Siglo XIX, Rusia zarista. Adaptación de la novela homónima del escritor ruso Leon Tolstoi. El conde Vronsky, un joven y apuesto oficial, se enamora perdidamente de Anna Karenina, esposa de un alto funcionario de San Petersburgo. Cuando se conocieron en una estación de tren, un guardavías murió arrollado por un tren, y Anna interpretó este hecho como un mal augurio. Como el marido de Anna se niega a concederle el divorcio, deciden vivir juntos, pero, a partir de ese momento, se verán marginados por la sociedad a la que pertenecen.
Aunque podría dar la sensación de que estamos ante un producto muy hijo de su época, superproducción acartonada en su puesta en escena, que dirían algunos, nada más lejos de la realidad. De hecho, una de las primeras cosas que me ha llamado la atención en el revisado del film es la vigorosa puesta en escena de Clarence Brown, que escapa precisamente a esa rigidez tan típica —esto es una concesión para los detractores del cine clásico, de esos que no bucean en el pasado, los mismos que acusan a los demás de no profundizar en las obras actuales— en lo formal —mentira—, y para empezar Brown presenta a los personajes masculinos con un impresionante travelling sobre la mesa en un banquete, y que corta la respiración, por no hablar de la atmósfera irremediablemente romántica que se respira cuando Fredrich March y Greta Garbo comparten plano y que no proviene solamente de la base literaria. (Alberto Abuín en Blog de cine)
Ni la Karenina de Vivien Leigh, ni siquiera la Karenina de la Garbo, es la Karenina de Brown, con un especial buen gusto cinematográfico en la puesta en escena de la obra de Tolstoi y que supera ampliamente a la confusa y distante cinta de Duvivier. Comparar a Greta Garbo y Vivien Leigh me parece innecesario y la crítica al filme es más amplia. En lineas generales Ana Karenina de 1935, la de Brown, me parece deliciosa tanto en las interpretaciones como en la fotografia, la simetría y el estudio escenográfico que me resultan excelentes. (Javier_D en Film Affinity)
Es una tragedia emocional sobre el adulterio, la moralidad, la pasión, la culpa o la fugacidad de los sentimientos, que destaca por el trabajo narrativo de Brown en la definición de personajes, ambientes y emociones, en la dirección de actores y en la intensidad dramática de sus escenas (generalmente de poca duración, final abrupto y de elevada elegancia, singularidad y tacto refinado en su composición). La fotografía es del habitual colaborador de Brown y Garbo, William H. Daniels, quien ayudó con su trabajo tras la cámara a forjar el mito de la divina sueca a lo largo de su carrera. (AlohaCriticón)
Tan centrados han estado los investigadores en señalar sus desviaciones con respecto
al original de Tolstoi que todos parecen haber pasado por alto que la cinta posee inquietantes y repetidos ecos de muerte, enfatizados en la mise-en-scène por extraños pasajes
musicales y una iluminación a menudo siniestra, sin olvidar numerosas alusiones verbales
y otras directamente relacionadas con la acción que carecen de una explicación lógica de
acuerdo con la narración verosímil que se supone que transmite. Las apariciones de Anna
(Greta Garbo) están absolutamente concebidas para vaticinar su trágico final –sombras y
aterradores osos gigantescos se ciernen sobre ella; la palabra “muerte” asoma constantemente
durante todo el film; a su hijo se le dice una y otra vez que su madre ha muerto–.
Ninguno de estos elementos es producto de la casualidad. Se trataba de una petición expresa
del productor David O’Selznick, quien pretendía así preparar a la audiencia y comunicar
que la película carecía de un final feliz. (Carmen Guiralt)
Película estrenada en Barcelona el 31 de diciembre de 1935 y en Madrid el 31 de enero de 1936.
Título español: Ana Karenina.
Reparto: Greta Garbo, Fredric March, Freddie Bartholomew, Maureen O'Sullivan, May Robson, Basil Rathbone, Reginald Owen.