viernes, 15 de octubre de 2021

Las dos inglesas y el amor (Les deux anglaises et le continent, 1971). François Truffaut

 


En el París de 1900, Claude Roc, un joven francés de clase media, entabla amistad con Anne Brown, una joven inglesa. Ella lo invita a ir a su casa de Gales, donde vive con su hermana Muriel. Una vez allí, aunque Claude se siente atraído por Anne, ella procura desviar su atención hacia Muriel. Cuando Claude y Muriel se dan cuenta de que están enamorados, entonces la madre de ella insiste en que, para estar seguros de sus sentimientos, deben someterse a una separación de un año.

A  Truffaut  le  gustan  este  tipo  de  historias  en  las  que  los  aconteceres  son  menores  que  los  sentimientos.   Le  place   a   este director,  que  proviene  de  la  crítica,  o  sea, de   los   más   intelectuales    planteamientos teóricos,   las   películas   con   una   estructura muy   literaria   pero  servida   mediante   fórmulas  de  expresión  plenamente  cinematográficas   y  en  esa  proporción  de  lo  literario  y  lo  visual  es  donde  se  establece  el  indudable  encanto   del   cine   de  Truffaut.   El relato  es   delicado,   minucioso   y  al   mismo tiempo  con  dosis  de  desrealización,  de  distanciamiento    hábilmente   aplicadas   a    la trama. (Lorenzo López Sancho en ABC del 11 de julio de 1973)

Nos parece la cinta menos atractiva de las realizadas en estos últimos años por Truffaut. Incluso un filme frustrado en sus propósitos primeros y esenciales. Porque, por desgracia, no todo el celuloide que pasa por las manos de un director famoso, está bien empleado. Por mucho que sea el genio de un realizador y Truffaut no llega a nuestro juicio, a lo genial, siempre se producen en su obra altibajos y fallos. (...) La historia nos la cuenta Truffaut con una desesperante y casi irritante monotonía, haciendo intervenir constantemente, para ponernos al corriente de los estados anímicos de los protagonistas, de una voz en «off». Sin estas explicaciones, que ocupan casi un tercio de la parte hablada, la película, ya harto delicuescente, perdería su mayor interés. (A. Martínez Tomás en La Vanguardia del 20 de abril de 1974)

En esta adaptación de la novela de Henri-Pierre Roché (1879-1959), Truffaut recuperó el espíritu romántico que ya le había inspirado en Jules y Jim, del mismo autor. A través de una exquisita formulación propone una perceptiva reflexión sobre el placer y el dolor inherentes a la vida, el amor y la creación artística. (Fotogramas)

Con una puesta en escena casi inexistente, y con recursos como los personajes hablando a la cámara o una voz en off, del propio Truffaut y que muchos vieron como prescindible cuando en realidad aumenta el carácter literario de la historia, el director francés nos habla del amor físico ante todo. No hay demasiado sexo en el film, pero Truffaut se encarga de hacerlo latir de forma muy intensa a través de los diálogos. Pocas películas como ésta nos hablan con total sinceridad de la vital importancia del deseo sexual. (Alberto Abuín en Espinof)

Quizás sea en esta adaptación, donde Truffaut acierta de pleno para esgrimir sus teorías sobre las relaciones amorosas y sexuales, que siempre han estado presentes en su obra. Las teorías de la inevitable atracción entre ambos sexos, la correspondiente necesidad de que el amor se materialice físicamente, o la pluralidad de sentimientos y relaciones simultáneas, quedan claramente expuestos, muy similar a “Jules y Jim” pero ahora de una forma más sobria y contundente, lejos de modas formalistas. (Angel Lapresta en AlohaCriticón)

Para esta película, François Truffaut ha adaptado la segunda novela del escritor Henri-Pierre Roché, cuya primera novela fue "Jules et Jim". Por supuesto, las similitudes entre las dos películas del cineasta son numerosas, la principal diferencia es que los dos hombres son reemplazados aquí por dos mujeres. Fue rechazada injustamente en su estreno, aunque debo admitir que tuve un pequeño problema para ver la primera hora de la película, la segunda es simplemente emocionante y en constante estado de gracia, maravillosamente subrayada por la suave música romántica de Georges Delerue. Al contrario de lo que podría pensarse, la realización está lejos de ser clásica. Incluso aquí es muy atrevida, mezclando lenguaje literario y lenguaje cinematográfico lo que la convierte en una obra original y única. Si la dicción un poco demasiado rápida de la voz en off del propio François Truffaut es un poco molesta, la interpretación, en particular la de Kika Markham, es muy acertada. Al igual que el aspecto visual (es cierto que colaboran a ello unos espléndidos exteriores y una excelente ambientación de principios del siglo XX). Un gran Truffaut en la que sin duda es su obra más íntima. (Plume231 en Allociné)

