miércoles, 9 de agosto de 2023

La ciudad de las estrellas (La La Land, 2016). Damien Chazelle


Mia (Emma Stone), una joven aspirante a actriz que trabaja como camarera mientras acude a castings, y Sebastian (Ryan Gosling), un pianista de jazz que se gana la vida tocando en sórdidos tugurios, se enamoran, pero su gran ambición por llegar a la cima en sus carreras artísticas amenaza con separarlos.

La película va de eso, de sueños y de amores, pero Chazelle lo relata con una brillantez, con una elegancia y un talento tal en cada toma que no sólo hace soñar a los protagonistes sino que lleva su ilusión permanente a la retina de cada espectador. Si la película es una joya, enorme, en sí misma, el final es tremendo, de lo mejor visto en años. (...) Un prodigio de ternura entrañable, tan alegre y tan triste a la vez.(José Manuel Cuéllar en ABC del 13 de enero de 2017)

Chazelle tiene el detalle de ir un paso más allá y celebrar no sólo el musical, sinó el cine tout court: la broma metalingüística sobre el Cinemascope que abre la fiesta (Frank Tahslin hizo algo muy parecido en The Girl can’t help it) y la inclusión en la trama de Rebelde sin causa, una de las películas que mejor usaron ese formato, con su bello homenaje a la secuencia del planetario, multiplica el placer del espectador ante este acto de amor y de fe en la magia de la pantalla, muy especialmente materializado en esos minutos finales donde el prestidigitador Chazelle reformula su propia película. (Jordi Batlle Caminal en La Vanguardia del 13 de enero de 2017)

Todo un canto (y nunca mejor dicho) a la acción continua y al ilusionismo escénico. Una reivindicación del complicadísimo arte de conseguir que todo fluya ante la cámara siguiendo unos muy precisos patrones rítmicos y tonales, pero sin dejar de exudar tanta magia (engañosamente espontánea) como (irreal) veracidad. Estamos ante una metódica, a ratos fascinante, recuperación de la alquimia formal del musical clásico, que se afana en negar esa posmodernidad de sala de edición omnipresente en el género desde hace un tiempo. (Antonio Trashorras en Fotogramas)

No todo es agradable, certero, defendible o logrado. No es La La Land, la tierra angelina, perdón, La ciudad de las estrellas, una película redonda, conseguida, influyente, determinante. Su aroma resulta demasiado dulzón, almibarado, y algunas secuencias son demasiado prefabricadas. (...) La nostalgia puede ser buena o mala consejera, pero aquí la rememoración permanente del pasado ni se explica bien ni cala hondo. La nostalgia por el viejo cine (de nuevo Rebelde sin causa, si es que Ray representa un cine viejo, algo que va en contra de todo lógica evolutiva) o por el viejo jazz. En este sentido, el personaje de Stone gana al de Gosling: ella quiere ser un nuevo astro en el firmamento cinematográfico y aprende de todo lo que ve, y él desea que todo el mundo vuelva a tocar como lo hacían Coltrane, Monk, Mingus y Davis. Nostalgia amable, melancolía incierta, que afecta por supuesto a las relaciones entre los personajes: lo que se pudo tener y finalmente se perdió mostrado sin acritud, sin arrebato melodramático. (Quim Casas en Sensacine)

Para hacer La La Land, Chazelle ha hecho retroceder el reloj. El estilo, el enfoque, el trabajo de cámara, la paleta de colores y el punto de vista son todos directamente de la década de 1950. Los actores principales, Ryan Gosling y Emma Stone, con frecuencia pueden ser captados canalizando a Fred Astaire, Gene Kelly y Ginger Rogers. Chazelle y su director de fotografía, Linus Sandgren, adoran las tomas largas y quizás ninguna sea más ambiciosa que la de apertura: un número musical en una autopista abarrotada, donde los conductores salen de sus autos y cantan y bailan como antídoto contra la ira al volante. El amor de los cineastas por los musicales de la Edad de Oro emerge con más fuerza en números como este, pero impregna cada fotograma de La La Land. Con la excepción de algunas palabrotas (probablemente incorporadas para evitar la calificación "PG" preocupantemente dócil), no hay un elemento en esta película que no se hubiese podido encontrar en algo hecho en 1952. El escenario es moderno, pero la sensación es anticuada (y eso no es nada malo). (James Berardinelli en Reel Views)

