En un emblemático barrio popular de Barcelona, amenazado por un plan de reforma, se emprende la construcción de un bloque de viviendas. Queríamos conocer la intimidad de una construcción, así que nos metimos ahí, cuando ese espacio era todavía un solar donde los chavales jugaban a fútbol. Sobre este terreno buscamos la forma de convivir, conocer y rodar -así, por este orden- que nos permitiera abordar tanto el anecdotario de la propia obra como el que ésta generaba a su alrededor; en esa cotidianidad quebrada por el estruendo de los derribos, entre sus vecinos, en el barrio (de hecho la imagen del barrio se concretó en la del puñado de rostros que a nuestros ojos lo representaban). En este proceso, pronto advertimos que la mutación del paisaje urbano implicaba también una mutación en el paisaje humano, y que en este movimiento se podrían reconocer ciertos ecos del mundo. Sobre estos cimientos construimos una película (José Luis Guerín).
Desde luego hay que alabarlo, y se puede afirmar que es un documental que alcanza la excelencia en la dirección, una apuesta inteligente y arriesgada del cine español que hace un hermoso homenaje a la cotidianeidad de los personajes más comunes, pero que levante la mano aquél que no pensó que era un "pelín" larga. No es que haya que quitarle mérito alguno a este brillante documento, tan sólo lo decimos porque el director, no contento con su gran éxito en taquilla y su cosecha de premios, se resistía a admitir que le sobraba siquiera un solo plano... En cualquier caso, un magnífico documental.
"Una de las más interesantes, arriesgadas y personales películas españolas de los últimos años. Lo mejor de uno de los más raros y necesarios directores españoles" (Javier Rioyo: Cinemanía)
"Una azaña poética e intelectual que seguirá estando viva y seguirá siendo cine vigente dentro de décadas y más décadas... Tiene algo de muestra antológica, de mágica exhibición de recursos de expresividad musical casi en los bordes de lo insuperable" (Ángel Fdez. Santos: Diario El País)
"Admirable película" (Carlos Boyero: Diario El Mundo)
En la que algunos consideramos la más programática, arriesgada de sus películas, "El sol del membrillo", el gran Víctor Erice situaba modestamente su cámara para captar un esfuerzo artístico, el del pintor Antonio López y su denodada búsqueda del realismo pictórico frente a un membrillero. Más discreto, pero no menos ambicioso, Guerin sitúa la suya en el corazón de uno de los barrios históricos de la vieja Barcelona, el Chino, para documentar igualmente un esfuerzo. No artístico, cierto, pero no menos importante para la vida: el de unos hombres, los trabajos y los días de un grupo de obreros, pero también las voces y las presencias de los habitantes de una ciudad en constante, imparable mutación.Hay en los dos esfuerzos, el de Erice, entonces, y el de Guerin, ahora, una insobornable certeza: en un mundo cacofónico, en el que las imágenes ya no dicen más allá de su palmaria evidencia, es preciso oír otras voces, convocar otras presencias. Y hacerlo con otras herramientas del narrar. Desconfianza ante las historias creadas desde un guión; pero también, por qué no, voluntad de desandar el camino que más de 100 años y muchos millones de horas de ficción después, parece haber desembocado sólo en una de las múltiples posibilidades de la imagen en movimiento, el puro y duro entretenimiento.Tiene por lo tanto "En construcción", como tenían las anteriores "Innisfree" y "Tren de sombras" y, claro, "El sol del membrillo", el valor de una declaración de principios. Y también de amor: por una ciudad, por unos ciudadanos que habitualmente no interesan a nuestros contemporáneos artistas. Solo por eso ya merecerían Guerin y su film el mayor de los respetos. Pero es que hay más: hay la belleza de lo ordinario captada sin florituras, la voluntad de construir un discurso también sobre el cine, el de cuando existía como tal, y no en forma de películas aisladas. También aquí se ve el influjo bienhechor de Erice; y en otros homenajes explícitos: el encofrador y el ferrallista cantando una canción de otro tiempo, como López y Enrique Gran en "El sol..." , en la discusión de esa "Tierra de faraones" que afana a varios personajes. Cierto: Guerin vuelve a mostrar aquí una falta de mesura que daña inútilmente el resultado final. Pero hay que agradecerle que nos vuelva a descubrir que el mejor cine siempre es posible; y que es condición fundamental del creador el compromiso sin claudicaciones con sus propias convicciones sobre el medio. Para espectadores de hoy y de mañana. LO MEJOR: el sentido del humor captado de sus anónimas criaturas. LO PEOR: un estiramiento innecesario de bastantes situaciones (Mirito Torreiro. Fotogramas).
Reparto: Juana Rodríguez, Iván Guzmán, Juan López López.
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