jueves, 2 de octubre de 2014

Les roseaux sauvages (1994). André Téchiné


Provenza, 1962. Con la guerra de Independencia de Argelia como telón de fondo, la trama se basa en las relaciones de un grupo de estudiantes de un internado. François (Gaël Morel), un chico de dieciocho años, descubre que es gay y que está enamorado de Serge (Stephane Rideau), su compañero de cuarto. Éste al principio parece corresponderle, y una noche se acuestan juntos. Pero, a continuación, Serge no quiere saber nada de François y se interesa por Maité (Elodie Bouchez), una joven militante comunista, hija de una de las profesoras.

Los juncos salvajes funciona como evocación (la Francia de principios de los 60, a la espera de la resolución del conflicto con Argelia: es imposible no entender la profesora culpable y deprimida como el estado de luto y remordimiento de todo un país tras la masacre) y como realidad (los conflictos internos de los personajes son los mismos que atenazan a los jóvenes de ahora, y al mismo tiempo tienen completa vigencia para adultos y ancianos que sienten que sus vidas se tambalean sin aparente motivo). Una de las películas más interesantes del cine francés de los últimos veinte años. (Xavier Vidal de las Heras)

Ganadora de numerosos premios internacionales y del beneplácito del público, ‘Los juncos salvajes’ extrae su afortunado título de un poema de Jean de La Fontaine, ‘El roble y la caña’, lo que propone un simbolismo aún mayor de los personajes que la protagonizan, que ejercen de una cosa u otra, o, sin embargo, danzan entre ambos, posiblemente sin poder evitar, por naturaleza, su condición cabezona y/o firme unos, frente a otros que oscilarán toda su vida dependiendo de las circunstancias o el empuje de la brisa. (Dan en Ambiente G)

Como tantos autores de la ‘Nouvelle Vague’, Techiné pasó a dirigir tras participar como crítico en “Cahiers du Cinema”. Los primeros intentos no fueron del todo claros, pero “Los juncos salvajes” corresponde a la madurez de su estilo. En la búsqueda de un naturalismo delicado y hondo, la afinidad con Rohmer es patente. Y, como todos los de la escuela, desarrolla la influencia de Jean Renoir. Se ve en las cálidas escenas del río, acompañadas por pasajes solemnes del ‘Adagio’ de Barber: escenas pictóricas, de un sensualismo trascendental, un estético canto al momento presente, flexibles juncos silvestres mecidos por el ahora del goce y el juego, del que los adolescentes se empiezan a sentir arrancados por las reclamaciones del mundo adulto, por los mandatos de convertirse en “alguien”, adoptar una identidad precisa; el mundo del sudor de la frente, la preocupación y, probablemente, la soledad colectiva. (Archilupo en Film Affinity)

Posiblemente estemos ante uno de los mejores retratos de la adolescencia. Esa etapa complicada donde tiene cabida la confusión, donde nos movemos por impulsos. La perdida de la inocencia, los primeros traspiés de la vida, todo ello para dar un paso hacia la edad adulta. (Ciudadano Noodles)

"Preciosa creación sobre los ardores y sufrimientos de la adolescencia" (Javier Ocaña: Cinemanía)

"Bonita, intimista (...) historia sobre las iniciaciones sexuales y los conflictos ideológicos" (Francisco Marinero: Diario El Mundo)

Título español: Los juncos salvajes.

Reparto: Elodie Bouchez, Gaël Morel, Stéphane Rideau, Frédéric Gorny, Michéle Moretti, Jacques Nolot.

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