No es tanto mirar hacia atrás con añoranza a maestros del pasado como Vincente Minnelli, Nicholas Ray, Stanley Donen y Jacques Demy (por nombrar algunos) sino aprovechar su magia, insistiendo en su modernidad y su propio clasicismo en el mismo gesto. (A.O. Scott en The New York Times)

Hemos tenido algunos musicales desde la era de Rogers & Astaire, pero pocos han intentado recuperar esa sensación de pensamiento mágico y fluido en el que los personajes se comunican con sus cuerpos tanto, tal vez incluso más, que con sus voces. Una de las muchas cosas notables de "La La Land" de Damien Chazelle es la cantidad de energía y tiempo que dedica al movimiento y la música, no solo a las letras. Las películas musicales modernas, que a menudo se basan en espectáculos de Broadway, se han centrado en gran medida en canciones que desarrollan más la trama. En la visión de Chazelle, la coreografía importa y un simple estribillo de piano puede tener más poder que una letra. Esta es una hermosa película sobre el amor y los sueños, y cómo los dos se impactan mutuamente. Los Ángeles está lleno de soñadores y, a veces, se necesita un compañero para hacer realidad su sueño. (Brian Tallerico en RogerEbert.com)

Tanto Coppola (One from the Heart) como Scorsese (New York, New York) han explorado este terreno antes, de manera bastante espléndida. Lo menos que se puede decir de Chazelle es que saca a relucir un brío cómico sostenido, socavando ingeniosamente las expectativas con una regularidad que es casi contraproducente, pero que nunca socava la integridad emocional de la pieza. Es una combinación que parece destinada a producir el tipo de éxito popular que se le escapó a Coppola y Scorsese, y con razón: Chazelle ha creado esa cosa rara, una comedia genuinamente romántica, y también una rapsodia en azul, rojo, amarillo y verde. Si su película bordea las verdades más duras que encuentras en New York, New York o Los paraguas de Cherburgo, bueno, todavía tiene sólo 31 años, y la nostalgia ya no es lo que solía ser (es mejor). (Tom Charity en Sight and Sound)

Un maravilloso tributo a la época dorada de los musicales de Hollywood, "La La Land" es también una fascinante meditación sobre la soledad del artista y su difícil relación con el mundo real. (Alain Masson en Positif)

Esta emocionante película abre una puerta y demuestra que Hollywood está al alcance de los jóvenes cineastas (Chazelle tiene 30 años) y puede revivir en medio de la década más débil de su historia. (Stéphane Delorme en Cahiers du Cinéma)

Y éste es realmente el golpe de fuerza de Chazelle: no para modernizar el género -otros, incluidos Christophe Honoré, Whit Stillman y Jon M. Chu lo han hecho con más audacia, pero probablemente con menos visibilidad-, sino para ofrecer una visión suficientemente unificadora que restaure su imagen comercial. (Jacky Goldberg en Les inrockuptibles)

Película estrenada en España el 13 de enero de 2017.

Reparto: Emma Stone, Ryan Gosling, John Legend, Rosemarie Dewitt, J.K. Simmons, Finn Wittrock.

2 comentarios:

  1. La película es una combinación de aciertos, por un lado la sensacional interpretación de los dos protagonistas, por otro las melodías y la conseguida coreografía, con momentos realmente brillantes, como el espectacular arranque o las románticas escenas del observatorio y, para rematar el compendio de logros brillantes, la sabia mezcla del sabor clásico con el aire fresco que destila.
    Plagada de homenajes cinéfilos a algunos de los clásicos del género, en los que se inspira sin tratar de ocultarlo, sino todo lo contrario. Los músicales de Rogers y Astaire, Kelly o Charisse, con número de claqué (o tap) incluído, están presentes en el film, pero también los hechos fuera de Hollywood, porque Chazelle es un enamorado de la música y le da igual dónde se haga, de hecho, queda patente esa fascinación que siente por la película de Demy "Les parapluies de Cherbourg", no sólo por el colorido, sino por la propia historia en sí.

    ResponderEliminar
  2. De hecho, el final de la película creo que remite al ballet final de Un americano en París, el clásico de Vincente Minnelli, con homenaje a la pintura impresionista incluido.

    ResponderEliminar