domingo, 22 de julio de 2018

La nouvelle guerres des boutons (2011). Christophe Barratier



Mientras tiene lugar la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), otra contienda se libra en un rincon del campo francés: dos bandas de chicos de dos aldeas próximas luchan por el dominio de su territorio. En una de esas batallas, Lebrac, un chico de trece años, conflictivo pero de gran corazón, tiene una idea brillante: arrancar los botones de la ropa de los prisioneros para que vuelvan a sus casas vencidos y humillados. Remake de un film de mismo título del año 1962.

"Funciona la carne de la historia, pero no del todo la apabullante maquinaria (...) el tono narrativo de la fábula es cercano, cómplice, amable y le permite al espectador percatarse del drama y al tiempo disfrutar con la comicidad que lo impregna." (Oti Rodríguez Marchante: Diario ABC)

"Idealización de la Resistencia. (...) el problema no es la metáfora, sino la forma de abordarla (...) Una de esas preciosas películas únicamente en apariencia." (Javier Ocaña: Diario El País)

'La guerra de los botones' no es un gran film, y no hay apenas originalidad en él –de hecho es la cuarta relectura de la popular novela de Louis Pergaud–, pero debe su extraordinario éxito y populariad a su forma de apelar a la nostalgia. Es un bien ejemplo de la profesionalidad y la solvencia de la industria francesa para conectar con su público (más de tres millones de espectadores en Francia), para construir una fábula en la que ningún elemento desentona y todas las partes del mecano (de la dirección artísitca a la elección musical) caminan hacia un mismo objetivo. Es una de esas películas familiares –de sonrisas y lágrimas– que, como ocurría con 'Los chicos del coro' (la anterior película de Barratier), acaba convenciendo más a los adultos que a los niños (ambos mundos corren en paralelo en el film), precisamente por la imagen idealizada y romántica que propone de la infancia: colores cálidos y el "joie de vivre" de la vida que siempre está empezando. (Carlos Reviriego en SensaCine)

Barratier ha construido una historia entretenida de principio a fin. Ha logrado transmitirla en buena parte desde el punto de observación de los niños. Como complemento la ha entrelazado con la historia paralela de una guerra de verdad, que se llevaba a cabo en la clandestinidad de la resistencia francesa contra la ocupación alemana y sus colaboradores locales. (Enrique Posada en El espectador imaginario)

‘La guerra de los botones’ es lo que aparenta que podría ser: una película confeccionada a la perfección según cierta fórmula de la que no se despega, por lo que no podrá satisfacer a quienes busquen en el cine solo originalidad o sorpresa. Pero, al mismo tiempo, una cinta muy efectiva en todos sus propósitos, entrañable y con actores que transmiten mucho y resultan cercanos. Supone un buen rato garantizado, aunque quizá algo inocuo, pero no por ello insubstancial. (Beatriz Maldivia en Espinof)

Aunque a ratos Barratier se pasa un poco de sensiblero, en líneas generales entrega una grata película familiar, buen retrato de la infancia y de las etapas de transición a la edad adulta. Algunas mezquindades de un chico que podrían tener terribles consecuencias no previstas, hacen pensar en esa obra maestra de Louis Malle titulada Adiós, muchachos. Barratier confirma que se le da de perlas escoger a actores jóvenes para sus películas, y de modo especial acierta con el pequeñajo Clément Godefroy como le petit Gibus, un chaval con una gracia y encanto que se ganan inmediatamente la simpatía del espectador. (Decine21)

La crueldad potencial de las situaciones está suavizada por la música (...) que enfatiza cada réplica. (...) El cineasta baña su último plano con un rayo de luz tan celestial como caricaturesco. (Éric Derobert en Positif)

Las peleas por nada de Pergaud están muy lejos, aplastadas por la buena conciencia de Barratier y sus productores, cuya ecuación de escritura de guiones es tan imparable como desinhibida: imágenes de la infancia turbulenta + paisaje de la eterna Francia + resistencia y la cuestión judía en Vichy = éxito garantizado. (Frédéric Bas en Chronic'art.com)

Es un tipo de filme tan obsoleto que cuesta entrar en él, cuesta conectar instintivamente con su historia, su tipo de situaciones y sus personajes, y no observarlo desde la distancia. Barratier corrobora su atención en los personajes y reincide en los sentimientos claros y fáciles de detectar, lo que hace que 'La guerra de los botones' funcione bien en lo emocional. Pero la distancia conceptual y estética está ahí y, por excesivamente cauto y pulcro en su recreación de ese cine añejo, el cineasta tiende a una nostalgia algo impostada. (Desirée de Fez en Fotogramas)

Película estrenada en España el 11 de noviembre de 2011.

