Es “Arroz amargo” una película bella en su crueldad temàtica, y muy bella, asimismo, en su expresión plàstica. Los trabajos en los arrozales italianos se brindan en un documental extraordinario, pero, al propio tiempo, se ofrece un episodio que prende desde el primer instante el interés del espectador, que sigue con curiosidad creciente todos los lances que se van encadenando. (...) Giuseppe de Santis supo aprovechar todos los elementos que podían enriquecer su obra: la elocuencia de los paisajes, el dramatismo del ambiente, el carácter de la figuración, en su mayoría mujeres. Y, además, supo jugar la belleza de Silvana Mangano y la finura de Doris Dowling, la verdadera protagonista; la intención de Vittorio Gassman y la fuerza de Raf Vallone. (Donald en ABC del 24 de noviembre de 1953)
En lo que pudiéramos llamar literario, «Arroz amargo» sorprende por la escasa profundidad de sus componentes, por su excesivo apego a los efectismos. Los personajes quedan dibujados de una manera un poco inconcreta y vaga, y, en la versión española, las situciones dan la sensación de cosa fragmentaria, sin raíces psicológicas sólidas, al menos en ciertas situaciones que cabe suponer esenciales. Lo cinematográfico, en cambio, tiene calidades formales espléndidas, de un gran sentido expresivo, con unas combinaciones de imágenes muy estudiadas para lograr encuadres de finísima composición. (Horacio Sáenz Guerrero en La Vanguardia del 2 de diciembre de 1953)
Arroz amargo fue un producto que respondía a una estrategia bien pensada. Su supuesto compromiso con el neorrealismo la hizo parte de una tradición narrativa respetable, pero los reconocibles elementos de género que introdujo y la imagen sensual que vendió de Silvana Mangano lo convirtieron en un efectivo vehículo comercial que supo detectar y explotar las necesidades de la industria del cine de ese momento preciso y el sentir de un público que quería que se le ofreciera algo diferente. La película sembró inquietudes y cosechó unas tempestades que supo sobrellevar para convertirse con el tiempo en un extraño clásico, mucho más recordado que otros filmes contemporáneos menos manipuladores que este, pero sin duda menos exitosos. (Juan Carlos González en Tiempo de cine)
El guión está repleto de personajes secundarios e incidentes de naturaleza complementaria que se entrometen en el argumento principal. La historia tiende a ser demasiado ampulosa, excéntrica y exagerada. Sin embargo, De Santis es un hombre con una forma dinámica y sin inhibiciones de ninguna clase para representar una escena. Su presentación cándida y natural de la robustez y la sencillez de la vida en un campo lleno de trabajadoras migrantes está llena de vitalidad, y sus episodios de violencia y amor son fragmentos de la vida en bruto. Por ejemplo, la seducción de la heroína extrañamente perversa es un proceso acelerado de caos, sadismo y lujuria imprudente. Y la resolución final de los conflictos personales en un matadero de azulejos blancos, en medio de cadáveres de res chorreantes de sangre, es un literalismo llevado casi al absurdo. (Bosley Crowther en The New York Times del 19 de septiembre de 1950)
Tal vez De Santis optó por un tema comercializable y teñido de género para que el comentario social resultante, en particular la declaración de que las empleadas degradadas eran incluso más comunes que los hombres, pudiera abrirse camino a través de los procedimientos sin parecer un sermón forzado sobre los derechos de los trabajadores. Por el contrario, Arroz amargo estructura rigurosamente varias secuencias con elegantes travellings del director de fotografía Otello Martelli, pero la película no es una mera curiosidad estilística o una tarjeta de presentación. Un resultado igualmente debido tanto a las interpretaciones indelebles de Mangano y Dowling, especialmente cuando están juntas en la pantalla, como a las percepciones de De Santis sobre la desigualdad persistente. (Clayton Dillard en Slant)
A través de una intriga que pretende ser de "suspense", el joven director nos muestra la vida de las mondinas, trabajadoras agrícolas temporales, que trabajan duramente en los arrozales del valle del Po y presenta dos personajes "típicos": el sargento que está a punto de ser desmovilizada, generoso y caballeresco, gran aborrecedor de la guerra y de la policía, y, sobre todo, una mondina a la que le lían la cabeza revistas, tebeos y películas baratas, y que vive en el barro hasta los muslos pero perdida en fantasías absurdas. Para De Santis era el "tipo de jóvenes temerarias, incapaces de comprender su condición y de luchar junto a sus compañeras, porque se habían desviado hacia una vida ficticia que las condenaba al aniquilamiento". Sin embargo, da la impresión de que, al criticar este "gusto americano", el director cede demasiado en un guión muy engorroso. La película tuvo incluso más éxito en Estados Unidos que Paisà y Sciuscià. Y reveló tres estrellas italianas de primer orden: Silvana Mangano, Raf Vallone y Vittorio Gassmann. (Georges Sadoul en Il cinema)
Expresión inmediata del llamado neorrealismo italiano, Riso amaro debía acentuar, fuera de todo esquema, una tendencia que ya en la primera película del director, Caccia tragica (1947), había mostrado características que no se confundían fácilmente y eran, en muchos aspectos, nuevas y originales .La voz de De Santis se había incorporado entonces, aunque con un timbre diferente y a veces contrastado, a la de un Rossellini o a la de un De Sica, en el grupo de vanguardia del cine italiano. Arroz amargo, en cambio marca inesperadamente un retroceso. El compromiso que se produjo después (no puedo decir por qué) pesó sobre la película en un sentido negativo. La ya complicada y abstrusa estructura ideológica de la película se complica aún más y el personaje de Silvana, lejos de esclarecer las intenciones del director, nubla aún más las ideas. Relativamente más clara es la figura de la camarera ladrona que, en contacto con el trabajo en el arrozal, se crea una nueva conciencia de la vida y recupera la honestidad perdida, tanto porque es la expresión más directa del credo social de De Santis, como por las cualidades actorales de Doris Dowling, que destaca claramente entre el elenco. (Fernaldo di Giammatteo en Bianco e nero de 12 de diciembre de 1949)
Las dos películas más llamativas de la semana: Riso amaro y Forever Amber, comparten el tipo de heroína, una chica sin escrúpulos decidida a hacer carrera a toda costa. Aunque la americana Forever Amber es una película más tosca que la italiana Riso amaro, está claro que, como personaje, Amber es más real que Silvana. Riso amaro es una obra más artística, queremos decir más rica en fermentos vitales. Dicho esto, algunos reproches hay que hacerle a De Santis. ¿Por qué no pensó más su tema echando para atrás los detalles americanos y por qué no le dijo al bueno de Gassman que los sinvergüenzas de nuestra tierra son diferentes de como él cree que son? (Giorgio Bianchi en Candido de 2 de octubre de 1948)
Película estrenada en Madrid el 23 de noviembre de 1953 en el cine Palacio de la Música; en Barcelona, el 1 de diciembre de 1953 en los cines Astoria y Cristina.
Reparto: Vittorio Gassman, Doris Dowling, Silvana Mangano, Raf Vallone.
Un trabajo notable, técnica y estéticamente, con buenas interpretaciones y una historia que resulta atractiva para el espectador y está narrada con buen ritmo, si bien es cierto que en algunos momentos, puede resultar un poco absurda, remontando con un final tan bello como triste y dramático.
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