viernes, 6 de marzo de 2015

Judge Priest (1934). John Ford


El juez William "Billy" Priest vive en una patriótica y muy confederada región sureña. Allí, viudo y muy dedicado a su trabajo, Priest se enfrentará al caso más difícil de su carrera. Mientras, también tendrá que ejercer de casamentero con su tímido sobrino.

Se trataba de una historia creada por los guionistas Dudley Nichols y Lamar Trotti a partir del universo descrito en varias de las historias breves del escritor sureño Irvin S. Cobb, amigo personal de Ford y por cuya obra este sentía gran admiración. Ford desechó los estilos vigentes en el momento y retomó el de uno de sus maestros, D. W. Griffith. Esto se aprecia claramente en la secuencia del flashback mediante el que el reverendo Brand relata durante el juicio el pasado del acusado. No es casual que el reverendo sea interpretado por Henry B. Walthall, el mismo actor que encarnó al «pequeño coronel» en El nacimiento de una nación.

El resultado fue una comedia costumbrista ambientada en un idílico Sur marcado por el recuerdo de la Guerra de Secesión en el que Will Rogers encarna a un veterano juez viudo. La película muestra episodios aparentemente banales en los que vemos la relación del juez con los sumisos habitantes negros, su rivalidad con el fiscal que desea arrebatarle el puesto en las próximas elecciones, su apoyo a una joven pareja y la solución de un pequeño misterio que envuelve a un hombre de oscuro pasado. El filme se abre con una secuencia muy representativa en la que el juicio a un perezoso negro se desarrolla de forma surrealista, con el juez leyendo viñetas mientras el pomposo fiscal presenta la acusación, el público discutiendo acerca de una antigua batalla en la que venció la Confederación y el diálogo sobre pesca entre juez y acusado. La siguiente secuencia nos presenta ya a estos dos últimos yendo a pescar juntos. La productora censuró, no obstante, una secuencia de un linchamiento que ha sido elogiada por la crítica por su escritura y puesta en escena.


La película obtuvo buenas críticas ya en su momento. Con el paso del tiempo, nuevas generaciones de críticos cinematográficos destacan secuencias como aquella en la que Priest se une a la criada interpretada por Hattie McDaniel en su canción, los monólogos del juez con su difunta esposa —que prefiguran secuencias semejantes en futuras películas de Ford—, la improvisación de Rogers —como cuando da una palmadita en la espalda a la joven que se encara con la puritana pariente del juez—, las actuaciones de los actores secundarios y la secuencia en la que Priest y su sobrino charlan sobre el amor en la veranda y la cámara, en una muestra de profudidad de campo, nos permite vislumbrar al fondo la luminosa figura de la enamorada del joven en la penumbra del porche de su casa. Algunos la consideran una de las mejores películas del director en los años 30 e, incluso, de su carrera.
El tema gustó tanto a Ford que años más tarde lo retomó para rodar El sol siempre brilla en Kentucky (The Sun Shines Bright, 1953). Esta película no es ni un remake ni una secuela de El juez Priest, sino una revisitación del mundo de Cobb con distintas características.


Las películas que Ford realizó con Will Rogers se han englobado por algún autor —junto con la posterior El sol siempre brilla en Kentucky—en lo que denominan el género americana. Son filmes que se consideran necesarios en el difícil camino seguido por el director para llegar a su peculiar «estilo transparente». Aunque alejadas del expresionismo de otras películas de Ford, su estructura narrativa es más compleja de lo que parece a primera vista. El protagonista —Priest, por ejemplo— suele ser un personaje cuya época transcurrió hace tiempo y que experimenta una evidente nostalgia del pasado. Sin embargo, eso mismo hace que su actuar en el presente impida que éste discurra de forma atropellada y olvidando las lecciones del ayer. Con el protagonista se mueven personajes marginales, tales como delincuentes, prostitutas, negros, huérfanas u holgazanes a los que aquel defiende de la sociedad bien pensante. Dichos personajes principales suelen ser tratados por otros como niños debido a su excentricidad, pero es ese comportamiento inusual el que evita que las películas ofrezcan una visión totalmente idílica de la vida en las comunidades rurales. El pensamiento de Ford es más complejo de lo que parece; en consecuencia, la virtud y el pecado se confunden, la ley puede hacer trampas cuando la situación lo requiere y el idealismo no es incompatible con la decepción. La aparente placidez del cuadro esconde turbulencias bajo su superficie, como ocurre en la pintura de Edward Hopper.

Bajo una apariencia de film menor, debajo de la sencillez y brevedad de esta película, El juez Priest contiene ya las esencias del mejor Ford y decir que es una obra menor del director supone, en todo caso, un elogio que para sí quisieran muchos. El juez Priest es un film encantador, amable y que nos deja un poso de alegría en el corazón. (Archivos de cine)

Adaptación de diversas novelas de Irvin S. Cobb, de las que se tomaron personajes y situaciones, que el propio Ford filmaría de nuevo en "El sol siempre brilla en Kentucky". Con un estilo muy similar al de "Doctor Bull", propone el agudo retrato de una comunidad a través de una serie de ìincidencias de distinto signo, pasando de lo grave a lo jocoso con singular facilidad. Film inédito en España. (Fotogramas)

El film fue estrenado en España por TVE el 17 de agosto de 1998 dentro del programa Qué grande es el cine.

Título español: El juez Priest.

Reparto: Will Rogers, Tom Brown, Anita Louise, Henry B. Walthall, David Landau, Stepin Fetchit.


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