viernes, 25 de noviembre de 2016

Five Easy Pieces (1970). Bob Rafelson


Robert Dupea, que fue un niño prodigio como pianista, trabaja en unas explotaciones petrolíferas. Cuando vuelve a ver a su hermana, convertida en una famosa pianista, decide volver a sus orígenes y al camino que abandonó.

Símbolo de la rebeldía y desencanto generacional. El protagonista, un talentoso músico, prefiere vivir lejos de su familia, trabajar en una explotación petrolífera (cerveza, bolos, folk, amigos que viven en una caravana...) y convivir con una estúpida camarera antes que volver con su familia de músicos. No se encuentra satisfecho en ninguno de esos dos mundos contradictorios. Esos dos mundos, que representan las diferencias de clase pero también las diferencias generacionales, no le ofrecen salida. No hay lugar para él entre los esquematizados "intelectuales” ni en la más esquematizada aún clase baja (una vida, como así se nos muestra, basada en la familia y tener hijos por tenerlos, pasar las noches por pasarlas...). La película, por tanto, ofrece un convincente retrato de la frustración y angustia del protagonista que encaja muy bien con la sociedad americana de entonces como se aprecia en muchas otras películas similares. (Bloomsday en Film Affinity)

Five Easy Pieces no destaca por ser radical estilísticamente, ni consigue impactar a través de una excesiva violencia o rompiendo tabúes sociales, algo que era normal en otros títulos representativos del movimiento, como Taxi Driver o Cowboy de medianoche. Pero Rafelson sí tenía en común con sus contemporáneos el impulso artístico de lograr el máximo realismo posible. En su película vemos la sublimación del hombre de a pie como protagonista absoluto, alguien que no ha de ser héroe ni anti-héroe, sin ningún cometido impuesto por el guión aparte de ser él mismo, de parecernos real. El personaje en cuestión puede entonces provocar sensaciones opuestas en el espectador; Robert Dupea puede resultar un capullo cada vez que ningunea y trata de forma paternalista a Rayette, o un rebelde cautivador en la famosa escena en la que se baja del coche en medio de un atasco, se sube a un camión de mudanzas y se pone a tocar un piano como un Beethoven versión redneck. La película funciona como un canalizador de su energía, la narración sujeta a los vaivenes de su comportamiento, a veces vehemente y otras frío y racional, generando así situaciones en apariencia fortuitas pero que no hacen sino introducirnos cada vez más en su peculiar personalidad. (Film Bunker)

Hay cuatro excelentes razones para acercarse a esta maravillosa película dirigida por Bob Rafelson: a) es el primer papel protagonista de Jack Nicholson; b) constituye una de las fundamentales cartas de presentación del llamado Nuevo Hollywood (está producida por Bert Schneider y su compañía, Raybert, una de las más importantes en el descubrimiento y la financiación de nuevos talentos en aquellos años), aquel movimiento “revolucionario” que presidió el cine americano entre 1967 y 1980 y que a punto estuvo de dejarnos en herencia un cine maduro, inteligente, comprometido, responsable, ambicioso en lo argumental, lo intelectual y lo sentimental, y grandioso y magistral en cuanto a lo estético, es decir, justamente lo contrario del Hollywood generalista de hoy; c) la interpretación de Karen Black, una camarera frívola y despreocupada que ve pasar los últimos días de su juventud y empieza a darse cuenta de que su vida está vacía, que está tremendamente sola; y d) la secuencia en la que Jack Nicholson se “pelea” con una camarera de un bar de carretera para conseguir que le sirva una simple tostada como acompañamiento a la tortilla que le apetece tomar. Por si fuera poco, puede añadirse la espléndida fotografía de Laszlo Kovacs y la inteligencia en el uso de la música, o mejor dicho, de la no-música, puesto que su aparición en la banda sonora se reduce a clásicos de Bach, Chopin y Mozart, siempre de forma fragmentada o interrumpida. (39escalones)

"Popular y atractivo drama que centra su atención en un músico de indudable talento y desordenados sentimientos que abandona su carrera musical y su mundo familiar para trabajar en una refinería. Merece una revisión." (Fernando Morales: Diario El País)

Típico ejemplo del cine hollywoodiense de los 70, cuando se intentaba ìreflejar el inconformismo generacional. La historia de un músico que, buscándose a si mismo, entra a trabajar en una refinería petrolífera, posee una brillante construcción pero tiene el inconfundible regusto de lo que envejece precozmente. (Fotogramas)

Título español: Mi vida es mi vida.

Reparto: Jack Nicholson, Karen Black, Susan Aspach, Billy Green Bush, Fannie Flagg, Lois Smith, Sally Struthers.


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