Frederick Manion (Ben Gazzara), un teniente del ejército, asesina fríamente al presunto violador de su mujer (Lee Remick). Ella contrata como abogado defensor a Paul Biegler (James Stewart), un honrado hombre de leyes. Durante el juicio se reflejarán todo tipo de emociones y pasiones, desde los celos a la rabia. Uno de los dramas judiciales más famosos de la historia del cine.
El film suma crimen, drama y misterio. La historia hace referencia a hechos reales ocurridos en Michigan en 1952, que inspiran la novela de Robert Traver. La narración mantiene el misterio sobre lo que realmente ocurrió y la verdadera responsabilidad de los actores, sin que decaiga el interés del espectador. Lo consigue gracias al hábil uso de la ambigüedad, que no se resuelve ni con el veredicto del Jurado ni con la acción de cierre del film. Construida con sutileza e inteligencia, la ambigüedad confiere a la obra una potente capacidad de fascinación. (Miquel en Film Affinity)
"Como mirada entretenida a un proceso legal, es fascinante, impregnada de una ambigüedad sobre la personalidad humana y las motivaciones que es característica de Preminger, y las localizaciones son increíbles." (Jonathan Rosenbaum)
Otto Preminger no juzga a sus personajes ni elucubra ningún tipo hipótesis acerca de la conducta ética sobre lo que narra y en la dualidad que respira el film teje su mayor virtud. No hay victimas ni victimarios, culpables ni inocentes. Nada es absoluto y la moral se ajusta a las circunstancias. Se exponen los hechos de forma cruel y cotidiana. Con inteligencia y un manejo del lenguaje cinematográfico envidiable aborda temáticas universales conflictivas para el hombre. El dilema moral que despierta la fina línea que separa la verdad de la mentira ha sido a lo largo de la historia un laberinto humano insoslayable. Dueña de un realismo descarnado, defendiendo lo indefendible: el ser humano es desnudado en sus intenciones y las consecuencias son devastadoras para todos: la mujer será castigada, el asesino puesto libre, el abogado no se saldrá con la suya y la justicia habrá sido burlada de la forma más desvergonzada. (En clave de cine)
Excelente película rodada con precisión por el experto Otto Preminger, artífice de Laura (1944) y Cara de ángel (1953). Despierta el interés desde el principio, porque no se revela la culpabilidad o la inocencia del asesino hasta el imprevisible final. El reparto de la película es excelente, y sobresale por supuesto el talante honesto y paciente de Stewart. La crudeza de la descripción verbal de la violación causó sensación en la época de su estreno. Acompaña una fenomenal composición de jazz de Duke Ellington, que también tiene un pequeño papel. Nadie debe perdérsela. (Decine21)
El realizador supera el desafío con suma elegancia y soltura; y así consigue que sus queridos planos secuencia se adapten sin mayor problema a la geografía del juzgado siguiendo a los letrados con sutiles movimientos de cámara por estancias y escaleras; disfrutamos también de estupendas panorámicas para los exteriores y de planos fijos con profundidad de campo para las secuencias que se desarrollan en el interior del juzgado; en éstas últimas el director nos mantiene al tanto de la acción principal desarrollándola en primer termino así como de las distintas reacciones en las sucesivas capas del plano. Sorprende también la utilización de planos subjetivos (algo que Preminger no utilizaba habitualmente) en algunos diálogos con estructura plano contra plano, ejecutados con picados y contrapicados para acentuar los diálogos mantenidos entre el juez (siempre en posición elevada dentro de la sala) y los abogados o los acusados. (Ciclos de cine)
Lo maravilloso de Anatomía de un asesinato es la sensación de cotidianeidad y autenticidad de todo lo que estamos viendo. Preminger estaba llevando a la pantalla, en impecable blanco y negro, un bestseller de un juez retirado Robert Traver que a partir de sus experiencias en el ejercicio de la ley se dedicó a la literatura (y a los libros de pesca, otra de sus aficiones que también se ve reflejado en la película). Así que Preminger no dudó en ambientar la historia realmente donde transcurría la trama, en Michigan, y rodó en Ishpening y Marquette, lugares que conocía perfectamente Traver. Además se valió de los lugareños para que fueran parte del jurado popular y del público que asiste a la sala. El juicio no transcurre de manera épica o con momentos excesivamente emocionantes que apelan al espectador sino con calma mucha calma. Donde nada es negro o blanco. Ni heroico. Sino todo tremendamente humano con luces y sombras pero sin mucho ruido. Y es esa ambigüedad que mantiene durante todo el metraje lo que da tensión a una historia donde como dice James Stewart a una testigo las personas no son ni totalmente buenas ni totalmente malas… son. (El blog de Hildy Johnson)
Excelente melodrama judicial que adaptó una novela de Robert Traver. Inscrito en la mejor tradición de su director, destaca el rigor casi matemático de su composición, en la que no se evidencia ninguna fisura. También sorprende la mezcla de ironía y escepticismo que preside su desarrollo, encerrando una aguda reflexión sobre la Justicia. No menos notable es la banda sonora de Duke Ellington, que tiene una breve aparición. (Fotogramas)
Película estrenada en España el 19 de junio de 1961.
Título español: Anatomía de un asesinato.
Reparto: James Stewart, Lee Remick, Ben Gazzara, Arthur O'Connell, Georce C. Scott, Eve Arden, Kathryn Grant, Joseph N. Welch, Duke Ellington.