La historia de Don Antonio Barracano, considerado el alcalde del barrio napolitano de Sanità, quien imparte justicia respondiendo a las demandas de sus vecinos, siguiendo su propio criterio e imponiendo una ley salomónica. Cuando recibe la visita de un joven que afirma querer asesinar a su padre, Don Antonio se verá obligado a interceder para evitar la tragedia. Adaptación a la gran pantalla de la obra de teatro "Il Sindaco del Rione Sanità" de Eduardo de Filippo
A diferencia de la serie de TV Gomorra, la película de Martone es una historia atemporal sobre la culpa, la redención y la esperanza (como demuestra el gesto responsable del protagonista al final de la película, abierto y nada pacifista, y con el que De Filippo, hace ya 60 años, escribió sin falso optimismo). Con Il Sindaco del Rione Sanità, el director napolitano vuelve a conectar cine y teatro, inspirándose en Polanski, Fassbinder, Kurosawa y Hitchcock, que colocan a sus personajes en espacios grandes y cerrados, y se centran en ellos con primeros planos extensos. Su punto fuerte es dirigir con un ritmo libre, una cadencia de rap napolitano, un flow melódico recitativo, que incluye en el proyecto al rapero Ralph P, que además de actuar en la película, escribió las canciones del principio y del final. (Camillo de Marco en Cineuropa)
Que la obra apoye el desarrollo y trasfondo de sus personajes y sus tramas en el texto de su guión no va en detrimento de su apartado visual, que si bien no resulta particularmente innovador ni diferencial, si es potente y con una fotografía intensa y hermosa. El plano climático de la película me parece fantástico, con una referencia evidente a La Última Cena. (David Rodrigo en Cinéfilos frustrados)
Y he aquí que una película aparentemente tan sencilla, en su idea y puesta en escena (un mes para prepararla, un mes para rodarla), acaba encerrando una complejidad explosiva, llevando a la pantalla el gran trabajo realizado por los actores en el teatro, la energía, incluso la diversión, las miradas medidas muchas veces, los matices en tonos y gestos. La música de Ralph P. marca los “cambios de escena”. Pero la modernidad, más bien la contemporaneidad, ya estaba en el texto de De Filippo, en su pesimismo desencantado, en su capacidad de hablar de Nápoles tal como es, en la convicción de que la esperanza está en las conciencias individuales, en el coraje de hacer lo correcto. Un texto sobre el que Martone construye una puesta en escena apremiante, casi una coreografía, compuesta por unas imágenes-sentido y cambios de perspectiva que construyen la escena, sostienen a los actores, dan peso a las palabras. Imaginando un mundo que sea "menos redondo y un poco más cuadrado". (Fabrizio Tassi en Cineforum.it)
La consecuencia casi paradójica de la operación es que, tanto en el teatro como en el cine, el texto, desarraigado del mundo eduardiano, puesto a prueba de la contemporaneidad -de una sociedad que vive una deriva agresiva rayana en lo primitivo- muestra su formidable construcción, la densidad de la composición dramática, su ambigüedad moral, la potencia (y ferocidad) de los personajes y el carácter enigmático de algunas figuras (la del médico, que vive en la casa de Barracano por razones que se encuentran en un pasado que -el mismo Martone subraya- se omite por completo). La película entonces, indirectamente, termina investigando los prejuicios sobre el drama que, después de tantos años de representaciones codificadas, inevitablemente existen (y resisten). Y en señalar nuevos caminos posibles a seguir en toda la obra de De Filippo, todavía esencialmente intacta. (Luca Pacilio en Gli Spietati)
No sería justo definir esta película como una film destinado a denunciar a la Camorra y a quienes la dominan, al contrario podría catalogarse como un largometraje destinado a dar a conocer determinadas situaciones porque, según declaraciones del director Martone , hay una necesidad de actuar en una dimensión política y por lo tanto cuestionar la realidad para poder dar una representación justa de ella. Esta película sabe poner de relieve la lucha entre el bien y el mal y la correlación que existe entre ambos a través de las acciones del protagonista que no son del todo legítimas pero que siguen encaminadas al bien de los más débiles, de haber ofrecido un gran homenaje a una obra teatral que merece ser recordada y, por último pero no menos importante, haber puesto de relieve una realidad desconocida para muchos. (Krizia Loparco en Parmateneo)
Basado en la reciente puesta en escena de la obra por parte de Martone, El alcalde de Rione Sanità es una obra desafiante cuya violencia verbal es fascinante pero también repelente. Sin duda, es una de las películas más exitosas del director, pero sufre las mismas barreras intelectuales que han hecho que su trabajo sea tan difícil de acceder para el público en general. A pesar de lo fascinante que es ver las actuaciones de los actores, su significado no es tan fácil de interpretar, y muchos espectadores dispuestos dejarán la película más desconcertados que iluminados. (Deborah Young en Hollywood Reporter)
Los italianos, como reconoció De Filippo, tienen debilidad por los hombres fuertes (no están solos), y su concepción del alcalde de rione Sanità refleja ambigüedad, así como una admiración a regañadientes. La capacidad de Antonio Barracano para infundir miedo en los demás lo ha convertido en una figura de respeto. Es un jefe del crimen que descansa sobre sus ganancias mal habidas y, sin embargo, al final de la historia, se sacrifica en un acto que muchos considerarán noble. Para que la obra sea realmente interesante, esa tensión es lo que debe desarrollarse, pero Martone no parece cuestionar la naturaleza problemática de un personaje con las contradicciones propias de Shakespeare, que parece redimir su criminalidad con un gran acto final de generosidad. ¿Se supone que la audiencia debe olvidar los antecedentes violentos del hombre a la luz de su martirio? Uno ve la película cuestionando lo que Martone aportó al material, porque aparte de la elección del reparto, esta interpretación no se ve fresca en absoluto. Incluso filmar el acto final en el Palazzo San Felice, una de las maravillas arquitectónicas de Nápoles reconocible en innumerables películas, fomenta la sensación de falta de originalidad. (Jay Weissberg en Variety)
Película no estrenada comercialmente en España.
Reparto: Francesco Di Leva, Massimiliano Gallo, Roberto De Francesco, Adriano Pantaleo, Daniela Ioia, Giuseppe M. Gaudino.
Un film que parece más complicado de lo que aparenta.
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