Título español: La guerra de los botones.

Reparto: Laetitia Casta, Guillaume Canet, Kad Merad, Gérard Jugnot, Jean Texier, Clément Godefroy, Ilona Bachelier.


Barnizada con un empalagoso tono academicista, la cinta de Barratier tiene el mismo defecto que tumba sistemáticamente todas sus películas; un tono amable y fabulesco demasiado postizo y un incongruente deseo de agradar a todo público abusando de artificio y manipulación sentimental.

Ver más en: https://www.20minutos.es/cine/cartelera/pelicula/31640/la-guerra-de-los-botones/#xtor=AD-15&xts=467263
Barnizada con un empalagoso tono academicista, la cinta de Barratier tiene el mismo defecto que tumba sistemáticamente todas sus películas; un tono amable y fabulesco demasiado postizo y un incongruente deseo de agradar a todo público abusando de artificio y manipulación sentimental.

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Barnizada con un empalagoso tono academicista, la cinta de Barratier tiene el mismo defecto que tumba sistemáticamente todas sus películas; un tono amable y fabulesco demasiado postizo y un incongruente deseo de agradar a todo público abusando de artificio y manipulación sentimental.

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jueves, 19 de julio de 2018

Human Desire (1954). Fritz Lang



Carl Buckley (Broderick Crawford), un maquinista que teme perder su empleo, pide a su mujer (Gloria Grahame) con la que mantiene una fría relación, que interceda por él ante un ejecutivo de la compañía con el que ella había tenido relaciones antes de casarse. Pero, cuando Carl se entera del precio que su mujer ha tenido que pagar para evitar su despido, asesina al directivo durante un viaje en tren. El ferroviario Jeff Warren (Glenn Ford) se enamora de la mujer de Carl, que le confiesa que su marido la está chantajeando.

Lang le pone cuadrícula a una tormenta del espíritu. El tren es el vehículo mítico y mágico de esa energía destructora, al mismo tiempo maléfica y liberadora. Gleen Ford, Broderick Crawford y, sobre todo, la admirable Gloria Grahame -una de las más grandes y peor conocidas actrices norteamericanas- son los vehículos humanos, víctimas de una tensión insoportable, cuya sexualidad indirecta, es decir su erotismo, hace de Deseos humanos una de las películas de amor más violentas y abruptas que se conocen. (Ángel Fernández-Santos en El País)

La preocupación de Lang por dotar a las imágenes de ese tono oscuro y opresivo que requería la historia le lleva a definir con claridad la dirección artística, así declara: “Traté de hacer algo distinto, con las vías y los furgones, para dar la sensación de destino, de estar arrinconado por objetos enormes. Y utilizamos luz de <bajo contraste> en los interiores de estudio para hacer que los alrededores parecieran desvencijados y grises. Eso se parecía a Zola.” Abundando en las palabras de Lang, destacamos el tono documental que obtiene de la filmación de las estaciones ferroviarias, los cruces de vías, y las inmensas locomotoras, cuyas cabinas son auténticas moles grises, con altas escaleras para su acceso. Muy efectiva resulta la escena donde la joven Ellen es rechazada por Jeff en la cabina del tren y desciende llorando por la escalerilla, como si se tratara de la torre de un castillo de un mundo dominado por hombres insensibles.  (Miguel Ángel Císcar en Encadenados)

El autor de La mujer del cuadro, haciendo gala de su maestría en la captación de atmósferas turbias, maneja de forma admirable unos espacios casi siempre reducidos y claustrofóbicos (los pasillos y compartimentos del tren, el bar, las distintas habitaciones…), en los que los personajes se atormentan y debaten en torno a sus inconfesables pulsiones. También utiliza metáforas visuales, como las imágenes de vías de tren que se cruzan (destinos entrecruzados) o la entrada en oscuros túneles, anticipando de este modo lo que le va a acontecer a Warren. (Esculpiendo el tiempo)

