jueves, 5 de octubre de 2023

Dos semanas en otra ciudad (Two Weeks in Another Town, 1962). Vincente Minnelli


Después de haber pasado tres años en un centro psiquiátrico, Jack Andrus, un actor acabado, vuela a Roma invitado por un director amigo suyo que le ofrece un pequeño papel en una película que está rodando en los estudios de Cinecittà. Andrus acepta la oferta con la esperanza de recuperar la fama. Lo malo es que en Roma se encuentra con su exmujer, la responsable de su crisis artística y personal.

La película obedece a un tono de amplias generosidades espectaculares. Está muy bien hecha y planteada y conseguida. La fotografía, el color y el sonido trenzan sus virtudes para la más detallada definición de las oscuras pasiones... La película, que es grande y ambiciosa, pesa a veces un poco en su larga y desolada caminata. Sólo los exteriores en Roma, de noche, limpian con su misteriosa hermosura el aire viciado que envuelve a aquellas gentes angustiadas. Cuando el coche de Kirk Douglas, después de la pavorosa carrera final, espléndidamente trucada, se detiene bajo la fuente purificadora, parece que el agua desplomada que empapa al actor y le refresca, lava también, simbólicamente, el espectacular asunto de tantas humanas impurezas. (Gabriel García Espina en ABC del 22 de marzo de 1963)

Vincente Minnelli demuestra una vez más sus reconocidos méritos como director. Por medio de un ritmo rápido y dinámico, logra mantenir el film en una línea de alta tensión emocional. La cámara es movida con superlativa destreza, ora en giros deslumbrantes, ora en momentos de premiosa intensidad para captar la intención de cada escena y extraer las más insospechadas posibilidades en secuencias de mayor contenido dramático. La pantalla en Cinemascope y el color en Metrocolor –particularmente eficaz- contribuyen a sacar el máximo fruto del tema y de la forma como es referido. Un montaje que tiene el acierto de sintetitzar el máximo posible cada situación, ayudado por frecuentes elipsis y por numerosos fundidos, contribuye a dar al film la apetecida agilidad y a mantenir vivo el interés durante su desarrollo. El dialogo es rápido, incisivo y conciso. (J. Pedret Muntañola en La Vanguardia del 14 de abril de 1963)

Amarga y desesperada, llena de imágenes dolientes que se ocultan entre los pliegues del melodrama (...) Una obra maestra absoluta. (Miguel Angel Palomo en El País)

Inspirada prolongación de 'Cautivos del mal' (...) un insustituible documento del paso de cineastas norteamericanos por Cinecittà y por la Roma de 'La dolce vita', (...) una meditación sobre el fracaso, el compromiso y la desilusión. (José Luis Guarner)

Adaptación de una novela de Irwin Shaw que constituye uno de los títulos clave de su director, donde el melodrama se convierte en fastuoso espectáculo. Llevando hasta sus últimas consecuencias la visión del mundo del cine que ya propusiera en "Cautivos del mal", recrea un universo inicialmente artificioso para depurar sus elementos de manera que el artificio devenga arte. (Fotogramas)

Minnelli cada vez más sofisticado, y de gustos europeos (no es ajeno a las corrientes que irrumpen en Europa y a los aires nuevos de Hollywood), alardea de su uso del lenguaje cinematográfico y del buen uso de las claves del melodrama (en el que sin duda es uno de los directores estrella) para mostrar un retrato amargo de una serie de personajes que sufren porque aman, odian y viven intensamente. (El blog de Hildy Johnson)

Una de las películas más agudas y perspicaces sobre la industria cinematográfica. (Richard Brody en The New Yorker)

Todo el asunto es un montón de charlas comerciales simplistas, gruñidos románticos ridículos y poco convincentes y un extraño choque profesional entre el actor y el director que parece sacado de una caricatura de Hollywood. El guión del Sr. Schnee es tan arbitrario y sin objetivo en el desarrollo de una trama como el guión de uno de esos abarrotadas películas de romanos de Cinecittà, y el personaje que presenta para el Sr. Douglas no es más inteligible ni convincente que el de Steve Reeves en Hércules. (Bosley Crowther en The New York Times del 18 de agosto de 1962)

