viernes, 4 de abril de 2025

Noches blancas (Le notti bianche, 1957). Luchino Visconti

En una ciudad provinciana, Mario, un mediocre oficinista que vive en una modesta pensión, conoce una noche a la joven Natalia, en cuyo rostro se refleja un profunda tristeza. Le da conversación para animarla y ella le explica cómo cambió su anodina vida cuando conoció a un apuesto forastero del que se enamoró y cómo cada noche su regreso. Durante cuatro noches mágicas, Mario, enamorado de Natalia, alberga la esperanza de sustituir en su corazón al misterioso forastero. Adaptación cinematográfica de la novela homónima de Dostoievski.

Luchino Visconti ha tenido al filmar esta cinta varios aciertos magistrales. Ha sabido conservar su clima, ese clima eslavo, desazonante y casi absurdo, puramente dostoiewskiano, que es uno de los encantos del relato; ha actualizado la acción, o mejor dicho, la ha hecho intemporal, equidistante de lo moderno y de lo antiguo, y la ha situado en unos lugares imprecisos, casi lacustres, oscuros y brumosos, marco dentro dei cual el carácter extraordinario de la acción a la par subyugante y extraña, no sólo no nos parece absurdo, sino que mantiene un tono excepcionalmente sugestivo de realidad poètica. (A. Martínez Tomás en La Vanguardia del 6 de agosto de 1959)

Adaptación de una novela de Fedor Dostoievski, en la que Visconti adoptó un tono narrativo abiertamente romántico para desarrollar una historia sobre la intensidad y la fugacidad de los sentimientos. A través de una atmósfera un tanto irreal, se propone un juego de encuentros y desencuentros amorosos con un regusto tan amargo como lúcido. (Fotogramas)

El sutil detalle de los escenarios y la constante construcción de los personajes aportan sustancia y consistencia a lo que podría haber sido una historia muy endeble, sin sacrificar la atmósfera mágica y onírica del original. Pero si bien el encanto del relato de Dostoyevsky reside en que uno nunca puede creerlo racionalmente, en la película, creer es posible y necesario. Cuando el inquilino aparece al final para llevarse a Natalia, la incredulidad debe suspenderse. Pero Mario, solo con su decepción y en compañía del perro callejero, sigue siendo la dura realidad. (Geoffrey Nowell-Smith en Criterion Collection)

Es difícil determinar qué inspiró a Visconti a crear Le Notti Bianche. ¿Fue su activa labor como director de teatro, que durante el mismo año del rodaje de Le Notti Bianche lo llevó a su notoria colaboración en La Scala con la famosa soprano Maria Callas? ¿O fue su deseo de volver al teatro, creando así una película minimalista que mostraba una faceta mucho más íntima del talento del director? Baste decir que, cualesquiera que hayan sido sus motivos, Le Notti Bianche sigue siendo una de las películas más verdaderamente poéticas del neorrealismo italiano, sin parangón en belleza y estilo. (Svet Atanasov en DVD Talk)

La versión de Visconti del relato de Dostoievski —sobre el encuentro casual de una pareja en la cual la mujer espera en vano a su amante y la relación obsesiva y presa del pánico que se desarrolla entre ellos— posteriormente filmada por Bresson como Las cuatro noches de un soñador. Visconti atrapa a sus personajes (tres excelentes interpretaciones) en un claustrofóbico escenario junto a un canal, y la película es una serie de breves paseos, persecuciones e intentos de escape, siempre frustrados. Filmada como una tragedia neorrealista, la película ofrece a sus personajes sólo un extraño momento de escape de sus obsesiones nocturnas: una escena estridente, sexual y subversiva en un salón de baile. Entonces cae la nieve, y con ella una fría desesperación sobre el alcance del autoengaño humano. (Time Out)

Noches blancas quedó relegada a una “obra menor” dentro de la filmografía de su autor, quizás porque sobre esa indeterminación del relato se quería superponer una hipotética, e inexistente, indeterminación de la mirada: no se quería comprender una operación maravillosa, que ya veía en el cine la necesidad de una reconstrucción absoluta para intentar indagar en las verdades de la psique, y del sentimiento. Aquí Visconti encuentra ya las trayectorias que lo conducirán más de una década después hacia la “trilogía alemana”, que a su vez está destinada a ser comprendida sólo parcialmente. (Raffaele Meale en Quinlan)

Las calles de Livorno, donde se desarrolla la mayor parte de la acción, fueron recreadas íntegramente en los estudios Cinecittá. Esta elección le da a la película una atmósfera onírica. Por otro lado, las escenas que transcurren en la casa de huéspedes son muy realistas y llenas de ligereza. (...) Esta atmósfera tan teatral termina produciendo la sensación de dar vueltas sobre lo mismo. Así lo sugieren los personajes que vuelven a menudo a los mismos lugares. La escena muy lograda en el cabaret, donde se improvisa un baile salvaje al ritmo de Bill Haley, da un respiro bienvenido a todo el asunto. (Fabrice Prieur en À voir, à lire)

Este milagroso borrador de Muerte en Venecia fue considerado durante mucho tiempo un logro menor en la obra de su autor, vendiendo casi la mitad de entradas en Francia que su obra anterior (alrededor de 550.000 entradas en este caso). Pero en cada momento emerge la fuerza creativa, Visconti encuentra inspiración en una noche de cine sublimada por la magia de los decorados de Cinecittà y la fotografía milagrosa de Giuseppe Rotunno, que estaba al comienzo de su impresionante carrera. (Frédéric Mignard en Ciné Dweller)

Ciertos defectos (secuencias demasiado prolongadas, un manierismo conmovedor en algunas otras, interpretaciones a veces exageradas que impiden una total empatía hacia los personajes...), pero la suntuosa iluminación de Giuseppe Rottuno con su inteligente juego de luces y sombras, la extrema elegancia de una puesta en escena rica en ideas (véase a este respecto cómo se introducen los diferentes flashbacks), la inolvidable interpretación de un jovencísimo Mastroianni, muy atractivo, y decorados inolvidables hacen de esta obra -que ciertamente no puede competir con las grandes películas de Visconti- una película embriagadora, como los tres temas escritos para la ocasión por un Nino Rota en gran forma. Un cuento de hadas agridulce y atemporal que merece una mirada más atenta. (Erick Maurel en DVD Classik)

Película estrenada en Barcelona el 4 de agosto de 1959 en los cines Aristos, Montecarlo y Niza.

Reparto: Maria Schell, Marcello Mastroianni, Jean Marais, Clara Calamai, Dick Sanders, Marcella Rovena, Maria Zanoli.

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