Bob es, además de jugador, un ladrón americano que ha acabado en la
Riviera francesa arruinado y enganchado a la heroína. En el fondo es un
sentimental, como lo demuestra su desinteresado esfuerzo por apartar a
una joven rusa de las malas compañías. Pero cuando Bob toca fondo, tras
perderlo todo en las carreras, le proponen un último y espectacular
golpe: se trata de robar la cámara acorazada del Casino de Montecarlo,
que contiene una colección de arte de valor incalculable.
No es un remake, sino la (brillante) reescritura de un clásico menor, Bob le flambeur,
de Jean-Pierre Melville (1955), del cual el siempre interesante Neil
Jordan, aquí también en funciones de guionista, rescata algunos
elementos claves para la composición de la trama. (...) Jordan no copia: no hay aquí la límpida sequedad, la frialdad brillante de la puesta en escena chez Melville, sino
una aproximación cálida, envolvente y comprensiva a unos personajes
mucho más golpeados, pero también más vividores, menos marcados por un
destino trágico, que los que imaginó el espléndido realizador francés. (Casimiro Torreiro en El País del 5 de septiembre de 2003)
El cineasta irlandés sigue fiel a los rasgos presentes en todas sus películas –la confusión de identidades, la búsqueda de la redención, de una última oportunidad– (...)“El buen ladrón” es una obra de transición en la filmografía de Jordan, pero está a mil años luz de los necios thrillers que ahora suelen cocinarse en Hollywood. (Lluís Bonet Mojica en La Vanguardia del 7 de septiembre de 2003)
Un film prácticamente incomprensible, de ritmo nulo y diálogos tópicos. El problema, es que basándose
en
una excelente película de Jean Pierre Mellville de 1955, intenta
actualizar todos los elementos del «thriller» europeo, pero sin
lograrlo, y copiando de la forma más burda excelentes incursiones en
este
género, como muy bien hizo Mike Figgis con «Lunes Tormentoso».
Si además tenemos en cuenta los fallidos intentos de incluir un lenguaje
«novedoso» con un montaje abrupto entonces nos encontramos con un
producto que ni siquiera en el chauvinista mercado galo tiene cabida,
por muy bien que el «chico malo» de Hollywood, Nick Nolte se haya
esforzado en componer un personaje denso. ¿Es que a Neil Jordan se le ha
olvidado hacer cine? (Federico Casado Reina en ABC Sevilla del 9 de septiembre de 2003)
Las alarmas se disparan ante la idea: una versión moderna de Bob le Flambeur, una de las inimitables películas de Jean- Pierre Melville. ¿Cómo adaptar ese cine negro seco y silencioso, contenido y milimetrado, sin producir una mala copia, un emborronamiento, un quiero y no puedo? Neil Jordan se atreve, porque opta por salirse por la tangente. Toma el personaje principal, lo hace suyo, deja en su sitio a Melville, y se niega a remedar al maestro.Jordan evita mirarse en el espejo, elude los complejos y se inventa un juego de dualidades que empieza con el mismo hecho de la versión infiel. La ambigüedad, lo que se esconde tras las apariencias y el equilibrio entre los contrastes son los conceptos que Jordan maneja muy bien, como hilos que sostienen una trama, un estilo. (Ricardo Aldarondo en Fotogramas)
Los problemas surgen de la narración irregular, un exceso de chistes tontos y una mezcla de acentos y culturas que te deja preguntándote dónde encaja el ladrón acosado del Sr. Nolte. (Joe Morgenstern en Wall Street Journal)
Si bien las frías imágenes repetidas de Jordan se esfuerzan demasiado por conseguir un aire de indiferencia, el cóctel general de despreocupación francesa y las gotas de cine negro estadounidense ofrecen propiedades tan relajantes que te hacen perdonar algunas debilidades. (Derek Adams en Time Out)
Mucha diversión a pesar de sus carencias como presunto thriller. (Andrew Sarris en Observer)
Lo que impide el hundimiento absoluto de un proyecto así es sin duda la forma en que la historia, a la vez confusa y convencional, se deja llevar por una puesta en escena un tanto llamativa, un montaje superficial y desatado. (...) Finalmente, sumado a todo esto, la siempre impresionante presencia de Nick Nolte impide el colapso inmediato de un conjunto que, sin embargo, está constantemente en la cuerda floja. (Jean-François Rauger en Le Monde)
El resultado es muy confuso: por mucho que el original fuera seco, conciso y directo, éste es un film sinuoso y rimbombante. (...) Al final, es mejor olvidarse de Melville. (Gérard Delorme en Première)
¿En qué lío se metió el director Neil Jordan para dar a luz tal ineptitud? El buen ladrón, remake de Bob le flambeur de Melville, suena en todo caso a un doloroso fracaso. Volviendo a las raíces de sus películas más livianas de principios de los 90, Jordan parece estar divirtiéndose como un loco llenando su fantasía anémica con efectos de montaje repetitivos y filmando a toda sus actores en un perpetuo torbellino visual que, al no poder crear electricidad, solo logra noquear. A partir de un guión confuso, desarticulado, de una blandura total, El buen ladrón rápidamente se vuelca hacia el ejercicio de estilo guay, lejos de sus éxitos recientes y con clase. (Nicolas Bardot en Film de Culte)
Película estrenada en España el 5 de septiembre de 2003.
Reparto: Nick Nolte, Tchéky Karyo, Saïd Taghmaoui, Nutsa Kukhianidze, Gérard Darmon, Marc Lavoine, Emir Kusturica, Ralph Fiennes.