martes, 1 de febrero de 2022

No me digas adiós (Goodbye Again, 1961). Anatole Litvak

 

Una madura parisina, unida sentimentalmente a un hombre de su edad y muy aficionado a las jovencitas, inesperadamente, se enamora de un joven a quien le dobla la edad. Adaptación de una novela de Françoise Sagan.

Anatole Litvak, el realizador de «Nido de víboras» y de «Anastasia», veterano a quien no han sorprendido las audacias de la «nouvelle vague», porque ya había en su cine intuiciones y anticipaciones que denotan una vigorosa renovación espiritual y técnica, ha logrado en este film un perfecto equilibrio narrativo dentro de la dinámica más viva y trepidante. Maravilla literalmente ese lenguaje directo y expresivo, conciso y rápido, que traduce en unas cuantas imágenes, plasmades con un rigor casi pictórico, los más profundos y complicados estados de ánimo, así como sorprende la destreza agilísima con que desenvuelve y encadena los múltiples episodios acaecidos en unos cuantos días cargados de pasión, de zozobra y de angustia. (A. Martínez Tomás en La Vanguardia del 4 de febrero de 1962)

Anatole  Litvak,  con  los  elementos  que el  guión  le  suministrara,  ha  logrado  una ambientación  muy  certera,  un  movimiento  de  novela  mundana  y  un  interés,  lo cual  hace  de  su   película   "No  me  digas adiós"   (el  título   es  literalmente  "Adiós, otra  vez",  que  en  la  hablada  en  español no  se  justificaría)   un  relato  que  cautiva, lleno de las íntimas emociones del triángulo humano de la historia y con ritmo excelente y  excelente  lenguaje   cinematográfico.  (Donald en ABC del 6 de febrero de 1962)   

Un cursi y blando pretexto literario para una película igualmente cursi y blanda. Eso sí, correctamente hecha e interpretada en razón de su solvente director y su no menos solvente reparto, encabezado por Ingrid Bergman, Ives Montand y Anthony Perkins, que quieren' tomar parte en el juego de la elegancia y, lógicamente, se quedan al nivel del director y de la autora del filme, en esa epidermis de la verdadera elegancia que el esnobismo de gran mundo. Detrás de los modelos de Christian Dior acecha el vacío. (Ángel Fernández-Santos en El País del 4 de julio de 1983)

Excelentemente interpretada, en una construcción que depende tanto de los diálogos y del intercambio de golpes emocionales como de los silencios y de los rostros de los actores (en especial, de la Bergman), la película se edifica sobre secuencias largas y tránsitos rápidos. La arquitectura de las escenas, aparentemente sencilla (con tomas de mérito, como aquella en la que Philip descubre por vez primera a Paula desde la escalera, por las puertas entreabiertas del salón; no así, en cambio, el momento en que tiene noticia de las infidelidades de Roger), sirve, sobre todo, al primer propósito de Litvak, que son los personajes y su tortura emocional. (39 escalones)

Una cinta delicada, descorazonadora y hermosa, que navega entre la melancolía, la desesperanza y la apatía más evidente. Una grata sorpresa, en definitiva. De esas joyas ocultas, que se encuentran con poca frecuencia.(Clásicos eternos)

La feminidad de Ingrid Bergman nunca ha sido tan evidente, ni su forma de actuar tan sincera y llena de sentimiento” (Lawrence J. Quirk).

El guión adaptado de Samuel Taylor tiene algunos vuelos de fantasía e ingenio, pero en general es solemne y pedestre, apenas lo que debería ser una cosa de este tipo. Y, la dirección del Sr. Litvak, aunque atenta a la cuestión de los estados de ánimo que cambian rápidamente y la atmósfera electrizante de París, no tiene un estilo distintivo y perturbador. En varios lugares importantes, permite que se hunda la tenue acción. (Bosley Crowther en The New York Times del 30 de junio de 1961)

Litvak usa el tema recurrente de los círculos para transmitir múltiples significados de la historia (como en Jules y Jim de François Truffaut). La película comienza y termina con el mismo episodio. Hay varias escenas en las que Philip conduce sin rumbo por París para pasar el tiempo (esto también se revela temáticamente a través de la indecisión de Philip y su incapacidad para encontrar trabajo o una causa que le apasione). El desenlace de la película culmina con Paula llamando a Philip desde una escalera de caracol. La selección de la Sinfonía n.° 3 de Brahms es adecuada para la historia de un triángulo amoroso, con un patrón melódico cíclico. Además, las variaciones de la música se utilizan como leitmotiv a lo largo de la película (incluida una inquietante versión de blues cantada por Diahann Carroll), lo que refleja la atmósfera de la situación. El efecto es de atrapamiento y pérdida de dirección, una sensación de que las vidas de estos personajes no van a ninguna parte, que sus relaciones están, de hecho, inevitablemente condenadas. (Acquarello en Strictly Film School)

Aunque bien interpretado, especialmente por Ingrid Bergman, como la mujer enamorada del suave Yves Montand y el juvenil Anthony Perkins, el melodrama no ha envejecido bien. (Emanuel Levy)

Película estrenada el 3 de febrero de 1962 en Barcelona en los cines Astoria y Cristina; en Madrid, 5 de febrero de 1962 en el cine Avenida.

Reparto: Ingrid Bergman, Yves Montand, Anthony Perkins, Jessie Royce Landis, Jocelyn Lane, Michèle Mercier, Diahann Carroll.

1 comentario: