martes, 19 de junio de 2012

Leo (2000). José Luis Borau



Salva trabaja como guarda jurado en un poligóno industrial del extrarradio de Madrid. Allí conoce a Leo, una chica que se gana la vida recogiendo cartones. Poco a poco Salva se va enamorando de la joven, pero la vida de Leo encierra un turbio pasado.
Desde la primera escena, nada de lo que ocurre en "Leo" es lo que parece. Abrumados por un pasado del que no pueden desprenderse o impulsados por una pasión que los constriñe a apartarse de la rutina cotidiana, los personajes de la última película de José Luis Borau ilustran los lugares más recónditos del espíritu humano. El azar provoca la coincidencia entre la muchacha que recoge cartones en las calles de un polígono industrial y el vigilante de seguridad que patrulla la zona, pero, a partir de ese encuentro fortuito, es el destino quien mueve los hilos de esos seres desesperados, mezquinos y, a la vez, ambiciosos. Su suerte, sin embargo, está escrita en sus propias trayectorias, en el afán que los lleva a traspasar todas las normas hasta acceder a un mundo situado más allá de la realidad, atrapados en los pasillos del metro o bailando sin que oigan la música. Herederos del inflexible juego que Fritz Lang practicaba con la venganza, la culpa o la traición, los personajes de "Leo" rehúyen cualquier posible identificación por parte del espectador. Desde el principio del film, se toman o se dejan tal como son, pero, en el primer caso, hay que estar curtidos y atentos para acompañarlos a través de un periplo sin concesiones. Un guión impecable, donde la acción progresa a través del tiempo sin necesidad de recurrir a flashbacks, y una planificación tan aparentemente sobria como repleta de sutiles detalles plenos de significaciones marcan la senda que Borau impone. El trayecto es arduo y doloroso porque nunca hay nada superfluo, ni tampoco se abre la más mínima perspectiva de optimismo en un universo demoledoramente nihilista. Borau repite en Leo la colaboración con Icíar Bollaín que ambos habían emprendido ya en "Niño Nadie", y el trabajo de la actriz es espléndido. Igualmente notables resultan las aportaciones de Luis Tosar y del debutante Javier Batanero, pero no es este un film que repose exclusivamente en los matices psicológicos aportados por los actores. A pesar de jugar con abstracciones éticas, casi filosóficas, Leo también incluye entre sus protagonistas la concreción de un paisaje apocalíptico ubicado en una periferia urbana habitada por inmigrantes, talleres clandestinos, disminuidos psíquicos y marginados sociales que luchan por sobrevivir. Y, desde ese insólito retrato social, resulta lícito preguntarse si Leo es una película que va a contracorriente del cine español o es éste quien da la espalda a la realidad que lo circunda. Para recordar que el cine puede ser casi tan contundente como la vida.

Reparto: Icíar Bollaín, Javier Batanero, Luis Tosar.


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