Melodrama negro que adapta a la pantalla la novela "La bestia humana", de Emile Zola. Glenn Ford, Gloria Grahame y Broderick Crawford forman un triángulo tan sórdido como excelente, pero el director, el gran Fritz Lang, se obsesionó esta vez demasiado con la estética, queriendo recrear el estado de ánimo de los personajes a través de la velocidad de las locomotoras y los vericuetos que forman los raíles. Igualmente, el guión insiste mucho en el hecho de que el personaje de Glenn Ford luchó en la guerra de Corea, cuando ésto importa bien poco en la trama. Por todo ello, aunque la cinta tiene un nivel notable, no está considerada como una de las mejores de su director. (ABC Play Cine)

"Obra maestra del género negro. (...) Ford y Grahame, la pareja protagonista de 'Los sobornados', recrean una pasión turbia y malsana en la que se entrecruzan sexo, crimen y ambición. Una clase magistral de cine." (Miguel Ángel Palomo: Diario El País)

Aunque la acción gira en torno al chantaje y el asesinato, el corazón de la película es la lucha de un tipo normal con la violencia interna del frenesí sexual y la violencia externa de la guerra. (Richard Brody)
 
Fritz Lang, director, se excede en su esfuerzo por crear un estado de ánimo. La insistencia en el exceso de velocidad de la locomotora y en los rieles no es entretenida ni esencial para la trama. (Variety)

No hay un solo personaje para el que Lang genere la más mínima simpatía, y no hay mucho más en este film por lo que usted probablemente tenga la menor consideración. (Bosley Crowther)

La versión de Lang de La Bête Humaine de Zola es, como todos sus mejores trabajos de los 50, tan fría, dura y de color gris acerado como las vías del tren que aquí marcan la acción. (Steve Jenkins)
 
Este remake de La bestia humana de Jean Renoir es una película negra implacable donde se observa un comportamiento amoroso y asesino con una especie de neutralidad entomológica. Gloria Grahame sobresale como vampiresa provocativa. (Waldo Lydecker en Zurban)

Adaptación de la novela de Emile Zola "La bête humaine" que constituye una de las obras maestras de su director. Paradójicamente, Fritz Lang no quedó excesivamente satisfecho con sus resultados y manifestó siempre que prefería la versión que Jean Renoir había rodado en 1938. Sin embargo, llegó mucho más lejos que su precedente, creando una de las atmósferas morbosas más memorables en la historia del cine. (Fotogramas)

Película estrenada en España el 18 de abril de 1969 en el circuito de arte y ensayo.

Título español: Deseos humanos.

Reparto: Glenn Ford, Gloria Grahame, Broderick Crawford, Edgar Buchanan, Kathleen Case.


viernes, 6 de julio de 2018

Missing (1982). Costa-Gavras


Cuando Charlie Horman, un joven e idealista periodista norteamericano, desaparece de su domicilio en Chile tras el golpe de Estado del general Augusto Pinochet, su padre (Jack Lemmon) y su mujer (Sissy Spacek) decidirán buscarlo, cueste lo que cueste. Durante la búsqueda tendrán que darse cuenta, que, por alguna razón, la embajada norteamericana no está dispuesta a ayudar en su búsqueda como deberían.

Con una concreción que huye tanto del panfleto como de la poesía, Costa-Gavras sigue fielmente el desarrollo de la encuesta. Como si de una película de ficción se tratara. Pero no lo es. La presencia en Cannes de los auténticos protagonistas de la tragedia avala la veracidad del filme, aunque éste haya querido, por otra parte, ampliarse a otros casos: no se habla concretamente de Chile, no se citan los nombres verdaderos, en función, dice, de la seguridad de los supervivientes y de la propia película.No hay forma de ocultarlos, sin embargo. La realidad del Chile actual se hace reconocible en la película; la identidad de la víctima, también. No en vano su padre fue un hombre influyente, cuyos privilegios formaban parte de lo que Estados Unidos decía defender en Latinoamérica. Así lo explica el embajador: "No podemos tenerlo todo: o nuestros intereses, o nuestros ideales. Si entran en conflicto, hay que poner los intereses en primer lugar". (Diego Galán en El País)

Los primeros 30 minutos de Desaparecido son impresionantes y con un realismo tremendo se retrata con precisión como fueron los primeros días de la dictadura de Pinochet. (Hugo Zapata)

