Recién instalada en Londres, Ann Lake lleva a su hija a la escuela el primer día de clase; pero, cuando vuelve a recogerla, la niña ha desaparecido. Ann denuncia el caso a la policía, pero las investigaciones de los agentes no conducen a ninguna parte, es como si se la hubiera tragado la tierra. Poco a poco, en comisaría empiezan a preguntarse si no se tratará de una fantasía de Ann.
"El rapto de Bunny Lake" nos da las dos caras de Preminger: por un lado, su capacidad para definir los personajes, para obtener lo mejor de ellos, a través de un tratamiento con la cámara de mucha eficacia visual, y que, por tanto, llega al espectador provocándole. Por otro, su desdén a cualquier solución realista que pueda ofrecerle el tema. De ahí ese final que es como una gran traca, donde se dan la mano la fantasía, la locura, el mundo mágico e irreal de los juegos secretos infantiles. Preminger compone un cuadro de indiscutibles atractivos, sirviendo a un guión en el que hábilmente se dosificant las situaciones de misterio. Es una película con trampes —los tipos que encarnan Noel Coward y Marthita Hunt son en este sentido reveladores—; pero, tan bien engar-zadas en la idea central del argumento, que cuando aparece la palabra "fin" en la pantalla nadie ha tenido tiempo de descubrirlas. (José Luis Martínez Redondo en ABC del 21 de septiembre de 1966)Otto Preminger ha realizado la película con una precisión narrativa que es pura maravilla. Todo se desenvuelve con el justo ritmo y en los límites de unes dimensiones de gran exactitud. Puede decirse que no hay nada en el relato que sobre ni que falte. El clima de «suspense», iniciado a partir de los primeros momentos, se mantiene siempre con la misma tensión. En las secuencias finales, sobre todo, se viven momentos anhelantes, de una trémula y angustiada inquietud. (A. Martínez Tomás en La Vanguardia del 8 de noviembre de 1966)
Adaptación de una novela de Evelyn Piper, en la que Preminger desarrolló una trama de suspense con técnica impecable, aunque con excesiva tendencia al recurso fácil. De esta manera, su artificio se pone de manifiesto con excesiva facilidad. Pese a ello, la sólida realización y el excelente reparto aseguran la probidad de sus resultados. (Fotogramas)
El rapto de Bunny Lake es un incómodo, oscuro y fascinante thriller psicológico con el que Otto Preminger consigue que nos planteemos, sin efectos especiales, recursos fantásticos o parafernalias digitales, si estamos viviendo la terrible realidad o una pesadilla terriblemente real. De obligado visionado. (Juan Luis Caviaro en Espinof)
Lo más flojo de la película es su resolución. Excesivamente largo el
clímax, redundante, forzado e incoherente en su ánimo freudiano con
actitudes y motivos previos. (Antonio Méndez en AlohaCriticón)
La forma de contar, es decir, de mostrar la acción de Preminger tiende precisamente a lo contrario: a la síntesis y la simultaneidad; frente a toda forma de fragmentación, tanto espacial como temporal. Preminger aspiró siempre al plano secuencia único, al travelling continuo, capaz de captar y reproducir la vida como flujo constante surcado por una consciencia despierta y aguda, por una mirada atenta y en permanente vigilia, por un cerebro capaz de comprender con la velocidad del rayo cuanto sucede, aliando las fuerzas del razonamiento deductivo y las del inductivo. (Miguel Marías)
La apelación primaria a la Razón hecha por cada película de Preminger reconoce así, en un segundo momento, su propia procedencia en lo irracional al que, en un tercero, regresa. La razón es una ficción que se construye para explicar los eventos inexplicables de la narrativa (Bunny Lake Is Missing es la máxima demostración de este proceso).(Chris Fujiwara en Senses of Cinema)
La película se va deshaciendo paulatinamente de sus envoltorios -los del cine policiaco, del thriller, del cine psiquiátrico, incluso del cine de atmósfera fantástica- para revelar en su centro, en su núcleo, algo que a falta de otro nombre llamaremos poesía. (Jacques Lourcelles)
