta a los labios apenas vista la cinta, porque «El bazar de las sorpresas» es un alarde insuperable de normalidad, de justeza, de medida, sin desquiciamientos en ningún sentido. Y tal vez guste más porque está uno tan cansado de cosas insulsas y vacuas... (...) Lubitsch, con un alarde de creación muy suyo, impregna la película entera de esa blanda atmósfera burguesa que tanto ama. Cuida los detalles con tal sensibilidad, con tal acierto, que muchas veces son esos detalles la clave que descubre todo lo que mil diálogos no dirían jamás. (La Vanguardia del 31 de mayo de 1945)

Deliciosa comedia sentimental que se basa en una situación de equívoco arquetípica: un hombre y una mujer mantienen una agradable correspondencia ignorando sus respectivas personalidades. En esta ocasión, Lubitsch cambió la mordacidad por un tono más sensible. Como sucede casi siempre en la obra de este director, la maquinaria dramática funciona con una perfección casi milimétrica. (Fotogramas)

Lubitsch tiene en su haber un buen número de grandísimas películas, pero siempre sintió una especial predilección por El Bazar de las Sorpresas, algo que se nota en el tono de la película. Resulta muy interesante esa preferencia por una obra aparentemente tan pequeña viniendo de alguien que ha realizado otras más importantes y gigantescas, pero al mismo tiempo demuestra el enorme valor que puede tener un filme más modesto pero impecablemente realizado. Es uno de esos filmes en que se percibe el cariño que sus creadores han puesto en sus personajes y el cuidado que hay en todo tipo de detalles de puesta en escena y de guion. No queda prácticamente ni rastro de ese toque mordaz y en ocasiones cínico del antiguo Lubitsch, pero al mismo tiempo las mejores cualidades de su cine siguen estando presentes. (El gabinete del doctor Mabuse)

Una hermosa tetera con una infusión burbujeante bajo la hábil y tierna dirección del Sr. Lubitsch y con un reparto de actores genial para interpretarla suavemente. Está bien por el lado de la farsa y también por el de la absoluta seriedad. (Frank S. Nugent en The New York Times del 26 de enero de 1940)

[Los actores] están lo mejor posible y lo más ligero de todo es el tranquilo encanto con el que Lubitsch ha tomado una pequeña historia frívola a lo Ferenc Molnar y la ha convertido en noventa minutos sedosos e ingeniosos de deliciosa espuma. (Herman G. Weinberg en Sight and Sound)

Cerca de la perfección: una de las comedias románticas más bellamente interpretadas y con mejor ritmo jamás realizadas en este país. (Pauline Kael en The New Yorker)

Esta es la obra maestra de Lubitsch, una combinación inmaculada de su vivaz estilo de filmación, ingeniosas capas dispuestas de manera experta y realismo vigorizante, todo rematado con una trama secundaria romántica que ofrece una celebración abiertamente alegre del amor joven y fortuito. (David Jenkins en Time Out)

Por tanto, ¿tenemos que mirar más allá para captar toda la sal de esta película? No parece necesario, pero podemos comentar la dimensión satírica que a menudo se ha observado. En primer lugar, a diferencia de muchas comedias de Hollywood de los años 30, ésta no se basa en una diferencia de categoría social entre los protagonistas: ambos pertenecen a la clase trabajadora. Por lo tanto, el efecto de "cuento de hadas" (al revés o al derecho) no entra en juego aquí. Al contrario, ambos son conscientes y están preocupados por la precariedad de su situación. Se darán cuenta de que la integridad no es suficiente para asegurar la propia posición en un mundo del trabajo marcado por la crisis global y la omnipotencia de los patronos libres para despedir sin más. Durante una conversación, incluso descubriremos en tono lúdico una alusión al problema del acoso sexual de las mujeres en el lugar de trabajo, visiblemente omnipresente. (Stéphane Ratkovic en DVDClassik)

Es el más hermoso film de Lubitsch, porque es el más sensible: los gags son irresistibles, pero el humor se tiñe de una deliciosa melancolia eslava. En este embrollo sentimental, un vals de malentendidos suntuosamente orquestado, no hay príncipes, ladrones de guante blanco o mujeres fascinantes, sino gentes del montón, frágiles, que temen al paro, a la soledad, e incluso pueden ser tentadas por el suicidio. (Télérama)

El bazar de las sorpresas goza de un estatus especial en la obra de Lubitsch. Abandonando el glamour de la alta sociedad, el cineasta se dirige a las “pequeñas gentes” con amor sincero (el único malo de la película es un pequeño espía hipócrita cuyas maniobras saltan a la vista desde el principio). Muestra honestamente este mundo de la “tienda de la esquina” donde cuentas tu dinero a fin de mes, elogiando conmovedoramente los más mínimos gestos de solidaridad y sinceridad, como si allí encontrara una cura para la sociedad rica, estúpida y perversa de la que anteriormente pintó un retrato mordaz. "Sólo quiero una chica normal y corriente", dice Alfred, hablando de su futura novia. Para un cineasta que tuvo a las más bellas (Carole Lombard, Greta Garbo, Marlene Dietrich, Claudette Colbert), he aquí un giro que nos plantea un interrogante. (Ophélie Weil en Critikat)

Película estrenada en Madrid el 24 de diciembre de 1944 en el cine Actualidades; en Barcelona, el 30 de mayo de 1945 en el cine Tívoli; en Palma de Mallorca, en la Sala Born.

Reparto: Margaret Sullavan, James Stewart, Frank Morgan, Joseph Schildkraut, Felix Bressart, William Tracy, Sara Haden. 

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