Si '' Missing '' fuera solo un inventario de los detalles de la vida y desaparición de Charles, no tendría el tremendo impacto emocional que tiene. Sin embargo, el Sr. Lemmon y la Srta. Spacek son excelentes, y su creciente respeto y cariño mutuo a medida que se desarrolla la historia le da a "Missing" una realidad agonizante. (Vincent Canby en The New York Times)

Costa-Gavras filma los días posteriores al golpe de Estado, acentuadas por el sonido de las ametralladoras y el toque de queda impuesto por los militares. Si los días son de pesadilla, las noches lo son más. No se puede tomar un taxi o un autobús más allá de un cierto tiempo. Imposible permanecer en la calle bajo pena de ser ejecutado. Las escenas de horror, llevadas por la música sintética de Vangelis, casi evocarían el cine de Georges Franju (el caballo blanco galopando en las calles, perseguido por los soldados). El cineasta no muestra los cadáveres frontalmente (excepto en la escena de la morgue), sino que los filma como parte integral de la decoración. Así todos los días. (Nicolas Didier en Télérama)

Lo fundamental de esta película es la historia que tiene detrás, una historia que avanza al mismo ritmo que los acontecimientos que asolaron Chile. El personaje de Jack Lemmon cumple esa máxima de que para que un personaje valga la pena tiene que cambiar y tiene que apreciarse ese cambio. La pelí­cula es apasionante precisamente por ello, por la transformación de ese personaje de clase media alta, votante (seguramente) republicano, al que le sale un hijo bohemio y rojillo. La tirantez entre Spacek (su nuera) y Lemmon va relajándose a medida que Lemmon se da cuenta de que aquello que él consideraba impensable ha ocurrido. (Raúl Fabelo en McGuffin007)

Costa-Gavras se mantiene fiel a su concepción del cine de intervención y denuncia, que adopta la efectividad del thriller para entregar información desconocida para el público en general. El estilo de este film-dossier es sobrio, pero permite algunas imágenes alegóricas, como este caballo blanco perdido en las calles de Santiago o la pila de cadáveres de pesadilla en los sótanos de un hospital. Missing captura con intensidad la atmósfera de miedo que se apodera de Santiago bajo el toque de queda, surcado por las tropas de Pinochet. (Olivier Père)

Esta película podría haber sido realmente poderosa, si hubiera podido salir de su propio camino. (Roger Ebert)

Una historia que podría haber provocado una intensa lamentación en 60 minutos se extiende a 122 minutos de héroes furiosos y villanos que ronronean sus oleaginosas disculpas. Spacek y Lemmon, una atractiva y agridulce pareja, se hunden en el pantano de las buenas intenciones. (Richard Corliss en Time)


El primer film hollywoodiense de Costa-Gavras se basó en un libro de Thomas Hauser sobre la desaparición de un ciudadano norteamericano, asesinado por los esbirros de Pinochet tras su golpe de estado. El proceso de concienciación del padre de este personaje está narrado en un estilo inflamado y algo tendente al guiño fácil. (Fotogramas)

Película estrenada en España el 27 de septiembre de 1982.

Título español: Desaparecido.

Reparto: Jack Lemmon, Sissy Spacek, Melanie Mayron, John Shea, Charles Cioffi, David Clennon, Richard Venture, Janice Rule.

 



lunes, 2 de julio de 2018

The Lady from Shanghai (1947). Orson Welles


Michael O'Hara (Orson Welles), un marinero irlandés, entra a trabajar en un yate a las órdenes de un inválido casado con una mujer fatal (Rita Hayworth) y queda atrapado en una maraña de intrigas y asesinatos.

Realizada en 1947 por el gran Orson Welles en su época de mayor esplendor creativo, fue tratada muchas veces cómo una obra menor en su filmografía. Nada más lejos de la realidad, porque esta película es una auténtica muestra del buen hacer de este genio del cine. Y al igual que el personaje de Welles se sentía atraído por la fascinación de Rita Hayworth, el espectador queda atrapado desde el primer minuto al último, por el enorme poder de fascinación que la película posee en absolutamente todos sus aspectos. Y es que uno de los mayores logros de Welles, fue el de saber combinar todos los elementos de los que disponía para acabar realizando un film casi inclasificable. Su guión, enormemente conciso, lleno de giros, y cargado de diálogos sublimes dignos de ser enmarcados. Atención a la conversación final entre Welles y Hayworth, absolutamente impagable. Su narración, con una fuerza pocas veces vista, y un enorme gusto por lo extraño, por decirlo de alguna manera. Ya el inicio es extraño, con una situación aparentemente forzada, pero que engancha rápidamente al espectador, gracias al poder de sugestión que poseen las imágenes de Welles. (Alberto Abuín en Espinof)

