jueves, 23 de octubre de 2014

Jezebel (1938). William Wyler


Durante el período llamado Antebellum, la bella, impulsiva y temperamental sureña Julie Marsden (Bette Davis) hace una entrada memorable en el Gran Baile de Debutantes del Olympus. En una época en la que se esperaba que las mujeres solteras vistieran de blanco prístino, ella insiste tercamente en llevar un inadecuado, pecaminoso e incendiario vestido rojo. Su propósito es despertar los celos de su prometido, el banquero Preston Dillard (Henry Fonda), pero sólo consigue destruir sus oportunidades con él. Su tía Belle Bogardus (Fay Bainter), le dice que es una loca, a lo que ella replica llena de confianza: "No tan loca. Él volverá." Pero Preston se va al Norte y finalmente decide casarse con otra, sin su conocimiento.
Tres años después, Preston vuelve, y una determinada y arrepentida Julie se disculpa humildemente ante Preston, rendida y arrodillada, rogando su perdón, vistiendo esta vez un vestido blanco, pidiéndole que la ame como ella le ama. Amy (Margaret Lindsay), la esposa de Preston entra en la habitación para ser presentada. Preston la rechaza.
Julie despechada, provoca un duelo entre Buck Cantrell (George Brent), un antiguo admirador suyo, y el hermano menor de Preston, Ted (Richard Cromwell), que acaba matando a Buck. Esto provoca que todos sus conocidos le hagan el vacío y la desprecien.
Ella se redime sirviendo heroicamente durante una epidemia de fiebre amarilla, convenciendo a Amy para que le permita cuidar a su marido Preston, que ha contraído la enfermedad y que ha sido confinado a una isla, donde todos los enfermos son puestos en cuarentena y abandonados a su suerte.
Está basada en la novela homónima de 1933 escrita por Owen Davis Sr. (1874 - 1956).

La película traza un retrato muy cuidado de la sociedad de Nueva Orleans de mediados del XIX, caracterizada por la afición al lujo, el apego a las tradiciones, el arraigo de modales afrancesados, la enemistad por los norteños, desaliñados e ignorantes ("creen que un "terrier" es un perro de color tierra"). El clima sureño se advierte por las magnolias, la colonia de esclavos de la plantación y los prejuicios pro-esclavistas. Aporta un excelente retrato de personajes, como Julie, Preston, Buck, tia Belle y otros. El arco dramático se apoya en las exigencias caprichosas e inoportunas de Julie a Preston, los desaires que le dedica coqueteando con Buck, la humillación que le impone asistiendo al baile de gala vestida de rojo contra las normas sociales, la marcha de Preston y la incertidumbre en la que se ve envuelta. Sigue una larga sucesión de incidencias dramáticas que la enfrentan con la familia y consigo misma, mientras se extiende la peste amarilla en la zona. Amor, despecho, orgullo, pasión, celos y deseos de venganza, son los sentimientos que informan un relato denso, complejo y absorbente. Son escenas destacadas la presentación de Amy a Julie, la retirada de las parejas de baile como manifestación del rechazo de Julie y de su atuendo y la escena final. (Miquel en Film Affinity)

"Jezabel" es hoy una maravilla de la dirección artística y el vestuario, de la música de Max Steiner, un éxito extraordinario de la Warner, que no solía hacer superproducciones lujosas así, y un ejemplo de cómo hacer de un melodrama una auténtica obra maestra cuando todos los elementos del engranaje cumplen a la perfección. Una maravilla irrepetible que valdría la pena solo por la mirada de Bette Davis y que, sin embargo, es un peliculón que en muchos aspectos iguala y supera a la muy parecida "Lo que el viento se llevó". (José Madrid González)

Todo un clásico entre los melodramas de Hollywood, con una insuperable Bette Davis. Obtuvo 5 nominaciones al Oscar, incluyendo mejor película, consiguiendo 2 para Bette Davis y Fay Bainter. 

"Un clásico del melodrama (...) Wyler trata el tema con un estilo clásico y contenido que realza el apasionamiento de Davis." (Francisco Marinero: Diario El Mundo)
 
Título español: Jezabel.
 
Reparto: Bette Davis, Henry Fonda, George Brent, Margaret Lindsay, Donald Crisp, Fay Bainter.


lunes, 13 de octubre de 2014

Bert (1998). Lluís Casasayas


Un hombre, Albert Teixidor, busca a un amigo ornitólogo, Bernat Castell, que ha desaparecido en extrañas circunstancias en la Serra de Tramuntana de Mallorca. Poco a poco, las vivencias del amigo desaparecido se convertirán en las suyas propias en un recorrido iniciático que le conducirá a un nuevo renacer.