Un Truffaut que fue injustamente despreciado en su estreno y que, con razón, consideró su obra maestra. Algunos dirán que esta película es clásica y que Truffaut traiciona a la nueva ola, pero están totalmente equivocados. Es una película más experimental de lo que parece. No sólo entrelaza estrechamente el lenguaje cinematográfico y el lenguaje literario con la voz febril del narrador que revela el más mínimo sentimiento de los personajes, sino también con planos y efectos que en ocasiones remiten al cine mudo manteniendo los avances técnicos. La imagen va totalmente a contracorriente del estilo habitual de la películas de época, en lugar de ser relamida y manierista, es dura, seca, de un realismo crudo y despiadado. La historia, que puede verse como opuesta a Jules y Jim, es una historia de amor cruel que dejará al personaje de Léaud prisionero de su soledad volviendo una y otra vez sobre las profundas heridas de esta historia. Truffaut ha acertado a la perfección en su apuesta por hacer una película "física" sobre el amor, porque efectivamente es una película física, dura, cruda y que se imprime en nuestra carne. Es una obra maestra salvaje, primitiva y sublime. (NormanBates3 en Allociné)

“Creo que con esta película quería exprimir el amor como un limón", explica el cineasta" presente" en la pantalla como voz en off. Para él, esta película es un poco como "el joven Proust que se enamora de las hermanas Brontë." De hecho, la película destila un romanticismo asumido que la aparta de cualquier modernidad. La crítica del momento, como una de las heroínas, mostró serios problemas de vista. "Me molestó desde el primer segundo hasta el último", exclamó el muy respetable Jean-Louis Bory. En los cines, a algunos espectadores les hubises gustado que no se andase tanto por las ramas. La delicadeza mostrada por Truffaut funcionó mal. Sin embargo, esta moderación casi enfermiza proporciona todo el poder a este drama de colores desvaídos (la fotografía de Néstor Almandros es un gran logro ), donde la puesta en escena de una pureza rayana en la rigidez expresa todos los arrebatos frustrados de los protagonistas. (Thomas Baurez en Premiere)

Roché había construido su novela en forma de cartas y diarios para expresar el aislamiento de sus personajes, su distancia geográfica, la brecha en sus deseos. Truffaut retomó esta hermosa idea narrativa en muchas escenas donde Léaud y las dos inglesas, Kika Markham y Stacey Tendeter, filmadas en primer plano y terminadas en un lento fundido a negro, dicen los extractos más hermosos de la novela de Roché. Bloques de soledad que el cineasta conecta a través de la voz en off de un narrador (él mismo). Así, la película saca su fuerza de la brecha entre esta historia muy literaria y una atmósfera muy física en la imagen. Los sentimientos de Muriel, Anne y Claude se vuelven aún más violentos, ya que han estado contenidos durante mucho tiempo. Truffaut, un cineasta tan púdico en la mayoría de sus producciones, no dudó en mostrar la sangre de Muriel en las sábanas después de su primera noche con Claude. Los cuerpos con la vitalidad magnificada de Jules y Jim están aquí sufriendo, rotos, febriles; el dolor, silencioso y luego aullador, vive en esta gran película romántica de principio a fin. Sin ofender a los fanáticos de El último metro, las películas más bellas de François Truffaut son las más desesperadas: La piel suave, La habitación verde y, por encima de todo, Las dos inglesas y el amor, este diamante negro. (Samuel Douhaire en Libération)

Es maravilloso lo despreocupadas que se sienten las mejores películas de François Truffaut. No parece que se esté haciendo un gran esfuerzo; no presiona por sus efectos, sino que los deja florecer naturalmente a partir de la simplicidad de sus historias. (Roger Ebert)

Una película de una discreción tan hermosa, encantadora y gràcil que no es hasta el final cuando uno se da cuenta de que también es inmensamente triste e incluso brutal, aunque en la forma no brutalista que a veces puede adoptar la verdad. (Vincent Canby en The New York Times del 12 de octubre de 1972)

El film es un regreso a la otra novela de Henri-Pierre Roché, autor del libro que Francois Truffaut adaptó en Jules y Jim, y revierte el triángulo para tener dos hermanas inglesas y un joven francés en lugar de los dos amigos treintañeros y una mujer liberada de principios del siglo XX. Tiene el encanto y la facilidad habituales de Truffaut, pero no le proporciona el estilo poético, el entusiasmo y la fuerza vital que tenía su película anterior. (Variety)

La película es quizás la obra visualmente más hermosa de Truffaut. La paleta suave (Néstor Almendros fotografió la película) evoca las pinturas impresionistas y se parece, tal vez deliberadamente, un poco al antiguo Technicolor de dos tonos. Las dos actrices, ambas relativamente recién llegadas al cine, están bien, especialmente la intensa Tendeter, que crea un retrato conmovedor del deseo reprimido. Pero la película fracasó cuando se estrenó por su clasicismo silencioso fuera de sintonía con el estilo de la época. Siempre ha sido una de las favoritas del director entre sus propias películas y ha ido ganando la estima de la crítica en los últimos años. La encontré triste e intrigante: la única debilidad es Léaud, que no creo que muestre suficiente vigor. Aún así, admiro la honestidad, la voluntad de tener en cuenta los ruinas que se pueden crear en nombre del amor. (Chris Dashiell en CineScene)

Película estrenada en Madrid el 9 de julio de 1973 en los cines Rex, Carlton, Drugstore y Urquijo; en Barcelona, el 17 de abril de 1974 en el cine Montecarlo.

Reparto: Jean-Pierre Léaud, Kika Markham, Stacey Tendeter, Marie Mansart, Sylvia Marriott, Philippe Léotard.


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