 La dama de Shanghai es, para bien y para mal, la película de un genio. Welles pone en marcha una película cuyo argumento es intricado y laberíntico, de ahí que no tenga más remedio que acabar en esa especie de laberinto de espejos que ejemplifica a la perfección varias ideas de la película: el reflejo deformante de la realidad o las apariencias, la diversidad o multiplicidad de miradas hacia las cosas y lo enrevesado no solo de los pensamientos e intenciones de los personajes, sino también de la propia película. Esto no quiere decir que sea confusa, que no se pueda seguir con facilidad. Todo lo contrario. Uno puede introducirse sin problema en su maraña narrativa, porque en el fondo es bastante simple. Pero Welles parece querer, ya sea como trabajo de reescritura o como irónica mirada hacia el género, realizar un noir en el que todos sus elementos constitutivos quedan expresados en todo su esquematismo, evidenciando estos de tal manera que La dama de Shanghai parece casi un pastiche del género con su femme fatale, su honrado y moral protagonista, sus codiciosos y cínicos villanos, su mirada a un mundo de lujo por fura pero podrido por dentro, su trabajo lumínico de claroscuros… (Israel Paredes en El Plural)

Orson Welles consigue en La dama de Shanghai una atmósfera de amenaza tanto más asfixiante cuanto más indeterminada es en su origen y en su despliegue. El espectador tiene pronto la convicción de que está asistiendo a la representación de un destino funesto, si bien ignora las causas profundas que hacen inevitable la tragedia. Es cierto que el remolino está infectado de tiburones sedientos de poder y de sangre, y que la ambición desborda nítidamente los cauces del cinismo, pero al mismo tiempo esos tiburones, que se arrancan la carne a dentelladas unos a otros, aparecen tan frágiles y desesperados que el espectador llega a tener fácilmente piedad de los depredadores. (Rafael Argullol en El Cultural)

Con estos preliminares, parece evidente que el resultado no podía ser otro que el de una obra irregular y muy lejos de la perfección, pero seguramente es justamente esta imperfección (unida al genio de su director, condenado a partir del fulgurante éxito de Ciudadano Kane a levantar sus proyectos en las condiciones más adversas, en uno de los más trágicos ejemplos que se han dado en la historia del cine de cómo la peor de las maldiciones puede suceder a la mayor de las glorias en el firmamento hollywoodiense) la que confiere el sentimiento de extrañeza y, a la postre, de fascinación que provoca cada nuevo visionado del film. (Cinema esencial)

El lenguaje barroco de Welles es de una belleza y de una riqueza insuperables. Abundan los claroscuros, los escenarios complejos de filmar (el acuario) y los grandes angulares que desencajan los rostros para producirnos desasosiego. También los personajes que comparten plano fijo cuando dialogan sin comunicarse y sin mirarse, con la vista fija en un horizonte sin límites o en la frontera que marca un forzado picado. (Cinetario)

Para un hombre que tiene tanto talento con una cámara como Orson Welles y cuyos poderes de invención pictórica son tan fluidos y tan fuertes como los suyos, ciertamente tiene una forma extraña de estropear sus películas con descuido. (Bosley Crowther)
La gran película más extraña jamás hecha. (Dave Kehr)

Cada elemento de la película se impregna del desorden de los personajes como si sus estados de alma estuvieran borrando todo lo que los rodea. Welles hunde así a su héroe, Michael O'Hara (él mismo), en las profundidades del alma humana. (Critikat.com)

Destinado a ser una obra maestra, este film -como tantos otros de su autor- se vio perjudicado por las injerencias de unos productores, que limitaron sus resultados sin llegar a malograrlos. Basándose en una discreta novela de Sherwood King, Welles supo reconvertir una tradicional intriga criminal en un ìinquietante ejercicio que oscila entre la fascinación y el malestar. La fascinación emanada por una espléndida y ambivalente Rita Hayworth, y el malestar de una conseguida atmósfera malsana. (Fotogramas)

Película estrenada en España el 1 de octubre de 1948.

Título español: La dama de Shanghai.

Reparto: Rita Hayworth, Orson Welles, Everett Sloane, Glenn Anders, Ted De Corsia, Erskine Sanford.