De la oscuridad a la luz. Así se podría resumir el argumento de esta sorprendente película llena de vericuetos y sinuosidades, situada entre la niebla y la noche. Los primeros segundos de la película sólo nos muestran una pantalla en negro con una voz en off, luego asistimos a un oscuro amanecer con el que empieza el film en un barco que llega a Mallorca. Imposible no pensar en Muerte en Venecia de Visconti. Asistimos luego al itinerario vital de un hombre que busca a un amigo desaparecido, pero el protagonista de alguna manera es un hombre fracasado en plena crisis existencial. La búsqueda, por tanto, se convierte en alguna manera en algo obsesivo y autojustificativo, pero al mismo tiempo en un deber que cumplir. La relación que mantiene con el ornitólogo desaparecido es de admiración y envidia al mismo tiempo. Ello incluye a la esposa de Castell, con la que mantiene una relación puramente telefónica y con la que parece tener una relación amorosa platónica y unidireccional. Albert o Bert irá confiando a su diario todas sus vicisitudes y reflexiones.

Nos encontramos, pues, ante una búsqueda que se irá convirtiendo en una búsqueda de sí mismo, jalonada por la aparición de las mujeres que llenan con su presencia inmutable este film: una misteriosa pintora, el fantasma de la madre del amigo y la esposa lejana de éste. Todas son sibilas que jalonan la búsqueda y que pueden aportar luces o sombras a la atormentada búsqueda de Bert. Éste, más allá de las certezas, se mueve entre falsas realidades, pistas, sueños y premoniciones. Al mismo tiempo, el abandono de sí mismo irá haciendo mella en él. Asistimos a un progresivo despojamiento interno y externo, a una penetración en una especie de noche oscura de sufrimiento y angustia de la que sólo podrá sacarle la llamada del amigo perdido (transmutado tal vez en ese sempiterno buitre negro que sobrevuela los cielos de la Serra y cuya graznido es cada vez más frecuente). La llamada del amigo provoca ese nuevo despertar y ese ascenso a una nueva luz (una ayuda recibida ya una vez anteriormente pero en circunstancias menos trascendentes). ¿Cuál es el nuevo estado al que accederá Bert tras su trasmutación? Eso es algo que el autor deja para la reflexión del espectador. La imagen de la mujer nunca vista forma parte de esa luz y tal vez de una futura misión de protección hacia ella. De una nueva vida que sólo podemos intuir.

Numerosas influencias cinematográficas y literarias pueden entreverse en el film. Pensamos en La aventura de Antonioni, por ejemplo, y en los films de viajes imposibles e iniciáticos realizados por Werner Herzog, cuya filmación es una aventura en sí misma. Esta película, por lo que vemos en pantalla, debió ser terriblemente complicada a la hora de filmarse, y después de ello el film sufrió toda una serie de vicisitudes que impidieron su exhibición hasta 16 años después de realizado. Doble itinerario, pues, el del protagonista y el de su realizador, para llegar a la luz al final de la noche oscura.

Lecturas antropológicas y esotéricas iluminan desde el fondo este viaje de desnudez y despojamiento hacia el interior de la tierra, hacia la matriz o el útero primigenio que es la caverna, para ese renacimiento o trasmutación. Ese cambio que aparece en tantos ritos desde la prehistoria hasta nuestros días. Por otra parte, es innegable la influencia del romanticismo alemán (Schubert, Novalis, la aparición del Eterno Femenino al final del Segundo Fausto de Goethe) a la hora de abordar este film inclasificable y enigmático, de una belleza innegable, tal vez oculta por el denso contenido simbólico que presenta.


viernes, 10 de octubre de 2014

The Postman Always Rings Twice (1981). Bob Rafelson


Durante la Gran Depresión, Frank, un vagabundo, hace una parada en la California rural y entra a comer en un local. Se queda a trabajar allí. El local está regentado por una joven y bella mujer (Cora) y su marido de mucha más edad (Nick), un inmigrante griego.
Frank y Cora inician una relación clandestina. Cora está cansada de su situación, casada con un hombre al que no quiere y trabajando en un local del que quisiera ser propietaria para poder hacer mejoras. Ella y Frank planean asesinar a Nick para comenzar una nueva vida juntos sin que ella pierda el local. Su primer intento resulta fallido, pero al final lo consiguen.

