jueves, 4 de agosto de 2016

Queen Christina (1933). Rouben Mamoulian


Suecia, siglo XVII. Durante la guerra de los Treinta Años (1618-1648) muere, en la batalla de Lutzen, el rey Gustavo Adolfo de Suecia. Hereda el trono su hija Cristina, que desde la infancia se entrega en cuerpo y alma a los problemas de estado, lo que la lleva a renunciar al matrimonio con el principe Carlos Gustavo, héroe nacional y el pretendiente preferido por todos. Sin embargo, Cristina se enamora profundamente de Don Antonio, Conde de Pimentel y embajador del rey de España en Suecia.

La acción principal tiene lugar en la Corte de Suecia entre 1647 y 1654. Narra la historia de una muchacha que a los 6 años fue proclamada reina de Suecia tras la muerte de su padre, el rey Gustavo Adolfo II. La película exalta el espíritu libre, independiente y desenvuelto de la reina, condicionado por las presiones, maniobras y conveniencias de la Corte. Sus grandes aficiones son equitación, caza, lectura, cultura, artes y ciencia. Velázquez, Calderón, Molière y Descartes son maestros que ella cita. Su apuesta inquebrantable por el matrimonio por amor la enfrenta con la Corte. Rechaza la propuesta de matrimonio de Felipe IV de España y se enamora del embajador español, Antonio de Pimentel (John Gilbert). Ciego de celos, Magnus no duda en levantar al pueblo contra un posible enlace de la reina con un personaje extranjero y católico. La película trata, con elocuencia y respeto, la ambivalencia de la orientación sexual de la reina. Ocasionalmente viste de hombre por razones de comodidad o para ocultar su identidad. La atracción que siente por su ayudante de cámara, Ebba Squarre (Elizabeth Young), está tratada con naturalidad y elegancia. Apuesta por la paz, de modo inequívoco, lo que la lleva a firmar un tratado con los países vecinos y a negociar otro con la Inglaterra de Cromwell. La película contiene varias escenas antológicas: la fijación en la memoria mediante el uso de los dedos y las manos de los objetos que pueblan la alcoba de su primera experiencia amorosa, su postración en el trono una noche de soledad, angustia y oscuridad y la escena final con un magnífico movimiento de aproximación al rostro. (Miquel en Film Affinity)

El semiólogo francés Roland Barthes también se interesó por el film y por el ambiguo rostro de Greta Garbo: La Garbo mostraba una especie de idea platónica de la criatura y esto explica que su rostro sea casi asexuado, sin que por ello resulte dudoso. Es cierto que la película (...) se presta a esa indivisión, pero allí la Garbo no realiza ninguna actuación de travesti: siempre es ella misma, un fingir lleva bajo su corona o bajo sus grandes sombreros gachos el mismo rostro de nieve y soledad. (El rostro de la Garbo en Mitologías)

Y es aquí que llega nuestra escena inolvidable. Una vez tomada la decisión de abdicar, Cristina se dirige a la baranda del barco, apoya sus brazos sobre ella y mira hacia el horizonte. La cámara de William Daniels va acercándose lentamente hacia su rostro, que aparenta estar totalmente desprovisto de cualquier sentimiento. Sin embargo, la mirada de la eterna Garbo, a medida que nos acercamos a uno de los primeros planos más famosos de la historia del cine, nos transmiten la tristeza de esta mujer, mezclada con el sentimiento de libertad con el cual que mira hacia el futuro. No obstante, el director le había indicado que su rosto debía ser como una pantalla en blanco, donde cada miembro de la audiencia pudiera proyectar su propia interpretación. (Hollywood clásico)

Una de las mejores películas de Greta Garbo, que realiza aquí una interpretación inolvidable, realzada además por la dirección maestra y elegante de Mamoulian, quien rara vez volvería a alcanzar similar nivel de sublimidad. Los primeros planos de Garbo en esta película siguen siendo algunos de los primeros planos femeninos más bellos jamás filmados, gracias a la labor fotográfica de William H. Daniels, que convierte cada uno de los fotogramas de la película en una experiencia deliciosa. A la redondez y perfección final del producto también contribuyen los espléndidos decorados, el vestuario y la hermosísima partitura de Herbert Stothart. (AlohaCriticón)

La película de Mamoulian la debemos valorar como una obra artística repleta de licencias. Puro star system. Se recrea en las miradas de la actriz principal, en sus gestos, su sonrisa. Una fotografía muy bien realizada con planos que parecen pinturas. Su sensibilidad crea una obra que sí, que es bellísima formalmente. Los admiradores de Greta salieron bien satisfechos y actualmente este es uno de sus títulos más míticos al lado de su galán del cine mudo, John Gilbert, al que el sonoro llevó a la ruina por una voz inadecuada. La película tiene el envoltorio bonito pero no el contenido. Un cine hecho para exhibir al actor o actriz principal, no para contarnos una historia. Como documento histórico (cinematográfico) es relevante y Greta nos sigue fascinando pese a todo. (Salvador Sáinz en Diario de cine)

Biografía de la carismática reina del siglo XVII, en la que se falsifican los trazos fundamentales de la historia sin llegar a traicionar su espíritu. De hecho, la historia tenía un interés secundario, contando mucho más el pósito romántico del personaje y sus circunstancias. El conjunto fue servido con talento y elegancia por un director que casi siempre consiguió sublimar las tramas que narraba. (Fotogramas)

Película estrenada en España el 8 de noviembre de 1934.

Título español: La reina Cristina de Suecia.

Reparto: Greta Garbo, John Gilbert, Ian Keith, Lewis Stone, Elizabeth Young.




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