martes, 8 de octubre de 2024

La juventud (La giovinezza, 2015). Paolo Sorrentino


Fred Ballinger (Michael Caine), un gran director de orquesta, pasa unas vacaciones en un hotel de los Alpes con su hija Lena y su amigo Mick, un director de cine al que le cuesta acabar su última película. Fred hace tiempo que ha renunciado a su carrera musical, pero hay alguien que quiere que vuelva a trabajar; desde Londres llega un emisario de la reina Isabel, que debe convencerlo para dirigir un concierto en el Palacio de Buckingham, con motivo del cumpleaños del príncipe Felipe.

Película esencialmente de instantes, de lascas de brillantez y emoción, barroca en su molde y ambiciosa en su horneado, y tan hermosa, exasperante, lúcida y crepuscular que también podria haberse titulado “La gran belleza”, pero luego, porque, aquí, en este exceso de emocionante estilo, Sorrentino ya no se mide con Fellini, sino con él mismo. (Oti Rodríguez Marchante en ABC del 22 de enero de 2016)

Tiene uno la sensación que en La gran belleza Sorrentino sabía lo que hablaba, que entendía la historia que contaba. Mientras que en esta La juventud que habla de la vejez, en realidad, parece que no tiene ni idea. Observa el director italiano el asunto con atención y no ve más que anécdotas. (...) En La juventud, Sorrentino muestra, en realidad, sus dificultades para continuar por el mismo camino, como si fuera su personal Ocho y medio felliniano. La crisis de un creador en busca de sí mismo, pero sin darse cuenta. Aquellas dudas fueron para Fellini un principio. Sorrentino debería meditar sobre ello... (Salvador Llopart en La Vanguardia del 22 de enero de 2016)

Aunque Sorrentino vuelve a apelar a Fellini, ahora mucho más tímidamente 'Ocho y medio' (sólo en una escena, bastante ridícula, con la aparición de las musas del personaje de Keitel) en vez de actualizar 'La dolce vita', el supuesto virtuosismo de sus planos y de su montaje, aquí mucho menos frenético, se queda en una nada convincente estética de folleto de balneario. (Philipp Engel en Fotogramas)

Juventud, vejez, ¿cuáles son sus rasgos distintivos? ¿Existen principios irrenunciables en la vida? ¿Hay que estar dispuestos a hacer cualquier cosa en la propia profesión artística, ya se llame música, interpretación, cine? ¿Dónde acaban la sinceridad y franqueza, y empiezan el despecho y la desconsideración? Son algunas de las preguntas que plantea el film de Sorrentino, cuya antropología tal vez sea limitada, pero sin duda que resulta plenamente sugerente, e invita con inteligencia a la reflexión. (Decine21)

Y en algún momento, todos los personajes de “La juventud” se desenamoran de la forma en que ven el mundo. Ese tipo de antiepifanía es importante, no a escala universal, sino personal. La gente envejece, anhela la juventud e intenta sentirse cómoda con sus propias vanidades y defectos. “La juventud” te cautiva simplemente por reconocer que decir algo profundo es solo otra etapa en el proceso interminable de encontrarle sentido a la vida cotidiana. (Simon Abrams en RogerEbert.com)

Es fácil entender que un espectador pueda sentirse frustrado con La juventud. Es una pieza “de humor” que exige que el espectador ceda el control y se deje llevar por sus corrientes. Es lenta y onírica, pero nunca me resultó aburrida: las interpretaciones son demasiado buenas y las imágenes demasiado seductoras para eso. Algunos de los interludios me hicieron rascarme la cabeza (en particular, el futbolista envejecido que patea una pelota de tenis), pero todos son parte del tono que Sorrentino está estableciendo. O funciona para ti o no. Muy al estilo de Fellini. (James Berardinelli en Reel Views)

¿De verdad los directores de cine caminan por ahí mirando el mundo a través del marco de sus manos unidas? Lo hacen con bastante frecuencia en las películas, pero ahí es donde cuenta, porque el rectángulo de dedos reside dentro del marco más grande de la película, convirtiendo al personaje en una cámara y su experiencia en una película dentro de la película. La toma final del imponente drama filosófico de Paolo Sorrentino, La juventud, muestra a un cineasta anciano haciendo un visor con sus manos de esta manera, y es apropiada para una película que, si bien se centra principalmente en los descontentos de la vejez, también considera los problemas creativos de la gente del cine y, más específicamente, la fricción entre su trabajo y su propio sentido de sí mismos. (J.R. Jones en Chicago Reader)

Cuando el director escapa de sus trucos centrándose sólo en sus personajes, el aspecto excesivamente calculado del conjunto desaparece en favor de algunas delicias casi conmovedoras, si no fuera por esta tendencia a los trémolos. Como si el propio cineasta se estuviera cansando de mostrar constantemente tanta belleza. Si La juventud no deja de seducir con su evidente virtuosismo, su humor irónico y, en cierta medida, por la oda a la creación y a la vida que secreta su historia, haría falta más para convencer y deslumbrar realmente. Lo cierto es que a Sorrentino no le falta vivacidad ni inspiración, sólo modestia. (Alexandre Jourdain en À voir, à lire)

Una vez más, Sorrentino nos ofrece una obra amplia e íntima, con una brillantez visual siempre sorprendente. Destacando la imposible comunicación entre generaciones respecto de lo íntimo, la fuerza de las emociones como único motor de la existencia, sintetiza en pocas frases la naturaleza misma de su cine. A veces hay que “elegir lo que vale la pena contar”, “el horror o el deseo”. Él mismo parece haber elegido claramente. Al abordar las situaciones más difíciles o las historias más abyectas, las magnifica con un sentido de la imagen y un cinismo incomparables, al que nunca falta una magnífica explosión de vida. (Olivier Bachelard en Abus de ciné)

A pesar de este grandioso sentido de la puesta en escena que raya en el manierismo y de este gusto por la poesía que amenaza con desvitalizar a los personajes, Juventud es una obra espléndida y sensacional, a la vez divertida y trágica, y sobre todo conquistada por una sinceridad y una ternura irresistibles. Michael Caine tiene mucho que ver con ello, ya que su presencia sobria y hermosa reenfoca la energía de una película con un reparto de cuatro estrellas: Harvey Keitel, Rachel Weisz, Paul Dano, Jane Fonda. (Geoffrey Crété en Cineman)

Película estrenada en España el 22 de enero de 2016.

Reparto: Michael Caine, Harvey Keitel, Rachel Weisz, Paul Dano, Jane Fonda, Tom Lipinski, Poppy Corby-Tuech, Madalina Ghenea,


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