En cierto sentido, Bunny Lake es el destino final de la racha de "fantasía" de Preminger: nunca se hizo más alarde de los misterios, las dudas, las visiones oníricas, las personalidades dobles o triples; pero también lo es de su admisión del fracaso: de hecho, nunca se utilizaron patrones más crudos y medios más pomposos para una causa tan sutil y común. Podemos rastrear visiblemente --paralizados en el fracaso-- la dialéctica entre sugestión y exceso, entre alusión y redundancia, entre lo efectivo y lo superfluo, entre lo bifronte y lo monolítico, la lucha entre el misterio y el sistema, entre la sombra y la luz (escena profética de Tempestad sobre Washington) que, perpetuándose de película en película y dejando su huella más o menos evidente en cada una, acabó con la pérdida de valor de la figura central de la pieza, que era al mismo tiempo su símbolo y su secreto. (Jean-Louis Comolli en Cahiers du Cinéma nº 178 de mayo de 1966)
Por lo demás, el mismo hombre que hace algunos años declaraba
“dirigir es saber contar una historia” es el que ahora firma Bunny Lake Is Missing, filme en que el
deseo de espectacularizar una trama intimista lo lleva a crear falsas pistas,
una galería de sospechosos demasiado evidentes, con lo que estropea las
cualidades del filme, esas enigmáticas relaciones entre Carol Lynley y Keir
Dullea, el personaje de Laurence Olivier y, sobre todo, esa prodigiosa manera
de “apoderarse” de un ambiente, de situarlo, de “captar e, incluso, comprometer
a un personaje en su ambiente”, según expresión de Jacques Lourcelles. Es casi
seguro que si ese proyecto se hubiera rodado después de Anatomy of a Murder, como, en principio, quería, su forma de hacer
hubiera sido menos alambicada, más cercana a los filmes de la Fox de los años
cincuenta. (Bertrand Tavernier y Jean-Pierre Coursodon en 50 años de cine norteamericano)
Sumergida durante toda su segunda hora en la oscuridad de una noche de angustia, y habitada por figuras periféricas espectrales, insólitas o inquietantes (la maestra jubilada que colecciona las pesadillas de los niños; el casero y poeta lujurioso encarnado por Noël Coward; el reparador de muñecas ... ), El rapto de Bunny Lake poco a poco se convierte en una película con el encanto del insomnio, una especie de ensueño, una deriva poética hacia los límites de la sinrazón. Los adultos son, en última instancia, sólo niños enmascarados, y debajo de sus camas todavía acechan las formas oscuras y monstruosas de sus neurosis. (Antoine Royer en DVDclassik)
Al entrar en contacto con una guitarra eléctrica, Otto Preminger, nacido en 1906, sufrió una conmoción, que transmite en este thriller psicológico de 1965, ambientado en el swinging London. (...) La verdadera carga de la película está en otra parte: en la visión de Preminger de una era del rock and roll agitada y desorientada. El caos mental de la época se refleja en el comportamiento de los excéntricos personajes locales (incluido un rijoso cuentista, interpretado por Noël Coward), las imágenes de pesadilla, el telón de fondo de la protesta estudiantil, la crisis política, y la banda sonora frenética, que presenta la música de los Zombies. (Richard Brody en The New Yorker)
Un thriller regular escrito por John y Penelope Mortimer (a partir de la novela de Evelyn Piper) en el que el cansado inspector Olivier recorre un Londres repleto de cameos en busca de la niña extraviada (y posiblemente inexistente) de Carol Lynley. Preminger nos irrita característicamente con ambigüedades en clave menor como si la investigación fuera filosófica más que criminal. Una breve aparición de The Zombies ubica el momento bastante bien, aunque Londres no sigue el ritmo sino que chirría inquietantemente. (PT en Time Out)
Película estrenada en Madrid el 19 de septiembre de 1966 en los cines Capitol e Infante; en Barcelona, el 4 de noviembre 1966 en el cine Fantasio.
Reparto: Laurence Olivier, Carol Lynley, Keir Dullea, Martita Hunt, Noel Coward.
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