Ésta es la historia de un artista (Antonio López) que trata de pintar,
durante la época de maduración de sus frutos, un árbol —un membrillero—
que hace tiempo plantó en el jardín de la casa que ahora le sirve de
estudio. A lo largo de su vida, casi como una necesidad, el pintor ha
trabajado sobre el mismo tema en muchas ocasiones. Cada año, con la
llegada del otoño, esa necesidad se renueva. Lo que el artista no ha
hecho nunca en su pintura del árbol es introducir entre sus hojas los
rayos del sol. Desde el estilo que le es propio —un estilo que parte de
la exactitud— esa tentativa posee una gran dificultad, se revela, según
las circustancias, casi como una imposibilidad. En esta ocasión decide
afrontarla. Pero lo hace como es habitual en él, con una tensión
razonable, sin perseguir siquiera el acabado del cuadro, sin otro afán
que permanecer unas semanas junto al frágil y generoso árbol. La
película da cuenta de esta experiencia y, a la vez, de todo aquello (el
paso de los días, la rutina cotidiana de personas y cosas...) que
gravitan sobre esa casa y ese jardín. Un espacio y un tiempo —otoño de
1990— donde el artista trabaja y los frutos del árbol llegan al momento
de su máximo esplendor. Cuando el invierno empieza a anunciar su
llegada, los membrillos maduros, al caer de las ramas, ponen punto final
a la labor del pintor, iniciando en tierra el proceso de su
descomposición. Es entonces cuando, en la noche, el pintor nos cuenta un
sueño.
Un ejercicio estilístico que va mucho más allá de las convenciones del
documental sobre arte. El proceso de creación de una pintura de Antonio
López es recogido no sólo con fidelidad, sino con auténtica complicidad,
estableciéndose una extraña simbiosis entre el pintor y el cineasta. El
placer y el dolor de la creación se expresan con extraordinario poder
de sugestión.
"López pinta, dibuja, se pelea contra la forma de un árbol. Erice se
coloca detrás y aguarda. Una obra tan sincera como sencilla que sitúa al
cine en los terrenos sólo recorridos por algunos maestros"
(Luis Martínez: Diario El País).
“En un momento como el presente, en el que la inflación audiovisual ha llegado a extremos inimaginables, la cuestión que se impone, más que nunca, es la siguiente: cómo hacer visible —pintar, filmar— una imagen” (Víctor Erice).
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