Todo tipo de celos, obsesiones, pasiones, arrepentimientos y dudas se entretejen a lo largo de todos los hilos argumentales del film, y Minnelli los mira a través de los ojos de un veterano de 60 años. Esta no es una exposición emocionante del mundo del espectáculo; es una mirada a una industria vieja y seca, donde los jóvenes simplemente están condenados a repetir los errores de sus antecesores. Cualquier momento de esta película puede traer un nuevo tipo de respuesta: euforia, terror, escalofríos, temblores, alegría, etc. A diferencia de cualquier otro director de su época, excepto Nicholas Ray, Minnelli resume todo esto en un uso sorprendentemente detallado del marco de la pantalla panorámica. (Jeffrey M. Anderson en Combustible Celluloid)

A diferencia de Douglas Sirk, que es mucho más sutil a la hora de enmascarar la intención de su color y la información de la puesta en escena, Minnelli no tiene miedo de decirle literalmente al público que su paleta de colores tiene significado. Al relatar lo que ocurrió la noche del accidente automovilístico y al describir su enfermiza relación con Carlotta, Minnelli deja que Douglas diga en voz alta: "Siempre tuvimos algo con [el color] verde", una señal directa para que el público preste atención a un color, como nunca he visto en una película importante. Esa cualidad abierta, esa voluntad de mostrar sus intenciones en la manga, independientemente de si esas intenciones finalmente resultan estéticamente, es una de las cualidades más entrañables de Minnelli como director. (Paul Mavis en DVD Talk)

Al querer ser excepcionalmente irónico y malicioso, Minnelli ya no consigue hacernos sentir empatía por sus personajes, y la película se nos vuelve a menudo desagradable, tanto más cuanto que no encontramos ni su habitual elegancia ni su profunda ternura incluso para sus protagonistas más antipáticos. Otra decepción proviene del hecho de que el director ni siquiera aprovecha al máximo los escenarios naturales que tiene a su disposición. Afortunadamente, quedan momentos fabulosos de pura puesta en escena, como la secuencia paroxística final a bordo del coche, la escena de proyección de Cautivos del mal (1952) durante la cual los participantes experimentan una fuerte melancolía y algunos otros con Edward G. Robinson, que es uno de los pocos actores de este reparto al que le va bien con Kirk Douglas, incluso si la actuación de este último a veces carece de sutileza. En definitiva, nada que ver con la lírica y soberbia Cautivos con la que sin embargo forma una especie de díptico. Después de la magnífica Los cuatro jinetes del Apocalipsis (1961), retrocedemos un poco. (Erick Maurel en DVDClassik)

Dos semanas en otra ciudad es tan lograda como su predecesora, Cautivos del mal, pero es más difícil de abordar debido a su incursión en la oscuridad, como la secuencia catártica rodada en el coche que remite a la misma escena traumática con Lana Turner diez años antes. La diferencia entre el objetivo de las dos escenas visualmente similares es también la de las películas con temas falsamente idénticos. En 1962 Kirk Douglas conduce a toda velocidad para deshacerse definitivamente de sus demonios, cuando Lana Turner hace lo propio para abandonarse a ellos. En 1952 el cine era más grande que la vida, y diez años después Vincente Minnelli nos recuerda que lo es gracias a los hombres (y no a un solo hombre, la diatriba de Douglas a George Hamilton diciéndole que dejara de depender de nadie y creyera en él) que se dedican a ello con pasión. (Justin Kwedi en DVDClassik)

Por último, lo que resulta muy interesante al yuxtaponer las dos películas (Cautivos y Dos semanas) es el punto de vista de Vincente Minnelli, que ha cambiado profundamente en diez años, pasando de una visión magnificada de la época dorada de Hollywood a la de rodar en el extranjero únicamente por motivos económicos; de una narrativa impecable a una historia mucho más suelta; de gente ambiciosa y llena de codicia hasta personajes desgastados y desencantados. (Virgile Dumez en À voir, à lire)

Película estrenada en Madrid el 21 de marzo de 1963 en el cine Coliseum; en Barcelona, el 14 de abril de 1963 en los cines Montecarlo, Niza y Aristos.

Reparto: Kirk Douglas, Edward G. Robinson, Cyd Charisse, George Hamilton, Dahlia Lavi, Claire Trevor, James Gregory, Rosanna Schiaffino.


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