Tres estafadores que operan en Roma, Augusto, Roberto y Picasso, preparan un golpe con la ayuda de otro timador, conocido con el sobrenombre de "El Barón". Éste les espera en una solitaria carretera para entregarles las instrucciones. El trío llega a una casa de campo donde, aprovechándose de la buena fe de unas pobres mujeres, les estafan cerca de medio millón de liras.
La narración, saturada de melancolía y tristeza, construye un discurso poético que extrae lirismo de la desventura. Exento de sentimentalismos, aporta un dibujo penetrante de la soledad, los sentimientos de culpa, los propósitos dificilísimos de enmienda y los deseos de redención. La escena en la que Augusto es identificado por una de sus víctimas en el cine ante su hija y la conversación que mantiene con una muchacha poliomelítica, son memorables. (Miquel en Film Affinity)
El tono crepuscular de Fellini, los motivos siempre iguales de su metafísica y de su simbolismo, su participación episódica en la realidad, fragmentaria, sólo en parte nutrida de elementos y actitudes realistas, denuncian aún más esta vez la mencionada insinceridad. El fim parece casi prefabricado: se encuentran en él los mismos componentes, incluso formales, de obras precedentes, secuencias análogas, el llanto del niño o el caballo de La Strada, el vagabundeo nocturno, la fiesta. Picasso habla y actúa como el Loco e Iris, su mujer, tiene los movimientos y el tono de Gelsomina. (Guido Aristarco)
Una fábula moral que combina el sentido de la comedia con una reflexión en los límites de lo religioso. Es una obra realmente compleja, donde ciertas irregularidades expositivas no llegan a malograr sus resultados, viéndose compensadas por la riqueza de sus propuestas. Debe disfrutarse sin ningún tipo de prejuicio. (Fotogramas)
Título español: Almas sin conciencia.
Reparto: Broderick Crawford, Richard Basehart, Franco Fabrizi, Giulietta Massina.
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