Interesante remake del clásico de Tay Garnett (1946) -sin duda la mejor versión de esta novela de James M. Cain-, entonces con John Garfield y Lana Turner. El guión de David Mamet reforzó el contenido erótico, apoyado por unas espléndidas interpretaciones. (Pablo Kurt)

La atmósfera que envuelve el relato suma dos componentes básicos: la inquietud que provoca el desarrollo de la acción y la ordinariez de los personajes, de los ambientes y de los escenarios en los que se mueven. Fijémonos por un momento en los personajes. Están dominados por la vulgaridad de su egoísmo, indolencia, infidelidad, escasa inteligencia, pasividad, traiciones y descuidos. La casa, el restaurante y la cocina se presentan desordenados, desaseados, sucios y descuidados. Abundan los escenarios húmeros, lluviosos, nocturnos, opresivos, marginales. La justicia se ve obstaculizada por la lucha de intereses económicos particulares. El marco temporal de la Gran Depresión, tomado de la novela original, aporta elementos relevantes de miseria, paro y desesperación. (Miquel en Film Affinity)

Esta fue la cuarta adaptación de la excelente novela de James M. Cain, con versiones de Pierre Chenal (1939), Luchino Visconti (1942) y Tay Garnett (1946). En esta ocasión se incidió especialmente en el componente erótico, con una acentuación algo obvia. Pese a sus evidentes virtudes, no consigue articular un ritmo interno que llegue a ser lo suficientemente incisivo. (Fotogramas)

Título español: El cartero siempre llama dos veces.

Reparto: Jack Nicholson, Jessica Lange, John Colicos, Anjelica Huston.

jueves, 2 de octubre de 2014

Les roseaux sauvages (1994). André Téchiné


Provenza, 1962. Con la guerra de Independencia de Argelia como telón de fondo, la trama se basa en las relaciones de un grupo de estudiantes de un internado. François (Gaël Morel), un chico de dieciocho años, descubre que es gay y que está enamorado de Serge (Stephane Rideau), su compañero de cuarto. Éste al principio parece corresponderle, y una noche se acuestan juntos. Pero, a continuación, Serge no quiere saber nada de François y se interesa por Maité (Elodie Bouchez), una joven militante comunista, hija de una de las profesoras.

Los juncos salvajes funciona como evocación (la Francia de principios de los 60, a la espera de la resolución del conflicto con Argelia: es imposible no entender la profesora culpable y deprimida como el estado de luto y remordimiento de todo un país tras la masacre) y como realidad (los conflictos internos de los personajes son los mismos que atenazan a los jóvenes de ahora, y al mismo tiempo tienen completa vigencia para adultos y ancianos que sienten que sus vidas se tambalean sin aparente motivo). Una de las películas más interesantes del cine francés de los últimos veinte años. (Xavier Vidal de las Heras)

Ganadora de numerosos premios internacionales y del beneplácito del público, ‘Los juncos salvajes’ extrae su afortunado título de un poema de Jean de La Fontaine, ‘El roble y la caña’, lo que propone un simbolismo aún mayor de los personajes que la protagonizan, que ejercen de una cosa u otra, o, sin embargo, danzan entre ambos, posiblemente sin poder evitar, por naturaleza, su condición cabezona y/o firme unos, frente a otros que oscilarán toda su vida dependiendo de las circunstancias o el empuje de la brisa. (Dan en Ambiente G)

Como tantos autores de la ‘Nouvelle Vague’, Techiné pasó a dirigir tras participar como crítico en “Cahiers du Cinema”. Los primeros intentos no fueron del todo claros, pero “Los juncos salvajes” corresponde a la madurez de su estilo. En la búsqueda de un naturalismo delicado y hondo, la afinidad con Rohmer es patente. Y, como todos los de la escuela, desarrolla la influencia de Jean Renoir. Se ve en las cálidas escenas del río, acompañadas por pasajes solemnes del ‘Adagio’ de Barber: escenas pictóricas, de un sensualismo trascendental, un estético canto al momento presente, flexibles juncos silvestres mecidos por el ahora del goce y el juego, del que los adolescentes se empiezan a sentir arrancados por las reclamaciones del mundo adulto, por los mandatos de convertirse en “alguien”, adoptar una identidad precisa; el mundo del sudor de la frente, la preocupación y, probablemente, la soledad colectiva. (Archilupo en Film Affinity)

Posiblemente estemos ante uno de los mejores retratos de la adolescencia. Esa etapa complicada donde tiene cabida la confusión, donde nos movemos por impulsos. La perdida de la inocencia, los primeros traspiés de la vida, todo ello para dar un paso hacia la edad adulta. (Ciudadano Noodles)

"Preciosa creación sobre los ardores y sufrimientos de la adolescencia" (Javier Ocaña: Cinemanía)

"Bonita, intimista (...) historia sobre las iniciaciones sexuales y los conflictos ideológicos" (Francisco Marinero: Diario El Mundo)

Título español: Los juncos salvajes.

Reparto: Elodie Bouchez, Gaël Morel, Stéphane Rideau, Frédéric Gorny, Michéle Moretti, Jacques Nolot.