viernes, 24 de mayo de 2019

Cuando éramos soldados (We Were Soldiers, 2002). Randall Wallace


En plena guerra del Vietnam, el coronel Hal Moore (Mel Gibson) y sus soldados (unos 400 hombres) aterrizaron en noviembre de 1965 en una región conocida como "El valle de la muerte". Allí fueron recibidos por más de 2.000 soldados del Vietcong, desencadenándose una de las batallas más feroces de la guerra.

Junto a la indecencia de su belicismo encubierto, está la incapacidad del guionista y el director del engendro para poner en movimiento el flujo de tensión y acción que pide un género tan complejo como el bélico, que exige altísima precisión en las definiciones rítmicas y en los desarrollos espaciales (recordemos La delgada línea roja, donde Terrence Malick acota con alta precisión el espacio de un campo de batalla). Pero nada remotamente parecido a esto hay en la amorfa inexpresividad de esta ofensa al cine. (Ángel Fernández-Santos en El País del 28 de junio de 2002)

El resultado es un indigesto cóctel de integrismo religioso y soflama militarista. Aunque abuse de la imagen ralentizada como subrayado dramático, Wallace imprime notable brillantez visual a las escenas de guerra, en especial las nocturnas.Pero diálogos como el de Gibson diciendo: “Ser buen soldado te hace ser mejor padre” propiciaron que el cronista se pellizcara en la penumbra de la sala, creyéndose en sueños y víctima de alucinante pesadilla. (Lluís Bonet Mojica en La Vanguardia del 30 de junio de 2002)

Todo exagerado hasta lo grotesco y lo paródico, con un sentido esperpéntico y demasiado calculado de lo que sería el estilo clásico. Una película caduca y falsa que quiere copiar a los modelos clásicos del cine bélico de Hollywood, pero a la que le pierde su tendencia al gigantismo dramático. (Miguel Blanco en Sensacine)

Aparte de la brillantez de algunas de sus secuencias bélicas (salvo las nocturnas, demasiado estereo-tipadas), Wallace expone con acierto la angustia de aquéllos que parten a combatir y la de sus familias. (Joaquín R. Fernández en La butaca)

No aportan nada nuevo las particularidades psicológicas frecuentadas miles de veces en el personaje heroico y los recursos técnicos de realismo y crudeza guerrera ya cargantes por su reiteración en el contexto tras el éxito de “Salvar Al Soldado Ryan”. (AlohaCriticón)

Los clichés de guerra se imponen un poco, pero la película logra poner un rostro humano a los soldados de ambos bandos en la guerra de Vietnam. (Rotten tomatoes)

Cuando me metí en mis recuerdos de la Segunda Guerra Mundial, me encontré extrañamente conmovido incluso por los artificios más cursis y trillados. (Andrew Sarris)

Las secuencias de batalla en We Were Soldiers no son tan complicadas como en Black Hawk Down, pero esta película hace un trabajo mucho mejor para establecer a los personajes antes de que se lancen a la batalla. (Richard Roeper)

Durante gran parte de su duración, la película consiste en escenas de batalla. No son tan lúcidas y fáciles de seguir como los eventos en 'Black Hawk Down', pero el terreno es diferente, el lienzo es más grande y no hay ojos en el cielo para rastrear los movimientos de las tropas. (Roger Ebert)


Tiene un impacto que trasciende la política y una dramatización excesiva a cargo del escritor y director Randall Wallace. (Peter Travers en Rolling Stone)


A este espectáculo se agrega un rito, relativamente nuevo en relación con las películas dedicadas a la Guerra de Vietnam: el homenaje al adversario. (...) El comandante de las tropas vietnamitas se presenta como un sabio valiente (no tanto como Mel Gibson, aún así, él no va a disparar). Este deseo de falsa simetría, esta ingenua puesta en escena de la guerra evoca irresistiblemente las grandes máquinas cinematográficas y militares de la década de 1960, cuyo arquetipo sigue siendo El día más largo. (Thomas Sotinel en Le Monde)

Cuando el fuego ya está en el frente, la paciencia ha de extenderse a hora y media de acción, asedios, despanzurramientos y sacrificio; un tramo de cine aceptablemente bien confeccionado pero exento de fascinación y salpicado, como el precedente, por frases (Me alegra morir por mi país) que al espectador juicioso le duelen tanto como a los personajes de ficción sus múltiples heridas abiertas. Decididamente, esta es otra de esas películas que en un mundo ideal no existirían ni en sueños. (Jordi Batlle Caminal en Fotogramas)

Película estrenada en España el 28 de junio de 2002.

Reparto: Mel Gibson, Madeleine Stowe, Sam Elliott, Greg Kinnear, Chris Klein, Barry Pepper.


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